No sé si las aficiones se podrán transmitir a través de las generaciones, lo mismo que se heredan los rasgos genéticos, pero si hay algo que nos ha apasionado en mi familia a lo largo de tres generaciones es el gusto por el cine.
A mi abuelo paterno le encantaba, y como nació a principios del siglo pasado, tuvo el privilegio de asistir a los albores del celuloide. Él era un gran admirador de Humphrey Bogart, con el que guardaba un gran parecido físico. Todas estas cosas las he sabido por referencias, pues nunca tuve mucho trato con él, serio y poco dado a confianzas como era.
Mi padre es también un cinéfilo empedernido. Le han gustado siempre los actores que encarnaban tipos duros: Humphrey Bogart (como a su padre), John Wayne, Clint Eastwood, Lee Marvin... Él tuvo la suerte de crecer cuando se gestaron la mayor parte de las obras maestras del cine, en la época dorada de Hollywood, y algunas europeas, como las que hacía Bergman, o lo que nos venía de Francia e Italia.
Mi madre dice que cuando me daba el biberón, yo tenía puesto un ojo en él y otro en la televisión. Mi generación es la generación de la tele en blanco y negro y después en color, con dos canales que eran como los dos ojos con los que veíamos el mundo. Se pasaban películas maravillosas, que ya no he vuelto a ver ni siquiera en el Digital, en el que se supone encuentras de todo. Son retazos que han quedado en mi memoria, que atesoro como algo fascinante, muy especial. El talento que antes existía en el séptimo arte sólo se vislumbra de vez en cuando hoy en día.
En la época del colegio me gustaba recortar las escenas de películas que aparecían en el TP, pequeña revista semanal que aún se vende, con la programación televisiva. Las pegaba en folios y mecanografiaba al lado una crítica cinematográfica. Las ordenaba por temas, y a cada uno le hacía una portada que yo dibujaba:
El cine de aventuras estaba representado por un gran barco surcando los mares azules con las velas hinchadas al viento.
El de terror era un primer plano del protagonista de "Psicosis" tapándose la boca con una mano mientras que con la otra parece intentar detener una amenaza que se cierne sobre él, recortado contra una gran telaraña de fondo, sobre la que pegué dos murciélagos revoloteando, uno rojo y otro negro, cuya silueta dibujé en papel charol.
El del oeste era un desierto color mostaza con sus cerros, dos cactus (uno atravesado por una flecha), la silueta negra de un vaquero desenfundando su revólver, un sol medio oculto en la línea del horizonte y una cabeza de caballo al fondo.
Las películas de humor estaban representadas por la tan conocida imagen de Charlot junto a una farola iluminada. También dibujé la cara de Groucho Marx en una esquina.
Las de ciencia-ficción era el extraterreste de "E.T." cuando posa su dedo luminoso en la frente de Elliot, el asombrado protagonista, todo en medio de una bruma amarilla y azul.
Los films de espionaje son una calle de noche, bajo la luz de una farola, y la figura en negro de un hombre que camina, con su gabardina, el cuello alzado, su sombrero y un cigarrillo, que va dejando una estela de humo a su paso. Al fondo una fachada de ladrillos de un edificio y, sobre la acera, una boca de riego de las que se ven en las películas norteamericanas, dos cubos de basura, uno tirado, una rejilla del alcantarillado, una tapa de alcantarilla, y en la esquina del fondo un coche negro que se aproxima, con los focos amarillos iluminando la carretera.
Las películas de dibujos animados están representadas por una galería de personajes de Walt Disney, todos flotando en nubes, cada uno de un color: el pato Donald, Bugs Bunny, Mickie Mouse, Bambi y Tambor, el pato Lucas y, en medio, Blancanieves incorporada en las camitas cuando acaba de ver a los siete enanitos que la contemplan sorprendidos.
El cine policiaco es el rostro de Bogart en clarooscuro, con su eterno cigarrillo colgando a un lado de la boca, iluminado por la luz de una cerilla encendida.
Los musicales son una escena de baile de "West side story".
Las románticas se quedaron sin portada, porque quise dibujar la escena del cartel publicitario de "Lo que el viento se llevó", en la que el protagonista tiene en sus brazos a la bella Escarlata O'Hara, a la que mira atormentada y apasionadamente, pero la cara de ella no terminó de salirme bien, se ve que está muchas veces borrada.
A las películas dramáticas, históricas, comedias y melodramas no les llegué a hacer ninguna portada. Supongo que no se me ocurría qué dibujar o me cansé de hacerlo.
En uno de los recortes he visto que la película estaba clasificada con dos rombos, nada menos que la insigne serie "Retorno a Brideshead", cuyo tema por alguna razón escandalizó a los censores.
Todos estos recortes están ahora amarillentos, pero siguen siendo retazos del pasado que tuvieron como telón de fondo un montón de historias contadas en imágenes, existencias imaginadas que bien podrían ser reales. Con ellas aprendí muchas cosas, y en ellas me inspiro en cada uno de los pensamientos y emociones que me invaden con cada paso que doy en la vida.