jueves, 26 de marzo de 2015

El mapa del cielo

 
Me daban el otro día por la calle un folleto azul, junto con una piruleta de fresa con forma de corazón, envuelta en un plástico con la misma foto que la de la propaganda: la portada de un libro flotando en medio de nubes blancas, cuyo título en amarillo rezaba El mapa del cielo. En la otra cara del folleto había, también en azul, un mapa cartografiado del firmamento, un gran círculo dividido en segmentos por cada mes del año. Una mancha blanca de un lado al otro de esta esfera, supongo que la Vía Láctea, manchaba algunas de las constelaciones. Sin duda esta es una forma de hacer publicidad imaginativa y con buen gusto.
Libro escrito por Eben Alexander, neurocirujano y profesor de Medicina norteamericano, que abunda en el tema de las experiencias más allá de la muerte, cuenta lo que vio en la semana que permaneció en coma: un lugar donde el tiempo y el espacio no se experimentan de la forma como los conocemos, pero donde percibió un amor infinito. “Nada está alienado, nada está abandonado, y a nadie se les permite la desesperación”, explica. El autor describe un bosque lleno de árboles, flores, animales, riachuelos, en el que reina la paz y la belleza, y también a Dios, que nos ama y hacia el que confluye el Universo entero. También se encontró con su hermana biológica, a la que nunca había visto.
Afirma que hay que dar la importancia debida a estas vivencias, y que no son simples procesos bioquímicos del cerebro. Tampoco se debe ver desde el punto de vista del antagonismo entre ciencia y fe, sino sencillamente como algo que está más allá de todo condicionamiento y comprensión humanos.
Antes de este libro había escrito hace 3 años otro, La prueba del cielo, en el que describió sólo una parte de lo que vivió. Esta 1ª obra suya tuvo muchas críticas de la comunidad científica, que rechazó de plano las afirmaciones de Eben Alexander acerca de lo sobrenatural del fenómeno que le aconteció. Él las ha rebatido con diversos artículos publicados en algunas de las más prestigiosas revistas científicas. “La muerte del cuerpo y del cerebro no supone el fin de la conciencia, la experiencia humana continúa más allá de la muerte", dice.
Según he leído en Internet, “el libro narra cómo, en el cielo, obtuvo respuestas existenciales que le permitieron perdonar y sanar heridas muy profundas de su infancia, pues fue hijo adoptivo y, ya de adulto, su familia biológica no quiso tener gran contacto con él, por lo que se sumió en depresiones severas que ni la brillantez de su mente racional pudo ayudarle a elaborar”. Eben extrae sus propias conclusiones: “Sé que nuestra conciencia no se limita a nuestro cuerpo físico sino que se extiende más allá de la muerte física. Saber eso me protege ante el dolor que causa ver las tragedias del mundo”.
El neurocirujano cree que su mente no pudo producir esa experiencia porque la meningitis bacteriana severa que padeció, y que le llevó al estado comatoso, destruye la parte más importante del cerebro, el neocórtex. Los médicos que le trataron se mostraron escépticos respecto a su relato, y él mismo quiso serlo también, pero las evidencias le terminaron de convencer. “En esas primeras semanas después de haber emergido de una larga semana de coma, cuando trabajé para poner todos mis recuerdos sobre el papel, paraba y pensaba “Fue demasiado real para ser real”. Se sintió tan real, tan ultra real, que la experiencia de recordarlo resultaba un shock en sí misma”.
Antes era ateo, y muy escéptico respecto a estas experiencias ultraterrenas. El haber experimentado una le ha cambiado la vida: ahora cree en Dios, valora hasta las más pequeñas cosas de la vida, y ya no le tiene miedo a la muerte. Hasta la fecha ninguno de los doctores que lo trataron han podido explicar su milagrosa recuperación.
Eben tiene ahora una certeza: “Eres amado y apreciado profunda y eternamente. No tienes nada que temer (… ) La muerte del cuerpo no es el fin”. 



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