miércoles, 20 de febrero de 2008

Sarkozy y Bruni: vive y deja vivir


No deja de producirme mucha curiosidad Nicolás Sarkozy, que no morbo, como despierta en la mayoría de la gente por las cosas a las que últimamente se dedica. No es ningún recién llegado, no nos era desconocido, y sin embargo nunca se ha hablado tanto de él.
He mirado en su pasado, que no es ningún secreto, como hombre público que es, y he comprendido algunos aspectos de su vida que otros sin duda ya habrán censurado sin intentar hallar un por qué.
Fue un niño abandonado por su padre, un noble húngaro sin fortuna, ex legionario, mujeriego, un hombre de maneras elegantes y gran belleza. Su madre fue la tercera esposa que tenía, y aún se casó una vez más. Él nunca se lo perdonó, e incluso se vieron en los tribunales por negarse a pasarles la manutención tras la separación.
Lo crió entonces su abuelo materno, que ejerció una gran influencia sobre él, sobre todo en cuanto a pensamiento político.
Se hizo abogado, como su madre, y ya en el primer año de carrera se afilió al partido conservador y empezó a participar activamente en política.
No fue un estudiante brillante, pero sí un trabajador incansable. Su trayectoria profesional le revela como un hombre ambicioso y vehemente, con notables dotes oratorias (que también tenía su padre), verbo punzante y polemista, persona enérgica y de acción..... y con las ideas muy claras.
Juega a las cartas de la política no siempre limpiamente, como cuando dio la espalda a Chirac, que había sido su mentor, en un momento en el que no le convino apoyarle. Sarkozy no debe tener la palabra “fidelidad” escrita en su diccionario particular.
Admirado y odiado a un tiempo, es alguien que no deja indiferente. Recibió duras críticas cuando fue ministro del Interior por una ley que promulgó muy represiva, y también por los duros métodos que empleó para sofocar los disturbios del 2005, en los que fue acusado de intolerante y durante los que no dudó en dedicar gruesas palabras para los causantes de la revuelta.
Un escándalo en el 2006, que resultó ser un montaje para desacreditarlo, afianzó aún más su popularidad.
Cuando el año pasado batió en las urnas, había presentado un programa basado en la “mano dura contra la delincuencia urbana, la inseguridad ciudadana y la inmigración ilegal”, que desde luego parece gustó a la mayoría.
Y mientras Sarkozy, la versión fea pero atractiva de su progenitor, el bajito orejón y narigudo que parecía poca cosa, le ha dado tiempo a publicar cinco libros, llegar a presidente de su país, casarse tres veces y tener tres hijos. Y es que, muy a su pesar, ha seguido en muchos aspectos los pasos del padre odiado, ambicioso y seductor.
Y como amante del lujo y la buena vida, su última esposa es una ex modelo y cantante archiconocida y millonaria. No podía ser menos: riqueza, belleza y glamour... Estos franceses no tienen remedio.
Parece que, así como en política todo el mundo sabe a qué atenerse con él, ya que su forma de actuar es muy explícita y no tiene secretos para nadie, en las cosas del corazón resulta un hombre contradictorio: un conservador relacionado con una mujer de izquierdas, que apoyó a Segolène Royal durante la campaña electoral, y que afirma cosas tan poco conservadoras como que “la monogamia es aburrida”.
A lo mejor es lo que parece: cincuentón en pleno subidón de poder y lujuria se deja cautivar por bella mujer mucho más joven, novia de un amigo para más inri, y en menos de tres meses se casa con ella. Se suele decir en estos casos que se le han subido las ingles a la cabeza.
Si miramos un poco en el pasado de Carla Bruni, se puede apreciar que tienen más cosas en común de lo que pudiera parecer: también fue abandonada por su padre, al que conoció el año pasado en una visita a Brasil, y tampoco tiene la palabra “fidelidad” escrita en su diccionario particular, pues en sus relaciones amorosas ha tenido algunos episodios escabrosos, incluido un intento de suicidio de una esposa despechada.
Y por la tranquilidad que exhibe, se diría que es cierto lo que ha afirmado cuando dijo “no he calculado nada”, “no he previsto nada”. Se toma la vida como viene. Carla Bruni resulta a la postre una mujer sensual, felina, delicada, la mirada dulce y azul de ojos rasgados, voluptuosa y refinada a un tiempo, con una apariencia de frescura e ingenuidad que la hace parecer mucho más joven, alguien capaz de seducir a cualquier hombre que se cruce en su camino.
De repente Sarkozy se ha vuelto como ella, una persona sin prejuicios ni tabúes, cuando afirma que quiere marcar una ruptura con la “deplorable tradición de nuestra vida política: la hipocresía y la mentira”. ¡Voilà!, Sarkozy se ha tornado liberal.
Y mientras, no faltan como siempre las voces de la moral y las buenas costumbres que hablan de “el comportamiento de un jefe de Estado que nadie sabe si calificar como vulgar play boy, o como un gran artista de la comunicación audiovisual”. Puede que Sarkozy sea las dos cosas, además de un hombre enamorado.
El circo está servido: exhibición a tutti plen del amor que parecen profesarse, ríos de tinta en torno a la larga lista de romances con famosos de la que Bruni casi tiene a gala (desafía a los que pretenden juzgarla), sucesión interminable de fotos de ella cuando posaba en las que aparece desnuda (algo de lo que presumir en su caso, porque son muy bellas), publicidad que se hacen mutuamente.....
Ellos pasean su amor por los cuatro puntos cardinales, mientras se publica en la prensa que “no hacen vida conyugal”. Por lo visto para algunos no se hace esa vida si no se vive bajo el mismo techo, aunque se esté casado. Una peroguyada más.
Cuando se les ve juntos parecen actores que estuvieran rodando una película, por su naturalidad. La presión mediática no les debe afectar mucho, y eso es algo inusual y motivo de envidia. Bruni contesta a la prensa con su sempiterna sonrisa, y parece burlarse de los problemas que los demás tienen con su forma de vivir. Sarkozy parece un adolescente al que le hubieran puesto en la boca el manjar más apetitoso del mundo.
Pero lo que sí es cierto, como se ha publicado en algún que otro medio, es que “este vendaval está modificando el arte de hacer política en Francia”.
Sarkozy y Carla Bruni pasan por encima de esa horrible figura a la que últimamente ha dado en llamarse “familia desestructurada”, con matrimonios e hijos anteriores a sus espaldas, y sin volver la vista atrás procuran hacer que ese momento que viven, su momento, sea intenso e irrepetible, como cualquier otra pareja. Porque el amor no entiende de clases sociales, edades ni ideologías. Y en este sentido, que cunda el ejemplo.
Vive y deja vivir.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes