No quería yo ver El cielo es
real, porque aunque es un tema que difícilmente no puede dejar de interesar
(quién no quiere saber si efectivamente existe un más allá y cómo es), araña zonas profundas del corazón y de la mente, allí donde están
guardados nuestros más profundos anhelos y esperanzas. Posiblemente no deseaba
que alguna cosa que se pudiera decir en la película removiera esos espacios
profundos en los que todo parece estar más o menos asentado. Debe ser que
llegando a ciertas edades sólo queremos estabilidad emocional, y confort mental.
Y baste que la historia se nos
presente a través de los ojos de un niño para que le demos credibilidad. Cierto
que en la infancia predomina la imaginación, pero cuando Colton, un crío norteamericano
de tan sólo 4 años aporta datos tan precisos, resulta escalofriante. Aquí no se
limita a describir la luz al final del túnel ni otras cosas que están ya muy oídas.
Colton ha permanecido muerto por
unos pocos minutos durante una intervención que en principio era sencilla. Pero 3
meses después empieza a contar que ha visto a sus padres en la sala de espera mientras le
operaban, y a su lado en la habitación durante horas cuando no despertaba. Los
ángeles le visitaron en el quirófano, y después le acompañaron a un lugar que
era como una pradera muy verde, inmensa y soleada donde se respiraba paz. Allí
encontró a personas de su familia que no había llegado a conocer, como una tía,
o su bisabuelo, el abuelo de su padre, fallecido 30 años antes. Hace una
descripción de él cuando era joven, porque el padre le muestra una foto hecha
poco antes de que muriera, en la que aparecía anciano, y Colton dijo que no era
así. Le enseñó otra en la que se le veía joven y el niño dijo que era él, que
fue muy cariñoso y que habían jugado. Afirmó además haber estado sentado en el
regazo de Jesús.
Lo que más conmovió a su madre
fue que hubiera estado hablando con una niña rubia de cabellos largos y
rizados, con un vestido vaporoso y blanco, que se le acercó para decirle que no
tuviera miedo y que no se preocupara, que ella era su hermana. Colton dijo que
tenía otra hermana y le preguntó su nombre. La niña le contó que no tenía. La
madre, sorprendida y llorosa, le preguntó cómo era ella, y le dijo que se
parecía a la hermana pero con el pelo de la madre. Ésta le contó a Colton que no
tenía nombre porque nunca llegó a nacer, y ni siquiera sabían que era una niña.
Cuando el padre va con Colton al
hospital donde ha estado éste para pagar la factura de la estancia hospitalaria,
que a duras penas puede afrontar porque pasa por una mala racha económica, el
niño se acerca en un momento de descuido a una cama que ha visto al pasar, donde yace una niña enferma
de leucemia. Le da palabras de aliento, porque sabe que va a morir, le coge de
la mano y le dice lo que va a encontrar en el Cielo. Ella le sonríe y se lo agradece
mucho.
Supieron de una niña, Akiane, que
vivía en otro estado, y que contaba cosas parecidas tras unos sueños que tuvo. Ella,
que dibuja muy bien, pintaba sin cesar el rostro de Jesús. Curiosamente en su familia son
ateos. El padre de Colton le enseñaba a éste las típicas imágenes que de la figura
de Cristo se han hecho, pero cuando le mostró uno de los retratos que había
realizado la niña dijo sin dudar que era Él. Tampoco los ángeles que vió eran
como los solemos representar.
El padre de Colton es líder de la
iglesia metodista wesleyana de su comunidad, que se diferencia del metodismo
calvinista en que fue el primigenio. Tanto él como toda su familia son
profundamente religiosos. Al principio tuvieron sus reservas a la hora de
transmitir al resto de los fieles lo que el niño contaba. Muchos fueron los que
les cuestionaron, pero al final hicieron piña en torno a ellos y creyeron en lo
que les anunciaban, interpretándolo como una señal.
Será por la necesidad de creer que hay un
Cielo, y la inocencia y naturalidad de unos niños nos hace confiar en lo que
dicen y pensar que están en lo cierto, pero hay muchas preguntas sin respuesta. ¿Y los que nacieron deformes,
también allí lo son? Se pinta un lugar donde no existe el dolor, donde
permanecemos tal como éramos en la juventud. Muchas veces me he preguntado qué
apariencia tendríamos allí, si la del último día de nuestra vida siendo
ancianos o la de jóvenes, que es cuando se supone que estamos frescos y
saludables. La hermana de Colton que no llegó a nacer tenía unos 5 ó 6 años. ¿Es que allí crecemos si morimos siendo embriones?.
Todo esto resulta extraño, y un poco pueril.
La fe cristiana nos enseña a aceptar estos misterios sin darle tantas vueltas, sin
cuestionar, sin pretender comprender lo que por lo visto está fuera del alcance
de nuestro limitado entendimiento mortal. Hay cosas que nos superan, que están
más allá de nuestras capacidades, y no hay que aventurarse a especular sobre
ellas. El libro que el padre de Colton escribió contando la experiencia fue
millonario en ventas hace 5 años. Muy oportuno teniendo en cuenta los apuros
económicos por los que pasaba entonces. Hace 2 años sacaron otro, El cielo lo
cambia todo. Vive cada día sabiendo que hay un después, escrito en
colaboración con su mujer. El matrimonio vino a España con Colton, que por entonces ya
tenía 13 años, a presentarlo. Y así están, de gira por el mundo, hablando del
tema, o más bien predicando. Dicen querer ayudar y reconfortar a la gente con sus experiencias, sobre todo a las madres que han tenido un aborto, y a los que han perdido a sus seres queridos.
Habrá que echarle un vistazo al libro, por
lo menos al 1º que publicaron. No querría imaginar que nunca volveré a ver a aquellos que ya se fueron, ni que los que se quedan aquí no me vuelvan a ver a mí. Hay un Cielo, o eso quiero creer con todas mis fuerzas, y puede que sea como el que
describe Colton.
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