Otro correo reciente ha vuelto a ser motivo de reflexión para mí. En esta ocasión, las diferencias que se han creado en torno a mujeres y hombres, injustas para ambos, son el eje central de unas afirmaciones que ponen de manifiesto la brecha abierta entre ambos sexos. Quizá estas palabras sirvan para poner en claro esta situación, para cicatrizar heridas, para hacer más llevadero nuestro caminar juntos por el mundo.
Por cada mujer fuerte cansada de aparentar debilidad, hay un hombre débil cansado de aparentar ser fuerte.
Por cada mujer cansada de tener que actuar como una tonta, hay un hombre agobiado por tener que aparentar saberlo todo.
Por cada mujer cansada de ser calificada como sensiblona y llorona, hay un hombre al que se le ha negado el derecho a llorar y a ser “delicado”.
Por cada mujer calificada como poco femenina cuando compite, hay un hombre obligado a competir para que no se dude de su masculinidad.
Por cada mujer cansada de ser un objeto sexual, hay un hombre preocupado por su potencia sexual.
Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo o a un salario satisfactorio, hay un hombre que debe asumir la responsabilidad económica de otro ser humano.
Por cada mujer que desconoce los mecanismos del automóvil, hay un hombre que no ha aprendido los secretos del arte de cocinar.
Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que redescubre el camino hacia la libertad.
Necesitamos una nueva HUMANIDAD.
Las diferencias que se han establecido entre nosotros son sólo culturales. Estamos condenados a entendernos. Y como rezaba un cartel que he visto mientras buscaba imágenes para este post, mujeres y hombre, hombres y mujeres, somos diferentes pero no desiguales.
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