Javier me había dicho cómo se llamaba su web, un nombre precioso con profundas resonancias, pero aún así me equivoqué cuando lo quise buscar en Internet por vez primera. Los gritos del silencio, escribí. No, que eso es una película, y muy buena por cierto, de los 80. Los sonidos del silencio. Tampoco, es una canción. Voces del silencio, menos, es un libro. ¡Por fin!, Voces del desierto. Nombre que le inspiró un libro con el mismo título, obra de la escritora y médico estadounidense Marlo Morgan, que dejó profunda huella en él.
Contacté con Javier a través de Facebook. Fue compañero y amigo de cuando estudiábamos Periodismo y hacía por lo menos 22 años que no nos veíamos. Sigue siendo el mismo de siempre, su misma forma tan particular de contar las cosas, sus gestos, su manera de pensar.
En Colombia |
En este tiempo le han pasado cosas muy interesantes. Escribió un libro sobre Patarroyo, el inmunólogo español que investiga en Colombia sobre la vacuna de la malaria, Patarroyo, pasión por la vida. Para ello viajó allí y llevó a cabo una tarea ingente documentándose a fondo, presenciando su trabajo de laboratorio, y relacionándose con su familia y amigos. Este es con certeza el sustrato íntimo de un escritor y periodista que se precie, ser testigo directo día a día de las pequeñas grandes cosas que acontecen al objeto del reportaje o libro, vivir las mismas experiencias. Luego vino la otra batalla, la de las editoriales: Javier tardó 10 años en conseguir que se lo publicaran, los asuntos científicos y humanitarios no siempre despiertan el suficiente interés, aunque ahora parezca que están tan de moda.
Con Patarroyo |
En la presentación del libro Javier se vio respaldado por una figura de la talla de José Saramago, entre otros ilustres invitados, con el que mantuvo una entrañable amistad, al igual que con su esposa, hasta la muerte de éste. Dice haberse sentido abrumado por el honor, pero nadie lo merece más que él.
Junto a José Saramago, entre otros |
Javier me habló de su amistad con el médico y cooperante de la AECID Juan Bartolomé, fallecido no hace mucho. Un hombre atípico, viajado, culto, con una personalidad magnética. Y de la que tiene con Pedro Fusté, periodista y creador de una fundación de ayuda humanitaria a África, un hombre que le manda siempre “medio abrazo” porque perdió una de sus extremidades en un accidente. Y es que una de las muchas cosas buenas de ser periodista es que se tiene la oportunidad de conocer y tratar a personas excepcionales.
Ahora está preparando un libro sobre la familia Mahou para conmemorar el 125 aniversario de la fundación de la fábrica cervecera. Será una edición preciosa para regalar a empresas y admiradores.
Juan Bartolomé |
Sus experiencias y pensamientos los vuelca en su web, a la que hacía mención al principio, Voces del desierto, y como le dije, es todo menos un desierto. Su presentación, sus contenidos, las fotos, tienen un algo poético, tremendamente humano, sentimental como es él. La web es un trasunto de su autor, un oasis en medio del maremágnum digital, una ventana abierta a un mundo maravilloso por la que sólo entra aire fresco. En ella se habla de cultura, de cooperación humanitaria, algo de política. América Latina es el eje en torno al cual giran muchos de los temas, tierra de la que es un enamorado.
Javier sabe muy bien lo difícil que es abrirse camino en un mundo como el periodístico. Trabaja como yo desde su 1ª juventud en la Administración, porque al fin y al cabo hay que pagar las facturas, pero su pasión por la palabra escrita permanece intacta y en creciente ebullición. Ha hecho colaboraciones en prensa nacional, especializada e internacional. Es un gran escritor, todo lo que relata es impactante en el terreno humano y en lo que a actualidad se refiere. Su estilo es directo y fluído. Es polemista pero no sensacionalista. Aborrece, como a todos los que abogamos por un periodismo auténtico, el recurso tan frecuente hoy en día a la carnaza, al señuelo morboso. Javier es inteligente y sensible, dueño de un gran talento literario y periodístico, lector incansable, trabajador, serio y profesional, además de generoso. Su sentido de la justicia le lleva muchas veces a denunciar todo aquello que le parezca execrable, por lo que demuestra tener además mucho valor. Conferenciante, organizador de charlas, de subastas con fines humanitarios, de exposiciones de material fotográfico y documental con el que ha trabajado. Es multifacético y está lleno de iniciativas.
Veo a Javier abstraído en su mundo literario, sintiendo las cosas a través de las letras, pensando siempre en cómo podría escribir todo aquello que se le pasa por la cabeza, todo lo que le acontece. Los que nos dedicamos a esto de la escritura vivimos así. Él es una persona con un mundo interior rico, que siempre tiene varias cosas a la vez rondándole la cabeza, coleccionista de objetos valiosos y poco comunes, con unas enormes inquietudes intelectuales.
Os exhorto a echarle un vistazo a su web Voces del desierto porque es una experiencia inolvidable. Y para que, como también le dije, su voz no se pierda en ningún desierto.
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