martes, 4 de octubre de 2011

Billy Elliot (I)


Billy es un chico de once años que vive en un barrio obrero de un pueblecito inglés a mediados de los 80. Su padre y su hermano mayor son mineros y están inmersos en una huelga. Su madre murió cuando él era pequeño.

A Billy no le gustan las clases de boxeo a las que le ha apuntado su padre, siguiendo la tradición familiar. A pesar de su corta edad es ya todo un carácter, sabe perfectamente lo que quiere. Es consciente de que un deporte como ese es lo más adecuado para un entorno como en el que vive, pero todo su interés lo acapara la clase de ballet clásico que un grupo de niñas da provisionalmente en el gimnasio de su colegio, mientras encuentran un lugar mejor.

Billy se apunta a las clases sin que su padre lo sepa. La srta. Wilkinson es una profesora exigente y disciplinada, con pocas concesiones a la familiaridad o el sentimentalismo. Sin embargo, enseguida ve en él grandes posibilidades. Aburrida de las rutinas de la vida diaria, en el fondo es una rebelde a la que le gusta romper moldes. Un niño en medio de una clase de niñas es una forma de saltarse los convencionalismos.

La cara del padre de Billy es inenarrable cuando ve por 1ª vez a su hijo en la clase de ballet, rodeado de tutús. Aunque la cara de Billy al verse sorprendido es también inefable. El padre lo saca de allí sin dejar de gritarle.

Ya en casa intenta hablarlo con calma, pero se juntan dos temperamentos muy fuertes. “¡Te odio, eres un cabronazo!”, le grita Billy a su padre con rencor. Se miran por un momento, el niño desafiante, como pensando lo que acaba de decir, el padre cada vez más rojo con creciente indignación . De pronto, casi al unísono, se levantan y salen corriendo, el padre persiguiendo al hijo para darle su merecido, en vano.

Billy visita a su profesora en su casa. El marido de ésta no dejar de meter la pata hablando mal de los mineros. La profesora está incómoda y Billy, molesto, le pregunta que a qué se dedica él. Cuando se entera de que está en paro, le asoma una media sonrisa, en uno de sus gestos más característicos y que tanto encanto le dan.

La hija del matrimonio, Debbie, que es de la edad de Billy, desvela en su habitación los secretos de su familia: su padre bebe porque se siente desgraciado, su madre y él duermen separados para no hacer el amor. “Mira que sois raros, estáis todos como una cabra”, le dice Billy. Luego se sonríe y empieza una guerra de almohadas.

Cuando la srta. Wilkinson lleva en su coche a Billy de vuelta a su barrio, le propone que se prepare para ingresar en la Royal Ballet School, una escuela de prestigio. Él tiene sus dudas porque sabe que no cuenta con la aprobación de su padre. Luego, medio bromeando, le dice a ella: “Lo haremos en privado”. “Vale”, le contesta. “¿No le estaré gustando, verdad srta.?”, le dice Billy con guasa. “Vete al cuerno”, le responde con sorna. “Al cuerno se irá usted.”, dice Billy riendo mientras sale del coche.

Billy va a casa de su mejor amigo, Michael. Lo encuentra probándose los vestidos de su hermana y pintándose con sus pinturas. “¿Qué diría si te viera tu padre?”, le dice Billy. “Pero si él se pone la ropa de mi madre cuando ella no está”, le contesta, y se pone a pintarle los labios a Billy con un rojo intenso. Le cuenta sus planes. “¿Y no lo sabe tu padre?”, le pregunta Michael. “No deberías ir, te voy a echar de menos”, le sigue diciendo. Billy de repente se siente desanimado y se tumba en la cama de su amigo resoplando: "¡Hay que joderse!”.

Billy acude a su 1ª clase privada de baile. La profesora está en el gimnasio vacío esperándole. Ambos se sientan en el ring y Billy le enseña una carta que su madre le escribió poco antes de morir y que tenía que haber leído cuando cumpliera 18 años. La profesora empieza a leerla en voz alta, es muy conmovedora, pero Billy la interrumpe para recitársela de memoria. “Tu madre debió ser una mujer muy especial”, le dice ella. “No, sólo era mi madre”, le contesta. Billy ha traído una cinta de música de su hermano, un boogie, y se ponen a bailar.

Cuando va por la calle no puede dejar de bailar, ensayando los pasos que ha aprendido.

El hermano de Billy se levanta una madrugada. Billy se despierta y ve que coge un martillo. Quiere ir a la huelga protegido. El padre se ha levantado también e intenta impedirle que vaya armado. Forcejean, ante la mirada asustada de Billy y sus gritos angustiados.
Billy se cansa de la tensión de las clases. Además está nervioso y disgustado por su situación familiar. Tiene una pelea con la profesora, durante la que le reprocha que quiera superar sus frustraciones personales haciendo de él lo que ella no ha sido, cueste lo que cueste. Le dice que es una amargada porque tiene un marido en paro que no la quiere. Ella le da un bofetón, del que se arrepiente enseguida, y él se marcha corriendo, aún más furioso.

Cuando por la noche, ya en casa, abre la nevera para beber leche, ve a su madre en la puerta de la cocina que le regaña cariñosamente por no coger un vaso, como solía hacer cuando vivía. Ella parece que siempre está presente, sobre todo en los momentos difíciles.

La profesora le cuenta, mientras van al lugar donde hará la prueba para enseñárselo, la historia de El lago de los cisnes, pero a su manera tan particular. Todo romanticismo parece haberle sido negado, y más ante las preguntas insistentes de Billy, que la ponen nerviosa.

Debbie se le acerca un día en el gimnasio mientras él se está atando las zapatillas de deporte. “Billy ¿yo te gusto?”. “No lo sé, nunca me lo he preguntado”, le dice muy serio. “Si quiere te enseño mi rajita”, le dice ella. “No, no hace falta”, le dice al cabo de un momento de desconcierto.

Los huelguistas huyen calle abajo de la persecución policial. El hermano de Billy se va introduciendo en todas las casas de la barriada, donde le franquean todas las puertas y le ayudan a escapar. Al final le alcanzan, ante la mirada decepcionada de Billy. 

Cuando llega el día de la prueba Billy no se presenta. La profesora va a buscarle a su casa, y se tiene que encarar con el padre y el hermano. Ellos no sabían nada. El hermano acaba de salir de la cárcel y está de muy mal talante. “No tiene más que 11 años”. Lo sube alterado a la mesa para que demuestre que sabe bailar, pero Billy no quiere. La profesora y el hermano se enzarzan en una discusión plagada de gritos e insultos. Billy sale al patio y le da patadas a todo, pero al final se pone a bailar porque es la única forma que tiene de dar salida a sus tensiones. Baila claqué durante mucho rato.

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