Ricardo Urgell sale por
la mañana de su casa, muy bronceado, con unas bermudas y una camiseta de manga
corta. Vive en un gran chalet de 2 plantas en medio de una selvática vegetación en la isla
de Ibiza. Es un pequeño paraíso. Abre la verja donde tiene gallinas, y
les da de comer. "Yo a la vida le pido vida... y que dure un poquito más.
Si se pudiera comprar el tiempo..." Tiene el pelo abundante y
completamente blanco, algo rizado sobre la frente. Se diría que es un hombre que lleva la vejez con absoluta naturalidad.
Ya con camisa y pantalón
largo de sport, se dirige a una de sus discotecas Pachá. Es por
la mañana y una pareja de bailarines ensaya sobre una pasarela, con el puerto de Ibiza de fondo.
Saluda a amigos que se va encontrando: conoce a todo el mundo. Mientras el director
artístico de Pachá habla sobre él, Ricardo afirma que él es el discotequero más
viejo del mundo.
Varios conocidos y uno de
sus hijos dicen que es un empresario que da de comer a mucha gente, que es un
negociador duro y que no le gusta delegar, es buena persona, nunca ha pisado a
nadie y es un amigo divertido. María, su mujer, dice que le mira a los ojos y
sigue viendo al niño que ha sido siempre, la vida no le ha quitado ilusión ni
energía.
Sentado junto a la gran
piscina de un maravilloso color azul de su complejo hotelero Pachá, dice que
conserva una apariencia joven porque ha vivido rodeado de juventud, de
sofisticación, de espectáculo, de noche de fiesta perpetua. Jose Mª Fábregas,
un psiquiatra amigo suyo, cree que es una paradoja que alguien que no le gusta
la música, las drogas y que tiene una limitada capacidad para las relaciones
públicas haya conseguido lo que ha conseguido él.
Con un bañador azul con
grandes flores blancas y un sombrero panamá blanco, sube a su barco, donde le
esperan algunos de sus amigos para tomar una copa y picar algo. A todos los abraza
y palmea las espaldas. El barco se llama El baile. Descorcha una
botella de vino blanco y brindan. Uno de los amigos, con vestimenta y sombrero
excéntricos, le dice que a él el mar le apacigua. Ricardo lo corrobora: en alta
mar no hay problemas, sólo evasión. "Cuesta desprenderse de las preocupaciones, le estás dándole
al coco, pero al final el viento se lo lleva". A los mandos del timón, se
le ve disfrutar y, en un momento dado, se tira por la borda para darse un chapuzón.
Cuenta que su abuelo
era pintor de éxito. Uno de sus amigos, durante la navegación, le
recuerda que él es un arquitecto frustrado. Fábregas piensa que en cierta
forma sí lo ha sido, pues ha diseñado espacios y los ha dotado de música, de
ambientes. Sus viviendas, sus espacios, son muy personales.
Volvemos a su casa,
blanca con vigas de madera en los techos. Nos enseña fotos en blanco y negro de
su madre con él cuando era pequeño. Dice que era muy guapa. En otra foto se ve
a su padre ya mayor, calvo y con muchas arrugas, y dice que siempre pensó que
se quedaría calvo como él, pero no. Su padre era un ingeniero que fabricaba
motos, y que siempre supo que su hijo no seguiría sus pasos. "A
mí me gusta más el 'flower power'", dice.
Se ven unas imágenes de
Ricardo a principios de los 60 haciendo esquí acuático en Sitges, muy joven y
atractivo, con el pelo muy negro. "Yo comencé siendo profesor de esquí.
Era lo que se dice un 'beach boy'. Con 18 años se ligaba mucho. La Costa Brava
era la zona de fiestas, lo que es ahora Ibiza." Recuerda que entró allí en
una discoteca que se llamaba Tiffany's y que pensó que algún día
tendría un sitio así.
Carlos Martorell,
relaciones públicas de la cadena Pachá, nos enseña el 1º que se fundó, en
Sitges. Por fuera es como un gran caserón encalado, en una zona muy tranquila.
Por dentro conserva unas estalactitas de hierro con focos de colores que caen
del techo y que le dieron un aire muy original en su momento. Las paredes son
grandes piedras, muy al gusto de Ricardo, que le encanta dar a sus ambientes un toque de vieja
casa campesina.
El empresario recuerda que era
una masía catalana abandonada, y que se remodeló con millón y medio de pesetas.
Él tenía 28 años. Su hijo mayor cuenta que no tenían dinero para poner aire
acondicionado, y entonces regaban el techo para que bajara un poco la
temperatura. Un tío suyo se encargaba de las luces, de la música, y su madre
venía y se ponía a coser cojines rotos. Todo era muy casero.
Ricardo dice que ellos
mismos hacían los pósters, y que las relaciones públicas se hacían en la playa.
Ahora tiene gente para cada cosa, pero entonces lo hacían todo ellos mismos. Al
principio no sabía qué nombre ponerle, todo el mundo sugería cosas, pero su
mujer le dijo: "Ponle Pachá que vivirás como un pachá". Lo inauguró
en 1967 y el primer día (prodigiosa memoria) hizo 34.300 pesetas.
En el barco (siguen
navegando) uno de los amigos, Toni Riera, que es fotógrafo, cuenta que Ricardo
le dio trabajo de friegaplatos y que se ligaba un montón. "Aquí no nos
comíamos una rosca, teníamos que recurrir a las extranjeras. Las chicas del
grupo se enfadaban muchísimo porque ellas no ligaban, ellas esperaban el
matrimonio".
Gay Mercader, que fue el
primer promotor musical en España, dice que se disfrutaba realmente la música,
que era un placer escucharla y bailarla. Tenían 3 platos y en uno metían un
disco de música clásica que empalmaba con los otros, que eran de rock.
"Era brutal" cuenta. En aquella época, 1968, él vivía en una
habitación con Piti Urgell, el hermano de Ricardo, "pero no me acuerdo
mucho porque yo en aquel entonces tomaba mucho LSD".
Salen una imágenes
preciosas de Ibiza, de la playa, arena fina, mar azul, y de campos verdes llenos de
amapolas, techos de cáñamo de las masías, y payesas mayores vestidas con los
trajes típicos.
Ricardo enseña el casco
de moto dedicado que su amigo el motorista Ángel Nieto le regaló, y al que recibe en su casa. Se conocen desde hace muchos años y han pasado muchas
juergas juntos. Charlan mientras comen. "El sitio donde mejor podías relajarte
después de correr en el circuito era curiosamente Ibiza. Ibiza no es sólo la
noche", afirma Ángel Nieto, a lo que Ricardo asiente con fuerza.
"¿Con qué época te quedas?", le pregunta Nieto, a lo que
Ricardo contesta que con aquella, la de antes.
Ya en casa solo Ricardo
cuenta que cuando llegó a Ibiza había muy poca gente, sólo un montón de hippies
a los que él llamaba "vividores", mucho 'haz el amor y no la guerra'
y a vivir. Piensa que es lo mejor, lo que tendría que ser en general.
Carlos Martorell, el
relaciones públicas al que antes mencionamos, cuenta que los hippies provenían de
la Berkeley University, gente de buenas familias, educada, que quería hacer una
contracultura. "La gente piensa que un hippy es un tío que no se ducha,
con una barba, tirado por el suelo con un porro y una guitarra. No, esto es la
degeneración del hippismo".
El empresario Mimmo
Ferretti cree que eran ganas de libertad que no existía, algo totalmente nuevo.
Se ven unas imágenes de una chica desnuda corriendo por la playa y metiéndose
de cabeza en el mar. "La magia era que no había clases sociales, éramos
todos iguales, aparte que vestíamos todos de la misma forma, y nadie te
preguntaba a qué te dedicabas".
"Antes la gente
tenía identidad, y las mujeres guapas tenían identidad. Ahora vas a Ibiza y hay
25.000. Antes ibas y había 34 , pero con identidad".
Mimmo dice que
"aunque no fueran las más guapas lo parecían, por cómo eran, por cómo se
proponían. Eran naturales, tenían un pareo, eran frescas, muy frescas..."
Martorell cuenta que era
el amor libre que habían traído los americanos. En aquella época salías y te
podías acostar con 4 personas a la vez, y no lo callabas sino que incluso
presumías. Si no hacías ese tipo de cosas te consideraban como monjil.
"Aparecía una chica
joven y guapa y decías bueno, si no la pillo ahora ya la pillaré después.
Tampoco se iba a casar. Era una vida de desmadre, la verdad".
Según Mimmo algunas se
quedaban embarazadas del 1º que pasaba, te cambiaba la vida, eran accidentes
del recorrido. También había pequeñas y grandes tragedias relacionadas con Ibiza.
A Ricardo le decían que
cómo iba a montar una discoteca en Ibiza, si estaba lleno de hippies, si había 4
'colgaos'. "La 1ª discoteca que hice era muy pequeña, respeté mucho la
imagen de Ibiza. Tenía el aire de una casa payesa ibicenca." Corría el año
1973. Martorell cuenta que pensaban que no tendría éxito porque había que ir a
pie por todas partes, no había casi nada asfaltado. Allí se iba en bikini, en
chanclas, se pasaba muy bien.
Toni Riera, el fotógrafo,
relata que era muy fácil encontrarte a alguien desnudo bailando en la pista.
Antes la gente eran los propios actores del espectáculo. Ahora hay que poner
reclamos, DJ's famosos, gogos. La cámara llega los camerinos de la discoteca,
donde el estilista maquilla y peina a las bailarinas. Estas, muy guapas y con
cuerpos espectaculares, se visten y nos enseñan complacidas algunas de las ropas que se van
a poner.
Francisco Ferrer,
director del Grupo Pachá, dice que contratan a bailarinas que no sólo les guste
bailar, porque tienen que transmitir una alegría. Se hacen castings, pero otras
veces se reclutan en viajes. A una chica la vió en una barra de Miami, a otra
en París, otra era una chica holandesa que estuvo negándose a venir durante 2 años hasta
que un día la convenció estando de vacaciones en una playa de Brasil.
Ricardo habla de cuando
montó el Pachá de Madrid en 1980. Dice que Studio 54 no tenía nada que
envidiarle. Un catalán triunfando en la capital. "Tengo más amigos de
Madrid que de Barcelona" afirma. "Fuí a Nueva York y vi que habían
convertido un teatro en discoteca, Studio 54". Martorell dice que
"cambió el concepto completamente, se coge un teatro y se utiliza un
sistema como de cabaret donde de repente bajaban columnas iluminadas que volvían
a subir donde ponían 'está llegando Mick Jagger' o 'está
llegando Liza Minelli'. Fue la maravilla de las maravillas".
Pepe Vega, diseñador
gráfico, afirma que Ricardo puede ser un payés pero de paleto no tiene nada. Él
ha viajado y ha contrastado. En Madrid cogió un gran teatro e hizo lo
mismo. Se pasó 17 años yendo y viniendo de Barcelona Madrid y viceversa. El empresario dice que Madrid en
los 80 era la ciudad más divertida del mundo. "Aquello reventó ya desde el
primer día, ¿por qué? porque Pachá tenía nombre". El 2º día se vió que la
gente se colaba. Habían puesto una chica en la puerta que vendía los tickets,
pero la gente se lo saltaba. No podías pasar sin pagar al menos que tuvieras
una tarjeta de invitación, que muchos falsificaban.
Puso de relaciones
públicas a Toni Botas, que llevaba dedicándose a eso casi desde niño. Éste
cuenta que el Pachá de Madrid se abría por las tardes los viernes y fines de
semana, y que había unas colas de 2.000 personas. Ricardo dice que a su local le llamaban
el "Fachá" porque por las tardes iban todas las niñas bien, las hijas
de. Pero por las noches fue un sitio muy cosmopolita, al que acudió toda la
gente famosa de entonces.
Según el empresario Pepe
Barroso, no había habido nunca antes un sitio que albergara a gente tan
diferente, "era como el núcleo de todas las tribus". Según Miguel Bosé, acudía la
gente más glamourosa, más excéntrica, más rompedora. Según Ricardo iban los
niños mal de casa bien. Salen unas imágenes del Pachá madrileño en plena fiesta, con una
piscina desmontable en la pista donde la gente se refrescaba y uno vestido de
buzo hacía payasadas. Según el actor José Coronado, Pachá era el mejor mercado
del sexo que había, del sexo de calidad, sin prejuicios y para todos los
gustos. Según Nacho Cano, una de las anécdotas de Pachá es que nunca supo quién
pagó las copas. Toni Botas cree que para que una discoteca funcione hay que
invitar mucho. La cantante Ana Torroja dice que los 80 fue una época sin prejuicios y donde había una gran creatividad. Coronado afirma que fue la época ideal para los que tuvieran 20-30 años.
Ángel Nieto le comenta a
Ricardo que ahora a Madrid le tiene manía. "Sí, claro, porque me la
jugaron. Hay una parte gilipollas de Madrid que no la aguanto". Se refiere
a cuando le cerraron Pachá por una orden del Ayuntamiento, alegando que vendía
alcohol a menores, cosa que según Ricardo sólo pasó en un caso aislado. Según
Toni Botas la gente decía que había alguien en el Ayuntamiento que quería
favorecer a la Joy Eslava, su rival. Ricardo dice que lo vendió en 1985,
"con mucha pena, pero ya había pasado el ciclo".
Volvemos a Ibiza, donde
Ricardo conduce una lancha por el puerto, y comenta que tiene embarcaciones de
todos los tamaños: "Vivimos en una isla, y lo más importante es el
mar". Navega a gran velocidad, disfrutando de un día espléndido, y cuando
pasa por una determinada zona dice que son Los Freus, donde tiene enterrados a
sus seres queridos y donde él tiene también 'plaza'. "Es mar abierto y da
gusto poderse bañar por los siglos de los siglos".
Camino de Formentera, su
forma de escapar del trabajo, pasan junto a un barco de fiesta que lleva el
símbolo de Pachá en una de las velas. Ya en la isla va en coche por una
zona de pinos. "Ibiza sin Formentera estaría coja. Pitiusas quiere decir
'la isla de los pinos'". Va camino de su casa, donde le espera María, su 2ª
mujer. Cuenta que conoce a Ricardo desde 1987. La 1ª vez que lo vió le
impresionó su fuerza. 15 años después surgió la chispa, y con la excusa de
buscar una casa en Formentera consiguió 'llevarla al huerto'.
(.../..)
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