jueves, 25 de junio de 2015

Ricardo Urgell y Pachá (I)

 
Ricardo Urgell sale por la mañana de su casa, muy bronceado, con unas bermudas y una camiseta de manga corta. Vive en un gran chalet de 2 plantas en medio de una selvática vegetación en la isla de Ibiza. Es un pequeño paraíso. Abre la verja donde tiene gallinas, y les da de comer. "Yo a la vida le pido vida... y que dure un poquito más. Si se pudiera comprar el tiempo..." Tiene el pelo abundante y completamente blanco, algo rizado sobre la frente. Se diría que es un hombre que lleva la vejez con absoluta naturalidad.
Ya con camisa y pantalón largo de sport, se dirige a una de sus discotecas Pachá. Es por la mañana y una pareja de bailarines ensaya sobre una pasarela, con el puerto de Ibiza de fondo. Saluda a amigos que se va encontrando: conoce a todo el mundo. Mientras el director artístico de Pachá habla sobre él, Ricardo afirma que él es el discotequero más viejo del mundo.
Varios conocidos y uno de sus hijos dicen que es un empresario que da de comer a mucha gente, que es un negociador duro y que no le gusta delegar, es buena persona, nunca ha pisado a nadie y es un amigo divertido. María, su mujer, dice que le mira a los ojos y sigue viendo al niño que ha sido siempre, la vida no le ha quitado ilusión ni energía.
Sentado junto a la gran piscina de un maravilloso color azul de su complejo hotelero Pachá, dice que conserva una apariencia joven porque ha vivido rodeado de juventud, de sofisticación, de espectáculo, de noche de fiesta perpetua. Jose Mª Fábregas, un psiquiatra amigo suyo, cree que es una paradoja que alguien que no le gusta la música, las drogas y que tiene una limitada capacidad para las relaciones públicas haya conseguido lo que ha conseguido él.
Con un bañador azul con grandes flores blancas y un sombrero panamá blanco, sube a su barco, donde le esperan algunos de sus amigos para tomar una copa y picar algo. A todos los abraza y palmea las espaldas. El barco se llama El baile. Descorcha una botella de vino blanco y brindan. Uno de los amigos, con vestimenta y sombrero excéntricos, le dice que a él el mar le apacigua. Ricardo lo corrobora: en alta mar no hay problemas, sólo evasión. "Cuesta desprenderse de las preocupaciones, le estás dándole al coco, pero al final el viento se lo lleva". A los mandos del timón, se le ve disfrutar y, en un momento dado, se tira por la borda para darse un chapuzón.
Cuenta que su abuelo era pintor de éxito. Uno de sus amigos, durante la navegación, le recuerda que él es un arquitecto frustrado. Fábregas piensa que en cierta forma sí lo ha sido, pues ha diseñado espacios y los ha dotado de música, de ambientes. Sus viviendas, sus espacios, son muy personales.
Volvemos a su casa, blanca con vigas de madera en los techos. Nos enseña fotos en blanco y negro de su madre con él cuando era pequeño. Dice que era muy guapa. En otra foto se ve a su padre ya mayor, calvo y con muchas arrugas, y dice que siempre pensó que se quedaría calvo como él, pero no. Su padre era un ingeniero que fabricaba motos, y que siempre supo que su hijo no seguiría sus pasos. "A mí me gusta más el 'flower power'", dice.
Se ven unas imágenes de Ricardo a principios de los 60 haciendo esquí acuático en Sitges, muy joven y atractivo, con el pelo muy negro. "Yo comencé siendo profesor de esquí. Era lo que se dice un 'beach boy'. Con 18 años se ligaba mucho. La Costa Brava era la zona de fiestas, lo que es ahora Ibiza." Recuerda que entró allí en una discoteca que se llamaba Tiffany's y que pensó que algún día tendría un sitio así.
Carlos Martorell, relaciones públicas de la cadena Pachá, nos enseña el 1º que se fundó, en Sitges. Por fuera es como un gran caserón encalado, en una zona muy tranquila. Por dentro conserva unas estalactitas de hierro con focos de colores que caen del techo y que le dieron un aire muy original en su momento. Las paredes son grandes piedras, muy al gusto de Ricardo, que le encanta dar a sus ambientes un toque de vieja casa campesina.
El empresario recuerda que era una masía catalana abandonada, y que se remodeló con millón y medio de pesetas. Él tenía 28 años. Su hijo mayor cuenta que no tenían dinero para poner aire acondicionado, y entonces regaban el techo para que bajara un poco la temperatura. Un tío suyo se encargaba de las luces, de la música, y su madre venía y se ponía a coser cojines rotos. Todo era muy casero. 
Ricardo dice que ellos mismos hacían los pósters, y que las relaciones públicas se hacían en la playa. Ahora tiene gente para cada cosa, pero entonces lo hacían todo ellos mismos. Al principio no sabía qué nombre ponerle, todo el mundo sugería cosas, pero su mujer le dijo: "Ponle Pachá que vivirás como un pachá". Lo inauguró en 1967 y el primer día (prodigiosa memoria) hizo 34.300 pesetas.
En el barco (siguen navegando) uno de los amigos, Toni Riera, que es fotógrafo, cuenta que Ricardo le dio trabajo de friegaplatos y que se ligaba un montón. "Aquí no nos comíamos una rosca, teníamos que recurrir a las extranjeras. Las chicas del grupo se enfadaban muchísimo porque ellas no ligaban, ellas esperaban el matrimonio".
Gay Mercader, que fue el primer promotor musical en España, dice que se disfrutaba realmente la música, que era un placer escucharla y bailarla. Tenían 3 platos y en uno metían un disco de música clásica que empalmaba con los otros, que eran de rock. "Era brutal" cuenta. En aquella época, 1968, él vivía en una habitación con Piti Urgell, el hermano de Ricardo, "pero no me acuerdo mucho porque yo en aquel entonces tomaba mucho LSD".
Salen una imágenes preciosas de Ibiza, de la playa, arena fina, mar azul, y de campos verdes llenos de amapolas, techos de cáñamo de las masías, y payesas mayores vestidas con los trajes típicos.
Ricardo enseña el casco de moto dedicado que su amigo el motorista Ángel Nieto le regaló, y al que recibe en su casa. Se conocen desde hace muchos años y han pasado muchas juergas juntos. Charlan mientras comen. "El sitio donde mejor podías relajarte después de correr en el circuito era curiosamente Ibiza. Ibiza no es sólo la noche", afirma Ángel Nieto, a lo que Ricardo asiente con fuerza. "¿Con qué época te quedas?", le pregunta Nieto, a lo que Ricardo contesta que con aquella, la de antes.
Ya en casa solo Ricardo cuenta que cuando llegó a Ibiza había muy poca gente, sólo un montón de hippies a los que él llamaba "vividores", mucho 'haz el amor y no la guerra' y a vivir. Piensa que es lo mejor, lo que tendría que ser en general.
Carlos Martorell, el relaciones públicas al que antes mencionamos, cuenta que los hippies provenían de la Berkeley University, gente de buenas familias, educada, que quería hacer una contracultura. "La gente piensa que un hippy es un tío que no se ducha, con una barba, tirado por el suelo con un porro y una guitarra. No, esto es la degeneración del hippismo".
El empresario Mimmo Ferretti cree que eran ganas de libertad que no existía, algo totalmente nuevo. Se ven unas imágenes de una chica desnuda corriendo por la playa y metiéndose de cabeza en el mar. "La magia era que no había clases sociales, éramos todos iguales, aparte que vestíamos todos de la misma forma, y nadie te preguntaba a qué te dedicabas".
"Antes la gente tenía identidad, y las mujeres guapas tenían identidad. Ahora vas a Ibiza y hay 25.000. Antes ibas y había 34 , pero con identidad".
Mimmo dice que "aunque no fueran las más guapas lo parecían, por cómo eran, por cómo se proponían. Eran naturales, tenían un pareo, eran frescas, muy frescas..."
Martorell cuenta que era el amor libre que habían traído los americanos. En aquella época salías y te podías acostar con 4 personas a la vez, y no lo callabas sino que incluso presumías. Si no hacías ese tipo de cosas te consideraban como monjil.
"Aparecía una chica joven y guapa y decías bueno, si no la pillo ahora ya la pillaré después. Tampoco se iba a casar. Era una vida de desmadre, la verdad".
Según Mimmo algunas se quedaban embarazadas del 1º que pasaba, te cambiaba la vida, eran accidentes del recorrido. También había pequeñas y grandes tragedias  relacionadas con Ibiza.
A Ricardo le decían que cómo iba a montar una discoteca en Ibiza, si estaba lleno de hippies, si había 4 'colgaos'. "La 1ª discoteca que hice era muy pequeña, respeté mucho la imagen de Ibiza. Tenía el aire de una casa payesa ibicenca." Corría el año 1973. Martorell cuenta que pensaban que no tendría éxito porque había que ir a pie por todas partes, no había casi nada asfaltado. Allí se iba en bikini, en chanclas, se pasaba muy bien.
Toni Riera, el fotógrafo, relata que era muy fácil encontrarte a alguien desnudo bailando en la pista. Antes la gente eran los propios actores del espectáculo. Ahora hay que poner reclamos, DJ's famosos, gogos. La cámara llega los camerinos de la discoteca, donde el estilista maquilla y peina a las bailarinas. Estas, muy guapas y con cuerpos espectaculares, se visten y nos enseñan complacidas algunas de las ropas que se van a poner.
Francisco Ferrer, director del Grupo Pachá, dice que contratan a bailarinas que no sólo les guste bailar, porque tienen que transmitir una alegría. Se hacen castings, pero otras veces se reclutan en viajes. A una chica la vió en una barra de Miami, a otra en París, otra era una chica holandesa que estuvo negándose a venir durante 2 años hasta que un día la convenció estando de vacaciones en una playa de Brasil.
Ricardo habla de cuando montó el Pachá de Madrid en 1980. Dice que Studio 54 no tenía nada que envidiarle. Un catalán triunfando en la capital. "Tengo más amigos de Madrid que de Barcelona" afirma. "Fuí a Nueva York y vi que habían convertido un teatro en discoteca, Studio 54". Martorell dice que "cambió el concepto completamente, se coge un teatro y se utiliza un sistema como de cabaret donde de repente bajaban columnas iluminadas que volvían a subir donde ponían 'está llegando Mick Jagger' o 'está llegando Liza Minelli'. Fue la maravilla de las maravillas".
Pepe Vega, diseñador gráfico, afirma que Ricardo puede ser un payés pero de paleto no tiene nada. Él ha viajado y ha contrastado. En Madrid cogió un gran teatro e hizo lo mismo. Se pasó 17 años yendo y viniendo de Barcelona Madrid y viceversa. El empresario dice que Madrid en los 80 era la ciudad más divertida del mundo. "Aquello reventó ya desde el primer día, ¿por qué? porque Pachá tenía nombre". El 2º día se vió que la gente se colaba. Habían puesto una chica en la puerta que vendía los tickets, pero la gente se lo saltaba. No podías pasar sin pagar al menos que tuvieras una tarjeta de invitación, que muchos falsificaban.
Puso de relaciones públicas a Toni Botas, que llevaba dedicándose a eso casi desde niño. Éste cuenta que el Pachá de Madrid se abría por las tardes los viernes y fines de semana, y que había unas colas de 2.000 personas. Ricardo dice que a su local le llamaban el "Fachá" porque por las tardes iban todas las niñas bien, las hijas de. Pero por las noches fue un sitio muy cosmopolita, al que acudió toda la gente famosa de entonces.
Según el empresario Pepe Barroso, no había habido nunca antes un sitio que albergara a gente tan diferente, "era como el núcleo de todas las tribus". Según Miguel Bosé, acudía la gente más glamourosa, más excéntrica, más rompedora. Según Ricardo iban los niños mal de casa bien. Salen unas imágenes del Pachá madrileño en plena fiesta, con una piscina desmontable en la pista donde la gente se refrescaba y uno vestido de buzo hacía payasadas. Según el actor José Coronado, Pachá era el mejor mercado del sexo que había, del sexo de calidad, sin prejuicios y para todos los gustos. Según Nacho Cano, una de las anécdotas de Pachá es que nunca supo quién pagó las copas. Toni Botas cree que para que una discoteca funcione hay que invitar mucho. La cantante Ana Torroja dice que los 80 fue una época sin prejuicios y donde había una gran creatividad. Coronado afirma que fue la época ideal para los que tuvieran 20-30 años.
Ángel Nieto le comenta a Ricardo que ahora a Madrid le tiene manía. "Sí, claro, porque me la jugaron. Hay una parte gilipollas de Madrid que no la aguanto". Se refiere a cuando le cerraron Pachá por una orden del Ayuntamiento, alegando que vendía alcohol a menores, cosa que según Ricardo sólo pasó en un caso aislado. Según Toni Botas la gente decía que había alguien en el Ayuntamiento que quería favorecer a la Joy Eslava, su rival. Ricardo dice que lo vendió en 1985, "con mucha pena, pero ya había pasado el ciclo".
Volvemos a Ibiza, donde Ricardo conduce una lancha por el puerto, y comenta que tiene embarcaciones de todos los tamaños: "Vivimos en una isla, y lo más importante es el mar". Navega a gran velocidad, disfrutando de un día espléndido, y cuando pasa por una determinada zona dice que son Los Freus, donde tiene enterrados a sus seres queridos y donde él tiene también 'plaza'. "Es mar abierto y da gusto poderse bañar por los siglos de los siglos".
Camino de Formentera, su forma de escapar del trabajo, pasan junto a un barco de fiesta que lleva el símbolo de Pachá en una de las velas. Ya en la isla va en coche por una zona de pinos. "Ibiza sin Formentera estaría coja. Pitiusas quiere decir 'la isla de los pinos'". Va camino de su casa, donde le espera María, su 2ª mujer. Cuenta que conoce a Ricardo desde 1987. La 1ª vez que lo vió le impresionó su fuerza. 15 años después surgió la chispa, y con la excusa de buscar una casa en Formentera consiguió 'llevarla al huerto'.
                                                                                                                                                  (.../..)
 


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