Hace unos días me metí en Facebook
por la tarde, algo que no suelo hacer, pues normalmente lo hago por la noche. Por la tarde la fauna social es distinta a la nocturna,
hay más aves de caza al acecho. Mientras estaba a lo mío vi que tenía dos
peticiones de amistad: un cincuentón español gordo, con papada y cara de
aburrimiento, y un casi cincuentón californiano con una pinta maravillosa. No es difícil
imaginar a quién acepté y a quién no.
Y en cuanto pasó a formar parte
de la troupe de amigos que tengo, no tardó más que unos minutos en conectarse al chat
para hablar conmigo. Desde que no hablo con Shahbaz, un paquistaní con el que
hice amistad casi al principio de empezar en Facebook, ya no había vuelto a
practicar mi inglés. Con Shahbaz siempre me entendí muy bien, y yo pensaba que era
porque él usaba palabras sencillas al no ser tampoco su idioma habitual. Pero no, con
Murphy, que así se llama mi nuevo amigo, tampoco fue difícil entenderse aún siendo su lengua materna.
Intentar utilizar Google Translate es un suicidio social, porque hace
traducciones literales, y el inglés es lo menos literal que uno pueda encontrarse. Lo consulto
cuando tengo dudas de sintaxis, que es lo que nos pasa a los que no hemos
hablado nunca en otro idioma aunque lo hayamos aprendido. Yo vivo de las rentas
de lo que me enseñaron en mis tiempos de estudiante, y algo de vocabulario que
he ampliado con el paso de los años, no mucho más.
Murphy estaba encantado con mi
foto de perfil. Le puse un par de fotos recientes en mi muro, hechas con
unas amigas, y ya no le parecí tan ‘beautiful’: esa foto tiene 9 años, 20
kilos menos y estaba yo muy arreglada en la boda de mi hermana. Pero enseguida
rectificó. Como no es el 1º que quiere ligar conmigo en estos sitios, yo
siempre desconfío. Shahbaz era igual de insistente, y también usaba frases
extraídas de Google. Me pregunté qué podían tener en común un paquistaní
treintañero que regentaba el comercio familiar y un californiano casi
cincuentón que trabaja en una empresa petrolera que es la que más facturación
tiene a nivel mundial. Supongo que la soledad.
Murphy me contó que era viudo,
que su mujer falleció en un accidente de tráfico hacia 3 años en una autopista
de su ciudad, que tiene 2 hijas de 12 y 11 años que viven con su abuela materna
en otro estado porque él siempre está viajando por todo el mundo, y que es hijo
único. Dijo que yo tenía suerte de tener una hermana porque es algo que siempre
echó en falta. Me mandó una foto de su madre y él al pie de un avión privado.
Ella ya había fallecido. Era bajita y se le parecia mucho, con un rostro afable,
y vestía con elegancia. Él, más joven, no tenía canas aún.
Echando un vistazo a las fotos de
su álbum, se le ve con sus niñas, muy guapas y con un aspecto impecable, o en
reuniones sociales con gente muy estilosa en las que destaca sobre todos los
que le rodean por su smokin, su pajarita y su elevada estatura, o en un avión
privado muy lujoso por dentro en donde se hace un selfie sentado con una pierna sobre otra y
con look desenfadado y en donde lo único que me chirrían son las botas camperas
que lleva puestas, al estilo de rodeo, pero esto es una manía mía, él no tiene
culpa de ser tan yanqui.
No tiene mucha información en su
perfil: dónde nació, la fecha (sin el año), dónde estudió, dónde vive, dónde
trabaja. No hay datos de sus amigos, sus hobbies, viajes que ha hecho, libros
que haya podido leer o películas que haya visto… Cuando se lo hago notar me
dice que a mucha gente no le gusta dar tantos datos de sí mismos, y que él no
es hombre que tenga mucho tiempo como para dedicarlo a Facebook. Vi que
efectivamente llevaba poco en este ajo, pero también le comenté que en España
sí nos gusta mostrar un poco de nuestro mundo, y que él podía saberlo todo
sobre mí sólo con mirar la información que tengo puesta, que aquí somos más
abiertos. Él lo comprendió. Es difícil dilucidar la forma de pensar de los
extranjeros, cada lugar del mundo tiene una
mentalidad diferente, gustos distintos, un sentido de lo que está bien o
mal hecho que no tiene nada que ver con el resto.
Murphy no tardó en pasar a la
acción: quería casarse conmigo ya el primer día. Decía estar pendiente de un
contrato que iba a cerrar en Malasia y que su intención era montar su propia empresa
y, si todo iba bien conmigo, instalarse en Madrid en una gran casa y traer a
sus hijas. Añoraba una familia, el calor del hogar, me imaginaba a mí con mis
hijos a la hora de la cena y quería estar con nosotros para compartir eso. Se
sentía muy solo en la gran casa en donde vivía. Le dije que sentía mucho lo
sucedido a su mujer, y él contestó que la había querido mucho pero que había
que seguir viviendo. Parecia un hombre tremendamente positivo, en todas las
fotos lucía una sonrisa de dientes blancos y perfectos, como un anuncio de
dentífrico.
El 2º día, en un momento dado,
dijo algo de poner sus labios en mi espalda, chuparme, hacerme llorar de
¿placer? y ducharnos juntos. Fue un arrebato que le dio, algo que le debió
descolocar bastante porque apagó el chat unos minutos y cuando volvió le
esperaba un sticker que yo le había puesto del personaje de Monstruos S.A. que es una bola verde con un
solo ojo y con los brazos en jarras en plan recriminatorio. “Murphy… ya te veo”, le dije “no soy un helado. No chupar,
no llorar. Abrazos, besos, caricias, confianza, sensibilidad”. Él, dándose
cuenta de su desliz, me dijo que es que me deseaba mucho y que sólo quería
tenerme entre sus brazos. Le dije, en broma, que sólo tenía que viajar como poco 9 horas
hasta donde estoy yo, y él hizo como que descubría su alma y me dijo que tenía miedo
de venir y que le rompiera el corazón en pedazos.
Quiso hacerme una videollamada
pero me hice la desentendida. Le dije que no tenía Skype, aunque no es verdad.
Lo cierto es que hace tanto que no lo uso que ya ni me acuerdo de mi nombre de
usuario. Estando en casa no tengo pinta para salir en una videoconferencia, no
estoy arreglada, y ya le dije que nunca he conversado en inglés, sólo lo
escribo, pero que me haría una cuenta en Skype. Pareció conformarse. “Quiero que
veas mi fea cara y que no creas que soy un fantasma”, bromeó. Cualquiera puede
hacerse pasar por quien no es y construirse una personalidad suplantando a otro.
“Sé que aún no me quieres pero me
querrás”, me dijo. Se me notaba precavida. Quise hacerle alguna broma pero Anita me aconsejó que era mejor no explayarse tanto, que a lo mejor no entendía las ironías y el
sentido del humor que tenemos aquí. De todas formas debió notar que no le tomaba en serio, y me dedicó
frases muy bonitas, “natural words, no Google words” le había dicho yo,
como que le gustaría mucho que pudiera ver en su corazón y que hace mucho
tiempo que no sentía algo así otra vez por una mujer, que daba vueltas en la
cama por la noche sin poder dormir sólo pensando en mí, cosa que a mí me
sucedió la 2ª noche (¡horror!). Me dijo estar trabajando duro para poder vivir bien, y yo
le contesté que no me importa el dinero. “¿Querrías casarte conmigo si fuera un
hombre pobre?” me dijo sorprendido. Le hablé de mi divorcio, de haber estado
casada con un hombre para el que lo más importante era su trabajo. “Ahora soy
pobre pero soy feliz”, afirmé. Él contestó que él sólo quería
darme lo mejor y cuidar de mí y mis hijos. “Un hombre bueno es lo que quiero,
alguien que quiera también a mis niños”. Él dijo ser ese hombre.
El tercer día, parecía estar un
poco apagado. Debía haber estado pensando en nuestra conversación del día anterior y me
dijo que parecía que yo no estuviera cómoda con él. Le comenté que muchos
hombres habían intentado acercarse a mí sólo para ir a la cama y nada más. “Me
gustan los hombres inteligentes, no los cerdos, esos que tienen el cerebro en….
Ya sabes. Para la cama hay tiempo”. “Para todo hay tiempo”, me contesta parco.
Le habría encantado que le contestara alguna cosa picante cuando cometió el desliz.
“Tengo una educación muy tradicional”, afirmé. “Sólo soy un hombre libre y con
una mente abierta”, contestó. Le comento que mi hija piensa que soy demasiado
seria, rancia. Él parece estar de acuerdo. Luego Anita me dijo que no debía ser
tan sincera. Ella domina el arte de la seducción, y le he dicho que me tiene que enseñar.
Le comento que no suelo usar el
chat, porque me parece frío. “Necesito tocar, sentir tu piel, oir tu voz” le
digo. Me pide mi teléfono.
Me gustó un video que había puesto
en su muro en el que se ve a Obama dando un discurso, y cada vez que hace una
pausa otro hombre negro detrás de él hace comentarios hilarantes acerca de lo
que dice el presidente. “¿California? ¡En California están todos locos!” Creía
que es un montaje hasta que veo a Obama volverse muy serio y decirle algunas
palabras que le hacen salir del escenario. Murphy dice que el presidente tiene
un gran sentido del humor y que es fácil de entender. Le comento que a mucha
gente no le gusta, y él dice que qué se le va a hacer, no se puede contentar a
todo el mundo. Le digo que el video me hace reir mucho. “Es muy video muy loco y
divertido” me contesta. Lo compartí en mi muro.
Anita no quiere saber nada de
vivir con las hijas de Murphy cuando le comenté los “planes” jocosamente. “Pues
seguro que vas a tener vestidor para ti sola y piscina”, le dije. Lo 1º hizo
que se lo pensara 2 veces. Ella es la 1ª que me dice que desconfíe, que eso de
que te propongan matrimonio la 1ª vez que te conocen es muy raro, incluso
aunque se trate sólo de un desesperado. Se mete con mi móvil en el Facebook de
Murphy y enseguida localiza a unas cuantas mujeres que han puesto “me gusta” en
las fotos de su álbum. Ella es hábil y sagaz para estas cosas. Me meto a su vez
en su muro y veo que esas señoras no le tienen por amigo, sólo le siguen. Algunas
son muy feas. Pertenecen a países exóticos, árabes, hindúes, como los que me
piden amistad a mí o me siguen y nunca les hago caso, una lista interminable.
Van buscando otra cosa. Anita se mete en la plantilla de trabajadores de la
empresa para la que dice trabajar, pero sólo hay directivos. Es un trabajo
detectivesco el suyo, yo a tanto no soy capaz de llegar.
Miguel Ángel cree que somos demasiado desconfiadas. A él le
hace mucha gracia todo esto, las bromas que hago respecto a este tema. Se ha
fijado en la 2ª hija de Murphy, y dice que es muy guapa. Se parece a su padre.
Piensa que Murphy es un nombre feo, y yo también lo había pensado. Con la de nombres
bonitos que hay, John, Frank, James…
Seré impaciente, pero a mí estos
rollos virtuales no me gustan, no consigo entusiasmarme con este tipo de cosas.
Donde esté el contacto cara a cara de siempre que se quite lo demás. Me siento
desasosegada.
El 4º día estuvo de lo más
encantador. Se ve que me había cogido el aire y sabía lo que me iba a gustar
que me dijeran. Pero por la tarde, estando con dos amigas, una de ellas, amiga en Facebook también, se
metió en mis amigos con su móvil para mirar su foto, y pocos minutos después de haber salido
contactó con ella. “¿Cómo me has encontrado?” dijo. Después empezó a decirle
las mismas cosas que a mí. Al regresar a casa le eliminé de mis amigos de
Facebook y al día siguiente, esperando encontrarme a la misma hora de siempre,
había dejado un mensaje en el chat donde me preguntaba dónde estaba, para
terminar con un sticker de una cara muy triste que lloraba a mares, cosa rara
porque él nunca había utilizado sitckers. Yo no pensaba dar explicaciones, pero
ya que me había puesto ese mensaje, aproveché para decirle: “Escribiste a una
amiga mía las mismas cosas que me dices a mí. Ella miró tu foto y tú le
escribiste. Estás enfermo y necesitas terapia. No puedes jugar con la gente.
Siento todo esto. Adiós quienquiera que seas”.
Cuando más tarde me volví a meter
en el chat él me había contestado con varias frases, pero absolutamente todas
las conversaciones que había tenido conmigo estaban censuradas con un mensaje
que decía que el contenido se consideraba ofensivo o spam y que
el chat estaba bloqueado hasta que se investigara la cuenta del remitente. Todo
lo que yo le había dicho estaba sin censurar. Cuando te aparecen en una columna
todos los chats que has tenido con diferentes personas suele verse la última
frase que se haya escrito, y ésta por lo visto no está censurada aunque en
realidad sí lo esté. Por ello pude leer lo último que me escribió Murphy: “Te
deseo todo lo mejor, cuídate”. Me temo que la censura debió llegar por aquellas
guarradas que soltó el 2º día. Pero no está de más que le investiguen, porque
se estará dedicando a hacer lo mismo con otras muchas mujeres.
Mi hermana dijo cuando lo supo
que no me había querido decir nada porque me veía muy entusiasmada, pero que a
ella todo le había parecido muy raro y que se notaba que era el típico “cabroncete
salidillo”, según sus propias palabras, que creo que encajan como anillo al
dedo con semejante clase de persona.
Mi hija dijo que ya me había
dicho que no me ilusionara, que era todo muy extraño, y que si cogía alguna vez
al tal Murphy le iba a dar una paliza. Mi hijo, ante la perspectiva frustrada
de tener un nuevo y flamante padre y amigo afirmó que él ya tenía padre y que
no necesitaba un amigo cincuentón.
He intentado meterme en el muro
de Murphy pero está bloqueado también. De lo único que estoy segura es de que
su cara se corresponde con el de las fotografías que tenía en su biografía,
porque si no no habría intentado hacerme una videollamada. Desde luego su
aspecto y su estilo de vida eran impresionantes, nadie hubiera imaginado a lo
que se dedica en su tiempo libre. A lo mejor es cierto que se quedó viudo de
forma tan trágica como afirmaba y por eso se le ha ido la pinza. Qué vida más
perra la suya, siempre con pajas virtuales.
En fin, han sido 4 días muy
intensos con Murphy, suponiendo que se llame así, que me han servido por lo menos para practicar inglés, que
nunca está de más. “Bye whoever you are”.
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