lunes, 22 de noviembre de 2010

Un poco de todo (VII)

- Hace poco he sabido de un fenómeno meteorológico que me ha parecido sorprendente y espectacular por un correo electrónico que me mandó una amiga. Se trata de las nubes Morning Glory. Aparecen en diversas partes del mundo, pero donde son más espectaculares y conocidas es en el norte de Australia.

Es una gran nube en forma de rollo que puede alcanzar los 1000 km. de largo, 1 a 2 km. de altura y que puede desplazarse a velocidades de hasta 60 km/h. Suele ir acompañada de ráfagas de viento repentino. En la parte frontal de la nube hay fuertes movimientos verticales que transportan el aire a través de la nube y es lo que crea la apariencia de rollo.

Suelen estar asociadas a las brisas marinas. Los vientos a nivel del suelo cesan cuando la nube pasa por encima.

En Buketown, pequeña población australiana de sólo 178 habitantes, pueden verse entre septiembre y octubre. Allí acuden pilotos de parapentes y alas deltas a los que les gusta volar sobre ellas. En una ocasión hubo una que atravesó Inglaterra, pero no pudo ser avistada porque se formaron nubes por debajo de ella.


- Qué cierto es aquello de que nunca sabemos lo que va a ser de nosotros, no ya sólo en el futuro, sino en breve plazo; cualquier acontecimiento inesperado puede dar un giro radical a nuestras vidas. Así ha pasado con un amigo de mi hijo, que no hace mucho estuvo en mi casa comiendo. De origen sudamericano, aunque él nació en Madrid, en aquel momento vivía solo con su padre y era huérfano de madre, detalle éste que me conmovió profundamente y me llevó a invitarle a comer ese día y todos los que quisiera. Sergio me pareció un chico de carácter afable, grande como un armario, educado y un poco tímido. Intuí, por algunas cosas que dijo, que debía estar acostumbrado a ocuparse de sí mismo. Ahora Miguel Ángel me ha dicho, para mi sorpresa y estupor, que también ha muerto su padre, por enfermedad.

Sergio tiene un hermano mayor, que se marchó de casa hace años y del que nunca han vuelto a saber nada, y una hermana también mayor, que por lo visto no se ha querido hacer cargo de él. En poco tiempo pasará a ingresar en un orfanato, y ya ha empezado a regalar a sus amigos y amigas, que son muchos, su X-Box, su play y muchos de sus objetos personales, que allá a donde va no se puede llevar. Se irá del instituto y del barrio. Y me consta que lo hará sin exhalar una sola queja.

Se me ocurrió proponerle a Miguel Ángel que si le parecía bien que viniera a vivir a casa, a adoptarle si fuera posible. Sergio me había llegado al corazón, y el destino que ahora se abría ante él me resultaba injusto y cruel. Pero los chicos son egoístas. “Para mamá, a dónde vas. No es nuestro problema”, me dijo. 

Como he leído en el libro que me estoy leyendo, Jane Eyre, “Asistir al sufrimiento y sacrificio de otros hizo que dejara de pensar sólo en mí misma”. Es una gran verdad. Mirando lo que ocurre a nuestro alrededor, se puede decir que no tenemos derecho a quejarnos, da igual cuáles sean nuestros problemas. Qué duro debe ser no tener a nadie que te reclame, no importarle a nadie nada.

Le dije a mi hijo que en cuanto pudiera salir de esa institución le invitara a venir por casa cuando quisiera. Como es tan parco no sé si lo hará.
A Sergio lo voy a tener siempre en mi corazón.

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