viernes, 21 de octubre de 2011

La justicia según Esteban


En algún momento dado de nuestras vidas todos tenemos necesidad de hacer valer nuestros derechos, con independencia de los años que tengamos, pero si ésto sucede cuando se es aún muy joven puede resultar algo realmente conmovedor.

Esteban tiene 14 años y ha sido compañero de mi hija en el colegio y hasta el año pasado en el instituto. Él es ecuatoriano, y desde pequeño tuvo siempre una seriedad y un aire reflexivo que no era corriente a su edad. Y ahora, siendo ya un adolescente, ha sacado a relucir su fuerza de carácter y su gran personalidad.

Su madre, Margarita, me contaba entre apenada e indignada lo que le había pasado. Esteban no estaba contento con el grupo que le han asignado este curso, donde no conocía a nadie y se sentía solo, pidió a la jefatura de estudios que le cambiaran, pero le dijeron que no. Por si fuera poco había solicitado de optativa teatro, pero le pusieron en una que no había solicitado y que no le gustaba, y cuando fue a reclamar le contestaron que en la que él quería ya estaba el cupo completo. Pidió otra optativa que le gustaba un poco más que la que le habían asignado, ampliación de matemáticas, para la que por lo visto es necesario tener buenos conocimientos en la materia. Le hicieron pasar por un examen de prueba al que no someten nunca a nadie, que superó, para terminar diciéndole que ya había transcurrido demasiado tiempo y que se tenía que conformarse con el grupo y la optativa asignados.

Esteban, indignado, protestó primero ante una de las jefas de estudio y luego ante la otra. Al final cayó en la cuenta de que era evidente que se habían dedicado a marear la perdiz para demorar la decisión y así poder decirle que ya era tarde. Esteban se sintió impotente, humillado, pisoteado en sus derechos. Sólo unos cuantos consiguen que les cambien de grupo cuando lo han solicitado, los enchufados como dicen él y mi hija, que también quería que la cambiaran, infructuosamente. Entre los que tienen bula está, cómo no, la hija de una de las jefas de estudios. Es vox populi.

Y así estos pobres púberes han entrado de lleno en la lamentable espiral de intereses creados y pequeñas infamias y corruptelas que constituyen una de las principales lacras que caracterizan el mundo de los adultos. Seres que están empezando a vivir, que aún conservan su inocencia y su sentido de la justicia intactos, no hacen más que recibir deplorables ejemplos a cerca de lo que no se debe ser nunca, un oportunista, un caradura, un lameculos. Si le haces la pelota a la persona adecuada conseguirás todo lo que quieras, si sólo expones tu honestidad, tu sentido de lo que es justo y tu necesidad, serás apartado como quien sacude la mano para espantar un insecto que está molestando.

Margarita quería confraternizar, quitarle importancia al asunto, intentar que Esteban siguiera sintiendo respeto por la autoridad y que las aguas volvieran a su cauce. Pero ya era demasiado tarde, incluso llegó a reprocharle a su madre que no hubiera estado lo bastante contundente cuando fue a hablar por él. Sabía que la razón estaba de su parte y que había sido víctima de una discriminación, de una injusticia, y daba igual lo que pudiera decir ni su madre ni nadie. Todos los días había ido a la jefatura de estudios, haciendo gala de una determinación que muchos quisieran para sí, y se habían dedicado a darle largas, el "vuelva usted mañana" que decía Larra. “Como hay un Dios, en el que creo, que esas locas tarde o temprano tendrán su merecido”, exclamó refiriéndose a las jefas de estudio, sus verdugas. Esas locas que le habían estado intentando confundir cuando eran ellas las que estaban confundidas. A falta de una justicia humana, apelaba el pobre a la justicia divina. Alcemos nuestro dedo índice enhiesto hacia el cielo esperando que caiga el rayo castigador sobre los indeseables. El recurso a la pataleta, pálido deseo de venganza que alguna vez puede que se vea satisfecho. Al final lo que han conseguido es que Esteban afronte el curso con desánimo y que esté menos motivado para el estudio. Pero a ellos eso les da igual.

Me conmueve Esteban y su sentido de lo que está bien y está mal, su honestidad consigo mismo y para todo lo demás, su rectitud, la tranquila seguridad de sus convicciones personales. A su madre le hace gracia tanta formalidad en un chico que aún es un niño, nadie mejor que ella para entender lo que piensa y siente su hijo, cómo es él. Pero ya con 14 años muchos chavales saben perfectamente lo que quieren y lo que es correcto, y siendo como Esteban lucharán contra los elementos para hacer valer su causa.

Le deseo a Esteban suerte en el futuro, para que en su vida no tenga que bregar con demasiadas situaciones en las que tenga que poner a prueba su determinación y su sentido de la justicia. Porque ser una persona de bien resulta algo quijotesco hoy en día, casi una heroicidad. Quisiera que no perdiera su fe en el ser humano ni sus ganas de estudiar. Ocasiones habrá en que encuentre justicia donde parezca no haberla y personas justas como él. Ocasiones habrá en que su rectitud sea reconocida en lugar de desechada. Ojalá nunca se aparte de ese camino, siempre inasequible al desaliento.

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