jueves, 28 de mayo de 2015

El circo político nacional

 
Asistimos horrorizados a una estupidez creciente y a un crispamiento del ambiente político nacional que no creo que haya tenido parangón en ninguna otra época de nuestra Historia. Las recientes elecciones municipales han sido un claro ejemplo de ello. Los políticos de toda la vida van siendo sustituídos por otros de reciente hornada, de cuya solidez e integridad cabría más de una duda, pues venden su burra como si se tratara de un mercadillo de fin de semana, todo low cost imposible de rechazar.
A pesar de las nuevas tecnologías y la abundancia de información somos más ignorantes que nunca. Nos tragamos la 1ª monserga que nos coloquen sólo porque suena diferente a lo que ya estamos acostumbrados a oir, sin analizar lo que nos dicen y sin tener conocimientos suficientes para discernir lo que es cabal de lo que no lo es. Y me temo que la gente joven abunda en esto último más que ningún otro sector de la sociedad.
Queremos novedades, deseamos renovación, pero debe ser con criterio. Cierto que los políticos que nos asolan están ya muy quemados, sufren el desgaste de tantos años de trabajo, con la pérdida de valores e ilusiones que eso conlleva. Aún nos sorprendemos cuando tal o cual personaje del panorama político de toda la vida es pillado con las manos en la masa, trincando como si fuera un jeta recién llegado y no supiera ya cómo funciona esto. Ya nadie tiene clase, ni pedigrí, ni honestidad.
Y llega Esperanza Aguirre, que ya se estaba autoproclamando alcaldesa antes incluso de que Rajoy la propusiera candidata, y termina de colmar el vaso si no estaba ya bastante lleno. Siempre ha sido prepotente, pero antes tenía más donaire, salía más airosa de las situaciones incómodas que ella misma generaba. Sería porque era más joven, el caso es que la edad no le está sentando precisamente bien. Tampoco es tan mayor, y no se puede quejar de que a sus años y después de tantos puestos como ha ocupado la sigan teniendo en cuenta en la carrera política.
La decisión de hacerla candidata a la alcaldía fue, de todas formas, extraña. Porque no se dieron prisa precisamente para nombrarla. Pasaba el tiempo y ella lanzaba órdagos al presidente a través de los medios de comunicación. Parecía como si no hubiera nadie más disponible, nadie que quisiera hacerse con esa responsabilidad. Por descarte era como si sólo quedara ella. Rajoy la nombró con poca convicción, y en este tipo de cosas es donde se nota que le falta sangre, que es débil para enfrentar ciertas decisiones. Aparta el moscardón que le molesta de un manotazo y que salga el sol por Antequera.
Y pasó lo que tenía que pasar. La Aguirre, pasadita de revoluciones como está desde hace tiempo, lucía su prepotencia allá donde iba, como si su caché le diera venia para todo lo que quisiera hacer o decir. Se ve que ya no tiene paciencia, que no aguanta tanta pregunta reiterativa y simplona de la prensa, que contesta con cualquier fresca que se le viene a la cabeza, como hacen los abueletes malhumorados. En El hormiguero le dieron una de cal y otra de arena: el presentador la amonestó diciendo que no hablara por encima de él sin escuchar y que no dirigiera ella el programa, pues hasta dijo cuándo tenían que salir las mascotas habituales. Por otro lado, hicieron un pequeño video con algunos de los momentos de su carrera política en el que quedó bien. Pero el circo no terminó ahí, pues la obligaron a cantar en inglés un chotis, lo que le permitió lucir su excelente acento de Oxford.
Pero ¿quién es en realidad esta mujer? No podemos quedarnos con el sinfín de imágenes de ese video en las que se la veía haciendo de todo, igual cortando cintas para inaugurar lo que fuera, bailando con el que le tocara o con medio churro colgándole de la boca, por aquello de que hay que hacer lo que toca por pocas ganas que se tenga por el bien de la causa. Todo esto forma parte del espectáculo, del circo mediático que nos hemos creado en torno a estas personas. La Aguirre bien podría ser una excelente figura política en EE.UU., tan dados a la fanfarria y a la desfachatez cuando se trata de hacer campaña electoral, pero aquí no queda bien, somos más serios.
Para colmo, ahora que los votantes la han ignorado, persiste en su machaque a Podemos, y comparece tras las elecciones con los labios apretados y cara de circunstancias ante los medios, como si quisiera leerles la cartilla a todos porque no han hecho los deberes o no han cumplido con su obligación, que era por lo visto elegirla a ella. Y suelta la última absurdez que se le ha ocurrido, pactar con los socialistas para que Pablo Iglesias lo tenga crudo. Con tal de que los comunistas no ocupen puestos es capaz de hacer migas hasta con el PSOE, su eterno rival. Es el colmo del despropósito, porque se trata de una vendetta personal de esta señora, que está impregnando el ya farragoso mapa político con más miserias todavía. Da la impresión de que campa por sus respetos, que actúa sin consultar con nadie. No se ve el respaldo de Rajoy, pero tampoco su freno. La Aguirre se ha convertido en un bólido sin frenos que en algún momento se pegará el porrazo fatal. Ya ha empezado con el voto de castigo de las municipales. Cada vez que abre la boca su partido pierde votos.
Buscar apoyos en partidos opuestos al tuyo es el colmo de la desesperación. Porque claro, la izquierda no es toda igual, pero sea del signo que sea nunca tendrá nada que ver con lo conservador. Así como la derecha es bastante homogénea y predecible, extremismos aparte, la izquierda es una fauna variopinta y conviene distinguir. Lo único que ha conseguido con todo esto es que Podemos se querelle contra ella por injurias y calumnias, porque no se puede descalificar por sistema a los rivales. La Aguirre se ha convertido, si no lo era ya, en una máquina apisonadora que aplasta todo lo que no cuadre con su ideología personal, que no es la general del partido en el que milita.
Y no hace falta maltratar a Pablo Iglesias mucho porque bastante le dan ya en todos los sitios en los que va a hablar. La propia izquierda, encabezada por Felipe González, ya le denostó nada más aparecer. Lo del bolivarismo de Podemos fue el antiguo líder socialista el que lo ideó y divulgó, y el resto, masa aborregada, lo secundó.
La mala prensa favorece a los nuevos partidos porque cuando tanto se habla de ellos, aunque sea para defenestrarlos, por algo será. Es publicidad gratuita. Pero no deja de parecer un circo todo esto, la Aguirre con sus ortopédicos estilismos y su pelo indespeinable, y Pablo Iglesias con su coleta y sus pulseras de cuero en la muñeca, muy a lo perroflauta. Todos quieren lo mismo, todos usan las mismas tácticas para alcanzar lo que desean, esquilmar la reputación ajena e inflar la propia con más cualidades de las que en realidad se tiene. Qué será de nosotros, en manos de quién estamos. A morir por Dios, es lo único que podemos esperar.
 


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