Hacía mucho que no veía un
partido de fútbol, pero mi hijo quiso poner en televisión la final de la Copa
del Rey y, bueno, allá que estuve, siguiendo la retransmisión del partido, no con mucha
atención la verdad porque estaba haciendo otras cosas, pero lo suficiente para
percatarme de que el mundo del balompié, que siempre ha tenido sus lacras dicho sea de paso,
ahora pasa por los momentos más bajos de su historia.
Desde el comienzo las cosas
empezaron a ir mal. La pitada de la afición azulgrana al himno nacional fue un
auténtico bochorno. Qué sentido tiene si estás en contra de lo nacional y de la
monarquía asistir a una final de la Copa del Rey. Por qué se mezcla la política
con el deporte, qué tiene que ver el catalanismo que secunda un cierto tipo de
gente extremista, el perfil del hincha detestable, con un espectáculo deportivo
donde lo único que debería ser tenido en cuenta es la pericia y el buen hacer
de los jugadores. A mí me parece que lo de menos era el himno, que de lo que se
trataba era de hacer pasar al Rey un mal rato, algo a lo que ya está
acostumbrado cuando, siendo aún príncipe, tenía que soportar cómo abucheaban a
su padre, que eso sí que lo llevaba mal, lógicamente. Aunque para impresentable
Artur Mas que, como es habitual en él, exhibía muy ufano una sonrisa de oreja a
oreja totalmente inapropiada. Le encantan los linchamientos públicos, los
follones, las algaradas, como a toda la gentuza y a los resentidos sociales. Yo
no sé si es que es tonto del culo o un payaso, o ambas cosas a la vez.
Cómo es posible que gente con tan pocas cualidades profesionales y humanas
llegue a puestos tan relevantes. Será que con ser un trepa sin escrúpulos y
soltar muchos rollos sin sustancia pero que parezca que dicen algo es
suficiente.
El Barça jugó bien, frente a un
Athletic de Bilbao que no supuso un peligro en ningún momento. Al poco de
empezar el partido ya les habían metido el primer gol. Messi se coronó una vez
más como goleador del equipo. Por su forma de correr entre los rivales,
sorteándolos si apenas rozarlos, con esa agilidad y esa gracia que le confieren
su corta estatura y sus magníficos reflejos, me recordó al también argentino
Maradona, aunque éste era mucho más atrevido y salvaje, dentro y fuera del
campo. Messi ha hecho gala siempre de una sencillez y una sensatez que es muy
de agradecer en un mundo como el del fútbol, donde abunda la soberbia, la
hipocresía y el engolamiento.
Pero lo que me pareció que
terminó de aguar la fiesta fue cuando, ya casi al final, los jugadores del Athletic
de Bilbao se echaron encima de Neymar porque hizo una filigrana en un saque de
córner. Al principio yo no entendía nada, pensé que habría cometido alguna falta y
por eso le increpaban, pero no, simplemente cayó mal el alarde, el equipo rival estaba lo
suficientemente quemado como para que cualquier cosa le molestara. Tendrán
que aprender a aceptar la derrota con deportividad, a estas alturas y con los años de experiencia que tienen debería ser algo más que asumido. Me pareció un montón de chusma que se arroja sobre alguien que no
puede defenderse, todos contra uno, tan típico de los cobardes. Eran como aves
de rapiña dispuestas a lanzarse sobre la carnaza. Si no ha habido falta, si no
ha hecho ningún gesto feo o insultado a nadie, a qué viene el linchamiento. Cada
uno juega como le sale de los cojones, cada cual tiene su propio estilo, y no
te pagan para gustar al equipo rival precisamente. Estupenda la reacción de los
compañeros, que le rodearon para defenderle, algo que el propio Neymar ni se
molestó en hacer, después de que le empujaran cuando hizo la filigrana, que no
sé por qué no lo pitaron como falta. Me pregunto de dónde sacarán a la mayoría
de los árbitros que están en la federación, porque son unos mantas y cometen
unas injusticias y unos errores de juzgado de guardia. Y para colmo el
entrenador del Barça, que en la rueda de prensa contestó despectivamente a las
preguntas de los medios sobre el tema. Si no estaba de acuerdo con lo que hizo
Neymar lo podía haber dicho de otra manera. La falta de respeto por el jugador
se produjo a todos los niveles. El linchamiento fue general, y por la cosa más
tonta. Qué pasa en el fútbol que todo se desquicia a la mínima de cambio. Está
todo el mundo crispado, ya no se disfruta sanamente de un deporte que siempre
ha arrastrado masas y ha sido la ilusión de tantos.
Pienso que lo que mueve
principalmente a un jugador cuando marca goles son las primas e incentivos que
va a cobrar. Lo del amor a los colores no me lo creo mucho, y más cuando se es
extranjero. Qué opinarían cuando oyeron la pitada al himno nacional. Seguro que
en sus países no ocurren estos sucesos tan lamentables. Porque en qué se ha
convertido un futbolista con el paso de los años sino en una simple mercancía,
en un objeto de trueque, el caballo al que se apuesta para que gane y los que manejan el cotarro se
lleven pingües beneficios. Hoy ya no rindes y prescindimos de ti, te vas a otro
equipo de menor categoría, o incluso al extranjero donde ya casi ni te vamos a
recordar. Todo lo que has hecho, los años de trabajo y dedicación, se convierten en agua de borrajas.
Me sentí muy decepcionada con
este reencuentro mío con el fútbol. Creo que no me estoy perdiendo nada si esta
es la clase de sucesos bochornosos que hay que presenciar. Al final, lo que parecía
un espectáculo lucido y bonito se convirtió en un alarde de pésima educación, en
algo grotesco que es mejor no recordar nunca más en lugar de algo memorable, en un momento de aburrimiento
casi existencial perfectamente evitable.
Se habla de sanciones por lo de
la pitada. Pero sabían lo que iba a pasar, grupos independentistas habían estado repartiendo previamente packs donde se incluía camiseta y silbatos. Además se deberían sancionar otras muchas cosas, cosas como las que pasaron durante el partido. No pueden tener tantas
prebendas clubes y personas que hacen tanto dinero con este negocio. Porque en
eso se ha convertido realmente el fútbol, no en un deporte sino en un lucrativo
negocio.
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