martes, 22 de febrero de 2011

Hospital de Día (II)

Últimamente a Miguel Ángel le gusta, mientras vemos la televisión después de cenar, poner su cabeza sobre mi regazo y dejar que le de masajes por la espalda, los brazos, el pecho y la cabeza. Eso le alivia y le relaja mucho, casi no se quiere acostar cuando llega la hora, sólo por estar más tiempo así. Tiene 15 años y es más grande que yo, pero sigue siendo un niño que necesita mucho afecto y comprensión, todo el que pueda dársele.

Es ahora cuando se le está viendo mejoría. Su hermana es la que más lo percibe, dice que habla más con ella. Siempre han hablado, pero ella dice que nunca han llegado a comunicarse. Además nos mira a todos a la cara y se queda como pensativo, es como si empezara a salir de su mundo, un lugar en el que hasta el momento había permanecido encerrado, ensimismado. Su gesto se ha relajado y a veces me sonríe de una forma muy dulce, ya no está siempre serio como antes. Su gran inteligencia y su sensibilidad han permanecido semi ocultas por todas estas circunstancias.

Y mientras, en el Hospital de Día sigue sus terapias. Él nunca quiere hablar de lo que hace en ellas. Sé que en las que son colectivas todos se reunen y comentan sus experiencias personales. Miguel Ángel es el único que no habla, aunque nadie le obliga a ello. Así ha sabido lo que les pasa a los demás: chicas con bulimia, alguna con anorexia, que han intentado suicidarse o que se autolesionan, un chico que salió de un coma etílico, otro que ha estado en correccionales (si se le ve nadie lo diría, porque tiene un aspecto impecable), uno que maltrata de palabra y obra a su madre… Hace poco llegó una chica que nació en Chernobil y tiene problemas de salud a consecuencia de ello, además de haber sufrido abusos sexuales en su infancia. A veces te preguntas cómo en una vida tan corta han podido caber tantos horrores.

Me angustia que Miguel Ángel tenga que escuchar todas esas barbaridades, aún es demasiado joven para tener que aguantar tales cosas, pero alguien me dijo hace poco que no me preocupara porque sin duda él saldría reforzado de toda esta experiencia, y creo que sí va a ser así.

Cada dos semanas vamos a unas reuniones de padres en las que se cuenta las preocupaciones de cada cual, es un desahogo, y se opina sobre la experiencia de los otros desde la experiencia personal. Jesús, junto con una o dos terapeutas, hace las veces de introductor y moderador, el resto del tiempo se limita sólo a escuchar. Los únicos que no abrimos la boca somos mi ex marido y yo, él porque no termina de aceptar la situación y acude de mala gana, y yo porque me siento incapaz de hablar sobre lo que desconozco y ya el tener que escuchar la clase de problemas que tienen los que allí acuden me deja sin palabras. No tengo tampoco la confianza suficiente con estas personas como para permitirme opinar o aconsejar sobre sus problemas tan personales. Qué puedo yo decirle a una madre cuyo hijo sigue con vida sólo porque ella tuvo los reflejos suficientes para cogerle a tiempo por la ropa y evitar así que se tirara por una ventana de su casa… Yo de por sí no suelo hablar mucho cuando hay mucha gente a mi alrededor, pero además aquí es que me siento superada por las circunstancias.

Una vez al mes tenemos consulta con Jesús, en la que está presente Miguel Ángel. Jesús parece muy satisfecho por la forma como están yendo las cosas. De él dijo que era “un tío muy honrado y trabajador”, algo que a mi hijo le gustó oir, por supuesto. Yo dije que además es muy sufrido también, porque nunca se queja de nada, a pesar de todo.

Miguel Ángel sigue siendo reacio a abrirse a él. Jesús, con mucha gracia, contó que le había tenido que acorralar un día en la cocina, como si fuera un sparring, para poder hablar con él. Dice que sólo le ha sonreído en alguna ocasión, y es como si le doliera porque es un hombre tremendamente humano y necesita también que haya reciprocidad, no sólo da apoyo y tratamiento a los chicos sino que quiere sentir que le corresponden.

Como dije en la primera reunión de padres a la que asistí, cuando tienes que resumir tu caso para que los demás lo conozcan, “no sé qué es lo que le pasa a mi hijo, pero por lo menos sé que está en un sitio donde se interesan por él y le pueden ayudar”. Y eso es más de lo que he podido decir hasta ahora.

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