martes, 1 de febrero de 2011

Cleopatra


La figura de Cleopatra ha estado envuelta siempre en la leyenda y el misterio. Su tumba nunca ha sido encontrada, aunque el hallazgo de su sarcófago parece estar cada día más cerca. Los arqueólogos se afanan en una carrera contrarreloj para dar antes que los demás con el descubrimiento más importante del siglo XXI.

Cuando no se bañaba en leche de burra bebía sorbos de perlas disueltas en vinagre. Y a las reuniones con los políticos romanos acudía con un provocativo tanga de piedras preciosas. Lo que sí es cierto es que la mujer más rica de la época hablaba nueve idiomas y vivía en un palacio con tejados de oro.

Con los años han ido apareciendo numerosos datos sobre ella: monedas en las que la faraona luce una nariz enérgica, o una estatua de mármol en Roma, la Venus Esquilita, que muestra su bello rostro. Incluso un papiro con su firma. Sin embargo, lo que más debate sigue generando entre los expertos es qué sucedió aquel dramático día de agosto del año 30 a.C., que terminó con el doble suicidio de la reina y de su consorte Marco Antonio. ¿Qué ocurrió con los cuerpos?.

Hace tiempo que se ha descartado que Cleopatra muriera realmente por la mordedura de un áspid. Según estas fuentes antiguas, la reina sacó una cobra de una cesta de mimbre y la apretó contra su pecho. Los síntomas son vómitos y parálisis y la muerte se produce al cabo de varias horas, pero en los relatos que nos han llegado se habla de un dulce sueño en el que la reina cayó. Además con ella fallecieron dos doncellas y ninguna cobra es capaz de producir tanto veneno en tan poco tiempo.

Un experto afirma que se utilizó un cóctel de cicuta y opio, y quizá también un alfiler y un emplaste tóxico: la reina presentaba pinchazos en el brazo. Puede que quisiera que la toxina llegara cuanto antes al riego sanguíneo.

También se conoce el lugar de los hechos. Cleopatra hizo construir un mausoleo en los jardines reales, con ventanas en el primer piso. La puerta de entrada poseía un mecanismo secreto que hacía imposible abrirla una vez cerrada.

En ese lugar ocurrió la tragedia, antes de la llegada de las tropas del romano Octavio. Supuestamente, la reina fue luego embalsamada y sepultada con su marido. Un sorprendente hallazgo en Alejandría parece confirmar este relato. Un marino descubrió en las aguas del puerto un enorme portal, de unas 15 toneladas, que se cree que formaba parte del mausoleo, pero hasta hoy no se ha encontrado ni rastro de los sarcófagos.

Hay una arqueóloga que piensa que el cuerpo de Cleopatra fue sepultado en secreto por sus partidarios en el templo de Osiris en Taposiris Magna, a 50 kms. de Alejandría. En las ruinas del templo ha descubierto un cementerio, 22 monedas con la efigie de la reina y numerosas criptas. Mediante radares se han descubierto momias en algunas cámaras.

En estos momentos se está despejando a golpe de pala el camino hacia este inframundo.

En realidad nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió a orillas del Nilo hace 2000 años. Toda la infancia de la reina está cubierta de sombras. Es probable que su abuelo fuera sacerdote en Menfis. Su presentación en el ruedo de la política, con 21 años, levantó ampollas en la época, donde era impensable que una mujer participara como un hombre de ciertos privilegios. Cicerón dijo que la odiaba, Plinio la llamó puta, y Horacio “monstruo fatídico”.

Para muchos historiadores Cleopatra era una lingüista que escribió interesantes tratados sobre cosmética y asistencia al parto, una gestora brillante y una mujer muy inteligente además de sumamente bella. Sin duda era alguien muy segura de sí misma, versada en política, diplomacia y gobierno, carente de principios morales y con una ciega sed de poder.

Todo esto era en buena medida consecuencia de su herencia familiar. Durante 300 años la demente dinastía ptolemaica se perpetuó mediante el incesto, y los sucesivos monarcas se alzaban en el trono recurriendo a la práctica de asesinar a sus parientes.

El mismo Ptolomeo XII hizo ejecutar a su hija mayor. Cleopatra, que entonces tenía 14 años, asistió al final de su hermana. Pero no tardó en demostrar una falta de escrúpulos parecida, pues se fue abriendo paso hacia el poder con brutalidad y ordenó incluso acabar con su hermano pequeño, un estorbo en su camino. Sin embargo, su arma más efectiva para llegar a lo más alto fue la seducción.

Cuando Julio César visitó en el 48 a.C. el decadente reino de las pirámides, Cleopatra consiguió colarse en las habitaciones del general, que entonces tenía 52 años. El autor romano Dion Casio lo describe como “un tipo extremadamente lascivo que yacía con todas las mujeres que podía”. Decidió llevarse a Cleopatra a Roma y le regaló una villa de lujo. Allí ella le contó sus ambiciosos planes: crear, con César, un superreino en Oriente, con Alejandría como capital.

Pero los planes no salieron bien. César murió en un atentado en el 44 a.C. La reina huyó de regreso al Nilo, aunque no tardó en presentársele una nueva oportunidad para llevar a cabo sus proyectos, esta vez con Marco Antonio, el hombre más poderoso de Roma, el comandante de todas las tropas estacionadas en la parte oriental del imperio.

A bordo de una galera con la popa de oro y las velas de púrpura acudió Cleopatra a su encuentro. El militar vio piel desnuda, collares de perlas, maquillaje, y una mujer de ojos almendrados recostada sobre almohadones de seda, entre nubes de incienso, y no pudo resistir la tentación.

Marco Antonio se instaló a orillas del Nilo, se casó con la faraona y tuvo tres hijos, pese a que en Roma le esperaba Octavia, su esposa oficial. El placer y la felicidad reinaron en Egipto durante un tiempo. La pareja celebraba bailes de disfraces y hacía arrojar pétalos de rosas sobre sus invitados. En su tiempo libre los amantes bebían, jugaban a los dados e iban de caza. A veces, al anochecer, se vestían con las ropas de sus siervos y visitaban las chozas de las clases humildes. En los actos oficiales, Cleopatra lucía un vestido transparente.

Por el contrario, su principal rival en Roma, Octavio (heredero de César), se comportaba con severa austeridad y en el 32 a.C. les declaró la guerra. En la batalla decisiva se enfrentaron 100.000 legionarios. El ejército de Marco Antonio fueron totalmente derrotado. Aquella batalla marcaría el destino del mundo. Hay un historiador que ha dicho que si hubiese triunfado Marco Antonio el impero romano habría sido “más divertido y dionisíaco”.

El vencedor irrumpió en Alejandría el 1 de agosto. La reina se encerró en su mausoleo. Marco Antonio se arrojó sobre su espada. Cleopatra, abatida, se cubrió la cara con la sangre de su marido. Los guardias lograron sacarla del búnker fúnebre y llevarla a palacio. Allí, al noveno día, se suicidó. La leyenda de la mordedura de áspid, según una historiadora, fue extendida por Octavio para hacer ver cómo la cobra, el animal protector de los faraones, se había vuelto contra éstos por culpa de ella. Su intención fue desacreditar a la faraona y condenarla al olvido. Pero consiguió justo lo contrario. 

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