jueves, 18 de febrero de 2010

Franco


Muchas cosas se han dicho en relación al franquismo, casi todas malas, pero yo que tengo edad suficiente para haber vivido algunos de los años en los que estuvo en nuestro país, los últimos, tengo otra percepción del asunto.
Es cierto que un régimen político que dura tanto tiempo pasa por muchas etapas diferentes. Al principio, tras una guerra civil, Franco tomó algunas medidas que son propias de tiempos de transición difíciles, como las condenas a muerte. Pero cuando los ánimos se fueron calmando, vivimos muchos años de bonanza.
Parece que hasta las formas de gobierno se ven influidas por las modas imperantes: esa época fue la de las dictaduras igual que en otras épocas fueron las monarquías y en la actualidad las democracias. Nosotros estábamos en la onda de lo que se llevaba en el mundo, pero nadie supuso nunca que aquel estado de cosas duraría tanto.
Mi abuelo materno conoció a Franco de joven, cuando aún tenía poca graduación. Decía de él que era un hombre sencillo, de convicciones muy firmes, de pocas palabras, y que estaba siempre leyendo.
La sociedad en la que yo viví de niña fue muy normal, la cotidianeidad no se veía alterada por ninguna cosa en particular. Los sueldos no eran altos pero vivíamos con ilusión, lo que demuestra una vez más que la felicidad no está en las cosas materiales. Teníamos dos canales de televisión y una carta de ajuste, pero veíamos programas mil veces más interesantes que los que hay ahora, incluso cuando aún no eran en color. Los colegios funcionaban con disciplina pero sin contratiempos, y los horarios escolares eran interminables, pero el fracaso de los estudiantes era un problema casi minoritario. En las casas nuestros padres nos escuchaban y atendían, no trabajaban todo el día fuera para luego volver tan cansados que no tuvieran ganas de ocuparse de nosotros. No había bandas callejeras, ni mafias de la droga y las armas, ni vagabundos tirados por las calles, ni inseguridad ciudadana. El gobierno no estaba compuesto por una legión de gorrones dispuestos a aprovecharse de la coyuntura, eran pocos y suficientes. Se trabajaba mucho y bien.
¿Qué tenía Franco que lograba que hubiera una situación tan tranquila y corriente sin necesidad de recurrir a un Estado policial?. Nadie que estuviera dentro de la ley y siguiera unas pautas de conducta cívica medianamente normales tenía nada que temer. No había libertad de expresión en el sentido de que no podías decir nada que se opusiera al gobierno, pero para lo que se usa hoy en día sí que no tiene sentido alguno: hablar lo que se te antoje de cualquiera, sea o no verdad.
Lo que sí parece cierto es que en España, no sé en otros países, no se funciona bien si no hay una autoridad a la que respetar, como los niños pequeños que sólo se portan bien por temor al castigo. No se hablaba de política por aquel entonces, ni a favor ni en contra, no era algo que interesara. Había gente muy reaccionaria que gustaba de discursos más del estilo de Primo de Rivera, como Blas Piñar, pero daban mítines a los que acudían unos pocos adeptos. Franco no concitó en torno suyo extremismos ni fanáticos seguidores, él iba a lo que iba, y lo hacía con cautela y sobriedad. Es ahora cuando se montan circos mediáticos, antes no.
Actualmente se identifica la bandera con aquellas ideologías, y casi es una vergüenza llevarla o mostrarla, cuando en realidad no debería estar asociada a ningún pensamiento político, pues es la seña de identidad de una nación simplemente.
Mi madre recuerda con especial cariño la visita que hizo Franco al internado de Aranjuez para huérfanas de militar. Al ver a todas aquellas niñas juntas, se sintió profundamente conmovido y le asomaron las lágrimas a los ojos. La mayoría de ellas se había quedado sin padre a causa de la guerra. Precisamente por ser militar no le pasaba desapercibido el coste humano que toda contienda tiene para la población civil, pero parece inevitable llegar a ciertas situaciones aún sabiendo los sacrificios que van a traer consigo.
Sólo cuando él era un anciano y ya no podía tomar decisiones con la fuerza y energía que le eran habituales fue cuando aprovecharon los terroristas, nuestra mayor lacra, para salir de sus escondrijos y empezar a cometer sus atentados. Luego el resto de los delincuentes, y ya nunca volvimos a vivir en paz.
Cuando murió permanecimos mi familia y yo en una cola kilométrica durante horas para ver expuesto su cadáver, aunque nos quedamos a mitad de la Cuesta de San Vicente, nunca llegamos al final, vencidos por el cansancio. Yo tenía nueve años.
He leído muchas cosas sobre el franquismo, no muy halagüeñas, y de ellas la que más curiosidad despertó en mí fue un artículo de hace unos años de Josep Vicent Marqués, escritor que me ha gustado siempre mucho: "El franquismo explicó cómo de recatadas debieran ser las mujeres, cómo de corales debieran ser las regiones, cómo de zapateantes debieran ser los andaluces, y así sucesivamente. El franquismo nos explicó cómo era el "verdadero" pueblo, de modo que quien no era así no era ni verdadero ni pueblo". Tiene su gracia así como ironía, pero no creo que la autoridad llegara a tanto.
Sólo encuentro una explicación plausible al motivo por el que Franco estuvo tanto tiempo en el poder: porque funcionábamos bien así. Es como cuando me dice mi hija que me cambie de móvil o de cualquier otra cosa, que hace mucho que lo tengo y ya está viejo, que si no me canso de tener siempre lo mismo. Pues no, no me canso de aquello que aún sigue funcionando, mis gustos no cambian con las modas, sobre todo si veo que continúa siendo bueno para mí. No digo que tenemos que volver a una dictadura, pero la democracia, tal y como aquí se ha concebido, es una fuente constante de desilusión para mí.
 
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