martes, 27 de octubre de 2015

En la tuya o en la mía


Me resistía yo a ver el programa con el que Bertín Osborne está batiendo récords de audiencia en el poco tiempo que lleva emitiéndose, ya que se trata de una persona por la que no he sentido nunca demasiadas simpatías. Pero debo decir que su forma de llevarlo me ha gustado mucho, independientemente de lo que me parezca como ser humano y como cantante. Se comenta que ha mejorado mucho desde que conoció a su actual mujer, pero siempre que aparece no puedo dejar de seguir viendo al típico señorito andaluz que tiene casi por obligación cepillarse a cuantas mujeres se pongan en su camino, el típico sobradito machista, especimen typical spanish que pertenece a otro tiempo y que, creo, está afortunadamente en vías de extinción.

En En la tuya o en la mía vamos conociendo al auténtico Bertín a través de sus encuentros con personajes de todo tipo, porque, y en ello está la clave de su éxito, pone un poco de sí mismo al mismo tiempo que saca a relucir lo más íntimo y auténtico de aquellos a los que invita a su casa o a los que visita en la suya.

Menos un par de ellos, que los vi en televisión, estoy viendo en internet cada programa y lo disfruto mucho. pues hay que reconocer que la realización es magnífica: esa presentación, cálida, cercana, hogareña, aspersores esparciendo agua sobre el césped, flores cayendo sobre un jarrón de cristal, cojines mullidos cayendo sobre un confortable sillón, primer plano de una vela encendida por una cerilla, botella de vino tinto escanciándose en una copa, los paseos de la cámara desde el suelo, recorriendo majestuosamente las casas donde toque estar, captando todos los ambientes, maravillosos siempre, porque los entrevistados viven en enormes chalés decorados con un gusto moderno y acogedor. O esos planos aéreos, como los de la finca de Bertín, a donde invitó a Jesulín de Ubrique, en los que la cámara desciende sin perder de vista el galope de ambos por los campos, un luminoso día.

Empecé curioseando con el programa dedicado a Carmen Martínez Bordiú. Bertín se muestra tal como es, si la persona le simpatiza se le nota, si no le merece mucho respeto también. Este fue el caso de la nieta de Franco. En todo momento lució esa sonrisa socarrona de medio lado, burlona y autosuficiente, que es uno de sus gestos más característicos, y que a mí me repatea. No sé si se confeccionará él las preguntas o se las harán los guionistas, pero los invitados siempre salen airosos, da igual la intención con que se las hagan, que a veces es para comprometerles. Quizá porque ya tengan confianza con el entrevistador, pues conoce a casi todos los que ha entrevistado hasta ahora, el caso es que a la gente se le suelta la lengua, incluso aunque con respecto a Bertín tengan también sus propios recelos.

No había más que verle la cara a Lolita, que no se cortó un pelo cuando le dijo que nunca le había invitado a su casa porque los que tenían hijas temían su fama de seductor impenitente. Pablo Motos también se mostró desconfiado sobre todo en la 1ª parte del programa, pues los que le vemos habitualmente en El hormiguero le conocemos lo suficiente para saber cuando está cómodo y cuándo no, lo que no le impidió revelar detalles sobre su vida, pasada y presente, que nos eran desconocidos. Al final Bertín lo sometió a una prueba física, como hace él con los invitados a su programa.

Aparecen la mujer y los hijos de Bertín de vez en cuando, para completar el cuadro familiar, como cuando vino el mayor de sus vástagos y se sentó entre él y Mariló Montero, poniéndose a charlar de sus cosas, como si no estuvieran las cámaras delante. Ella se dejó llevar por su vena periodística y parecía que la entrevista se la hacía a su anfitrión. Hasta se tumbó en su cama matrimonial a mirar fotografías que rebuscó en la mesilla de noche de Bertín. Descubrió muchas de su madre, de la que dijo que fue una gran mujer con una vida infeliz. Mariló insinuó si fue por causa del padre. "¿Era como tú?", le soltó casi sin pensar. Él dijo que sí, pero quería cambiar de tema todo el rato. No es la 1ª vez que compruebo que quienes critican a un padre o una madre luego se dedican a repetir luego todos sus errores. Cómo es posible que lo que causa rechazo en un progenitor se tenga a gala cuando es uno mismo quien lo lleva a la práctica. Estoy segura que en el fondo Bertín se siente orgulloso de su reputación conquistadora, de macho alfa, le es indiferente que haya causado el mismo daño que hizo su padre por esa misma razón.

Con Carlos Herrera, el ex de Mariló, tuvo la mujer de Bertín oportunidad de lucimiento. Parece una persona muy agradable. Ver cómo el entrevistado conseguía que su anfitrión se pusiera el delantal y ayudara en la cocina no tiene precio, porque Bertín ya se sentaba cómodamente en un taburete, con una copa de vino blanco en la mano y venga a darle a un plato de jamón serrano, dispuesto a no pegar palo al agua, nada más que de palique. Cuando su mujer se fue a enseñarle la casa a Herrera, él aprovechó para hacer travesuras y, como un niño pequeño, como si nadie le mirara, echó un buen chorro del vino que estaba tomando en la cazuela donde se cocinaba el plato de Herrera, con sonrisa ladina. Carlos estuvo sembrado hablando de sus cuñados, el día que los conoció, hacía tiempo que no me reía tanto. La suya es una vida llena de anécdotas, y es persona de vasta cultura.

Reconozco en Bertín su naturalidad, su espontaneidad, el que no le importe mostrarse tal cual es, aunque el resultado pueda no favorecerle. Quizá sea la desfachatez del caradura. El caso es que su programa gusta, y constituye en sí mismo un cúmulo de aciertos que ha conseguido captar la atención de la audiencia y gustar. Nos quedamos, con cada programa, con ganas de saber qué será lo siguiente. Un tanto para Bertín, no todo va a ser malo en él


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