Al hilo del post que dediqué hace
un par de días al libro de Jane Hawking Hacia el infinito, quisiera
reproducir aquí algunas de las reflexiones que en él hizo la autora, y que no incluí
anteriormente para no alargar más lo escrito.
Jane y Stephen asisten al funeral por un
vecino muy querido para ellos. Está embarazada. Durante la celebración
religiosa negros pensamientos acuden a su mente: “Mirando y escuchando, me
obsesionó la paradoja de que la muerte hubiera borrado de un plumazo los conocimientos,
las experiencias, el heroísmo, la bondad, los logros y los recuerdos de aquella
vida de la que nos estábamos despidiendo, mientras dentro de mí se producía el
milagroso comienzo de una nueva vida”.
Habla de los sentimientos que le
inspira su esposo: “Lo amaba por su valor, por su ingenio, por su noción de lo
ridículo y lo absurdo y por ese carisma pícaro que le permitía, y aún le
permite, meterse en el bolsillo a la mayoría de las personas, yo incluída”.
Relata cómo fue la llegada de
Jonathan a sus vidas, el hombre que se terminaría convirtiendo en su 2º marido: “Al principio Stephen reaccionó con cierta hostilidad
masculina hacia Jonathan y trató de afirmar su superioridad intelectual al más
puro estilo Hawking, como quizá hiciera ante un nuevo estudiante de
investigación. Pero pronto quedó desarmado al descubrir que aquella técnica
resultaba inútil, puesto que Jonathan no era competitivo por naturaleza. Con
una extrema sensibilidad hacia las necesidades de los demás, respondía con
mayor facilidad a la impotencia de Stephen y al encanto de su sonrisa que a la
sonoridad de su fama. Stephen se volvió más dulce, más tranquilo, más
agradecido, más relajado”.
Jane estuvo dando clases para
alumnos que iban a hacer el acceso a la Universidad. En ellas se encontró con
algunos estudiantes disléxicos, problema que también había habido en su
familia. Reflexiona sobre la incomprensión del sistema educativo hacia este
tema, para concluir diciendo: “Un niño inteligente con una capacidad de
comunicación limitada a quien el profesor manda a la última fila se convierte en
un niño frustrado que necesita que le enseñen con paciencia y consideración
para poder recuperar la autoestima y expresar su inteligencia latente”.
Habla también de las suspicacias
de Stephen una vez que volvió a casa después de un ingreso hospitalario complicado,
en el que su vida peligró una vez más: “En circunstancias normales ya tenía
poco respeto por la inteligencia de los demás; ahora, en las peores
circunstancias, tendía a considerar idiota a todo el mundo”.
Jane dedica algunas parte de su
libro a explicar por encima algunas de las nociones científicas sobre las que
investigaba Stephen, pero me llamó la atención la que se refiere al sentido y
la técnica del hecho de investigar en sí mismo: “En su rama de la ciencia, el
acto de fe –o la conjetura feliz- se centraba en qué modelo del universo, qué
teoría o qué ecuación elegir como objeto de investigación más apropiado. Luego
había que contrastarlos en la etapa experimental mediante la observación. Con
suerte, podía demostrarse que la conjetura –o el acto de fe- era “temporalmente
no errónea”, en palabras de Richard Feyman. El científico tenía que basarse en
la intuición de que su opción era correcta, o podía perder años en una
investigación inútil con un resultado final que fuera definitivamente erróneo.
Cualquier intento de hablar de las cuestiones profundas de la ciencia y la
religión con Stephen tropezaba con una enigmática sonrisa”.
Lucy Hawking |
Mientras miraba fotos con las que ilustrar este post, encontré una entrevista hecha a Lucy, la hija del matrimonio, en la que entre otras cosas habla sobre
la época en que se publicó Una breve historia del tiempo, la obra que dio
fama mundial al científico. Creo que es interesante reproducir sus palabras."Mi padre siempre dice que lo escribió para
pagar mis estudios. ¡No le creas! Quería comunicar sus conocimientos de física,
sin intermediarios, a la sociedad. Sus charlas en la universidad siempre fueron
muy populares. Usaba un lenguaje inusualmente coloquial, ilustraciones (¡muchas
hechas por mí!) y referencias al arte pop. Recuerdo un viaje que hizo a
Leningrado, en 1987, donde dio una conferencia con traducción simultánea. La
traductora sufría horrores para adaptarse a una jerga que no le parecía
aceptable. Cuando escuchó a mi padre decir que 'el universo es tan sólo un
asunto de plomería', rehusó continuar y se marchó a su casa".
Son estos algunos de los pequeños
retazos de pensamiento de Hacia el infinito, momentos de una existencia
llena de zozobras pero también de ocasiones extraordinarias, de los que podemos
extraer sin duda alguna enseñanza para nuestra propia vida.
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