Me daban el otro día por la calle
un folleto azul, junto con una piruleta de fresa con forma de corazón, envuelta
en un plástico con la misma foto que la de la propaganda: la portada de un
libro flotando en medio de nubes blancas, cuyo título en amarillo rezaba El mapa del cielo. En la otra cara del folleto había, también en azul, un
mapa cartografiado del firmamento, un gran círculo dividido en segmentos por
cada mes del año. Una mancha blanca de un lado al otro de esta esfera, supongo
que la Vía Láctea, manchaba algunas de las constelaciones. Sin duda esta es una
forma de hacer publicidad imaginativa y con buen gusto.
Libro escrito por Eben Alexander, neurocirujano y profesor de Medicina norteamericano, que abunda en el tema de
las experiencias más allá de la muerte, cuenta lo que vio en la semana que
permaneció en coma: un lugar donde el
tiempo y el espacio no se experimentan de la forma como los conocemos, pero
donde percibió un amor infinito. “Nada está alienado, nada está
abandonado, y a nadie se les permite la desesperación”, explica. El autor
describe un bosque lleno de árboles, flores, animales, riachuelos, en el que reina la paz y
la belleza, y también a Dios, que nos ama y hacia el que confluye el Universo
entero. También se encontró con su hermana biológica, a la que nunca había
visto.
Afirma que hay que dar la
importancia debida a estas vivencias, y que no son simples procesos bioquímicos
del cerebro. Tampoco se debe ver desde el punto de vista del antagonismo entre
ciencia y fe, sino sencillamente como algo que está más allá de todo
condicionamiento y comprensión humanos.
Antes de este libro había escrito
hace 3 años otro, La prueba del cielo, en el que describió sólo una parte de lo que vivió. Esta 1ª obra suya
tuvo muchas críticas de la comunidad científica, que rechazó de plano las
afirmaciones de Eben Alexander acerca de lo sobrenatural del fenómeno que le
aconteció. Él las ha rebatido con diversos artículos publicados en algunas de
las más prestigiosas revistas científicas. “La muerte del cuerpo y del cerebro
no supone el fin de la conciencia, la experiencia humana
continúa más allá de la muerte", dice.
Según he leído en
Internet, “el libro narra cómo, en el cielo, obtuvo respuestas existenciales
que le permitieron perdonar y sanar heridas muy profundas de su infancia, pues
fue hijo adoptivo y, ya de adulto, su familia biológica no quiso tener gran
contacto con él, por lo que se sumió en depresiones severas que ni la
brillantez de su mente racional pudo ayudarle a elaborar”. Eben extrae sus propias conclusiones: “Sé que nuestra
conciencia no se limita a nuestro cuerpo físico sino que se extiende más allá
de la muerte física. Saber eso me protege ante el dolor que causa ver las
tragedias del mundo”.
El neurocirujano cree que su mente
no pudo producir esa experiencia porque la meningitis bacteriana severa que
padeció, y que le llevó al estado comatoso, destruye la parte más importante del
cerebro, el neocórtex. Los médicos que le trataron se mostraron escépticos
respecto a su relato, y él mismo quiso serlo también, pero las evidencias le
terminaron de convencer. “En esas primeras semanas después de haber emergido de
una larga semana de coma, cuando trabajé para poner todos mis recuerdos sobre
el papel, paraba y pensaba “Fue demasiado real para ser real”. Se sintió tan
real, tan ultra real, que la experiencia de recordarlo resultaba un shock en sí
misma”.
Antes era ateo,
y muy escéptico respecto a estas experiencias ultraterrenas. El haber experimentado una le
ha cambiado la vida: ahora cree en Dios, valora hasta las más pequeñas cosas de
la vida, y ya no le tiene miedo a la muerte. Hasta la fecha ninguno de
los doctores que lo trataron han podido explicar su milagrosa recuperación.
Eben tiene ahora una certeza: “Eres amado y apreciado profunda y eternamente. No tienes nada
que temer (… ) La muerte del cuerpo no es el fin”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario