Da igual el tiempo que pase que siempre supondrá para mí un momento especial la retransmisión de la entrega de los Oscar de Hollywood, una ceremonia intemporal que es sin embargo el crisol de los gustos, la moda y el pensamiento de la sociedad de cada momento, el espejo donde parece que nos miramos el resto del mundo.
Desde la llegada de los artistas luciendo sus mejores galas, atravesando la famosa alfombra roja bajo los focos, los flashes y las cámaras de televisión, hasta el impresionante plano general que nos llega del interior del Kodak Theater lleno hasta la bandera, es cada año un espectáculo digno de ver.
Independientemente de la elección que los organizadores hagan cada año del maestro de ceremonias que presente la gala, pues los eligen siempre del mismo estilo, chistosos con poca gracia, el transcurso de la ceremonia es dinámico y glamouroso, no aburre pese a las muchas horas que dura. Se suceden los pequeños trozos de las películas que están nominadas, las personas que suben al escenario con sus palabras de agradecimiento, y los números musicales. Este año me gustó un coro de espirituales negros, que además tenía una niña entre sus solistas. Pero recuerdo muy especialmente un número que hubo hace muchos años en el que la música se hacía abriendo y cerrando un montón puertas. Fue un prodigio inesperado de coordinación, ritmo e ingenio que aún rememoro con verdadero placer.
Es curioso la expresión que aparece en la cara de los actores cuando están pasando algunas de las escenas de las películas para las que están nominados. Parece que se impresionaran a sí mismos al verse por un momento en una gran pantalla, como si salieran otra vez de su realidad concreta para meterse en el papel que les haya tocado representar, como si recordaran lo que sintieron mientras estaban haciendo esa escena, que suele ser la más importante, la que determina el desarrollo de la historia que el film está contando.
Y cuando suben al escenario para agradecer el galardón, no sólo se emocionan ellos si no que contagian su emoción a la mayoría de los presentes. Y es que a veces dicen cosas maravillosa y sorprendentes....” gracias por confiar en mí”, “sois mi inspiración”, “ésto ha sacudido mi existencia” ......, o lo que ha dicho Barden este año: “Éste es un premio que ha traido el orgullo y la dignidad a nuestro oficio”.
Es emocionante ver la satisfacción tan grande que todos parecen mostrar cuando les entregan la estatuilla, el reconocimiento público a un trabajo determinado o a toda una trayectoria profesional. Siempre que veo al público del Kodak Theater puesto en pie para ovacionar a un intérprete, me estremezco, no lo puedo remediar, pocas cosas hay en este mundo que me lleguen a la fibra sensible de esa manera. Quién pudiera tener alguna vez en la vida sus cinco minutitos de gloria, sería la mejor de las terapias para casi todos los males del alma.
Hay actores y directores que cuando los ves subidos al escenario, te das cuenta de lo pequeños que son físicamente algunas veces. A lo mejor es que se sienten de repente abrumados por tanto reconocimiento público, y parece que se encogieran. Pero cuando están haciendo su trabajo es como si se crecieran, se transforman, son otros, y nos parecen más grandes de lo que son en realidad.
Hay papeles que marcan la carrera de algunos actores de por vida, de forma que hagan lo que hagan después, ya sólo se los recuerda por aquella interpretación, y entonces tienen que superarse a sí mismos con cada nuevo reto que emprendan. Eso ocurría mucho antaño. Cuántas de esas personas que aparecen en películas hechas hace años ya no existen, y sin embargo dejaron su impronta precisamente por esos papeles y por su forma de actuar, pasando a la posteridad, como un legado que alimentará los sueños de generaciones futuras, y seguirá ayudándonos a conocer el mundo y entender mejor la vida.
Muchos han criticado esta ceremonia argumentando que es un ejercicio de autocomplacencia muy típico de los norteamericanos, una forma de sustentar el star-system como una industria que mueve mucho dinero, un gran negocio que no repara en gastos y que realiza siempre un gran despliegue de medios, y contra el que no han podido ni el video primero ni el DVD después.
Y sin embargo he de decir un par de cosas en su favor: una que también ejercen la autocrítica en un momento dado, como un documental que se presentó hace algún tiempo en contra de Guantánamo, o antaño contra la guerra de Vietnam. La otra mención positiva es que hasta ahora la sociedad americana era un mundo cerrado donde lo extranjero apenas tenía cabida, donde no se entendían otros estilos y otras formas de contar la vida, pero este año nos han sorprendido otorgando los Oscar de interpretación sólo a actores europeos.
Y mientras, van surgiendo todos los años nuevas caras que se mezclan y confunden con otras ya muy conocidas y populares, que han formado parte de nuestras vidas desde hace décadas. Porque las películas son la referencia de determinadas épocas de nuestra existencia. Cuando estrenaron tal o cual film, estabas haciendo o te pasaba algo en concreto que te viene a la memoria en cuanto la ves.
Las películas hacen realidad nuestros sueños, son la materia de la que están hechos, nos llevan a lugares que nunca antes habíamos visto, nos hacen pensar en cosas que nunca antes nos habíamos planteado, nos dan a conocer otros mundos, otras vidas.
La creatividad, el talento, el eco del sentir general, la expresión de la belleza o del horror como en cualquier otro arte, el sacudimiento de las conciencias, el lujo y el buen gusto.... todo se mezcla en la gala de los Oscar como en una gigantesca coctelera para que bebamos una copa de fantasía y glamour, aunque ya se va dando paso cada vez más al realismo, al reflejo fidedigno y auténtico de lo que acontece en el mundo, dejando la imaginación en un segundo plano.
El cine siempre me ha apasionado, me ha conmovido, me ha hecho estremecer.....
Desde la llegada de los artistas luciendo sus mejores galas, atravesando la famosa alfombra roja bajo los focos, los flashes y las cámaras de televisión, hasta el impresionante plano general que nos llega del interior del Kodak Theater lleno hasta la bandera, es cada año un espectáculo digno de ver.
Independientemente de la elección que los organizadores hagan cada año del maestro de ceremonias que presente la gala, pues los eligen siempre del mismo estilo, chistosos con poca gracia, el transcurso de la ceremonia es dinámico y glamouroso, no aburre pese a las muchas horas que dura. Se suceden los pequeños trozos de las películas que están nominadas, las personas que suben al escenario con sus palabras de agradecimiento, y los números musicales. Este año me gustó un coro de espirituales negros, que además tenía una niña entre sus solistas. Pero recuerdo muy especialmente un número que hubo hace muchos años en el que la música se hacía abriendo y cerrando un montón puertas. Fue un prodigio inesperado de coordinación, ritmo e ingenio que aún rememoro con verdadero placer.
Es curioso la expresión que aparece en la cara de los actores cuando están pasando algunas de las escenas de las películas para las que están nominados. Parece que se impresionaran a sí mismos al verse por un momento en una gran pantalla, como si salieran otra vez de su realidad concreta para meterse en el papel que les haya tocado representar, como si recordaran lo que sintieron mientras estaban haciendo esa escena, que suele ser la más importante, la que determina el desarrollo de la historia que el film está contando.
Y cuando suben al escenario para agradecer el galardón, no sólo se emocionan ellos si no que contagian su emoción a la mayoría de los presentes. Y es que a veces dicen cosas maravillosa y sorprendentes....” gracias por confiar en mí”, “sois mi inspiración”, “ésto ha sacudido mi existencia” ......, o lo que ha dicho Barden este año: “Éste es un premio que ha traido el orgullo y la dignidad a nuestro oficio”.
Es emocionante ver la satisfacción tan grande que todos parecen mostrar cuando les entregan la estatuilla, el reconocimiento público a un trabajo determinado o a toda una trayectoria profesional. Siempre que veo al público del Kodak Theater puesto en pie para ovacionar a un intérprete, me estremezco, no lo puedo remediar, pocas cosas hay en este mundo que me lleguen a la fibra sensible de esa manera. Quién pudiera tener alguna vez en la vida sus cinco minutitos de gloria, sería la mejor de las terapias para casi todos los males del alma.
Hay actores y directores que cuando los ves subidos al escenario, te das cuenta de lo pequeños que son físicamente algunas veces. A lo mejor es que se sienten de repente abrumados por tanto reconocimiento público, y parece que se encogieran. Pero cuando están haciendo su trabajo es como si se crecieran, se transforman, son otros, y nos parecen más grandes de lo que son en realidad.
Hay papeles que marcan la carrera de algunos actores de por vida, de forma que hagan lo que hagan después, ya sólo se los recuerda por aquella interpretación, y entonces tienen que superarse a sí mismos con cada nuevo reto que emprendan. Eso ocurría mucho antaño. Cuántas de esas personas que aparecen en películas hechas hace años ya no existen, y sin embargo dejaron su impronta precisamente por esos papeles y por su forma de actuar, pasando a la posteridad, como un legado que alimentará los sueños de generaciones futuras, y seguirá ayudándonos a conocer el mundo y entender mejor la vida.
Muchos han criticado esta ceremonia argumentando que es un ejercicio de autocomplacencia muy típico de los norteamericanos, una forma de sustentar el star-system como una industria que mueve mucho dinero, un gran negocio que no repara en gastos y que realiza siempre un gran despliegue de medios, y contra el que no han podido ni el video primero ni el DVD después.
Y sin embargo he de decir un par de cosas en su favor: una que también ejercen la autocrítica en un momento dado, como un documental que se presentó hace algún tiempo en contra de Guantánamo, o antaño contra la guerra de Vietnam. La otra mención positiva es que hasta ahora la sociedad americana era un mundo cerrado donde lo extranjero apenas tenía cabida, donde no se entendían otros estilos y otras formas de contar la vida, pero este año nos han sorprendido otorgando los Oscar de interpretación sólo a actores europeos.
Y mientras, van surgiendo todos los años nuevas caras que se mezclan y confunden con otras ya muy conocidas y populares, que han formado parte de nuestras vidas desde hace décadas. Porque las películas son la referencia de determinadas épocas de nuestra existencia. Cuando estrenaron tal o cual film, estabas haciendo o te pasaba algo en concreto que te viene a la memoria en cuanto la ves.
Las películas hacen realidad nuestros sueños, son la materia de la que están hechos, nos llevan a lugares que nunca antes habíamos visto, nos hacen pensar en cosas que nunca antes nos habíamos planteado, nos dan a conocer otros mundos, otras vidas.
La creatividad, el talento, el eco del sentir general, la expresión de la belleza o del horror como en cualquier otro arte, el sacudimiento de las conciencias, el lujo y el buen gusto.... todo se mezcla en la gala de los Oscar como en una gigantesca coctelera para que bebamos una copa de fantasía y glamour, aunque ya se va dando paso cada vez más al realismo, al reflejo fidedigno y auténtico de lo que acontece en el mundo, dejando la imaginación en un segundo plano.
El cine siempre me ha apasionado, me ha conmovido, me ha hecho estremecer.....
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