lunes, 19 de enero de 2009

En honor a la verdad (XIII)


- No me gustó un artículo que escribió hace algún tiempo Juan Manuel de Prada en el que afirmaba que los animales no tienen derechos, porque el concepto jurídico de “derecho” exige una obligación y los animales, a diferencia de las personas, no pueden obligarse. Dice que es también el caso de los niños, pero reconoce en ellos una potencialidad, serán sujetos de derechos y obligaciones en el futuro. Cree que equiparar lo humano y lo animal es indigno, sobre todo desde el punto de vista religioso, porque es como si se le negara a la persona su espiritualidad. Piensa que lo que sí tiene el ser humano con respecto a los animales es un deber, de protección, de respeto.
Aunque si se mira en el diccionario, el término “derecho” ciertamente se atribuye sólo a las personas, pero creo que ésto supone una aberración y una crueldad: parece como si los únicos seres vivos que existieran sobre la Tierra fuéramos la raza humana; el mundo animal y vegetal quedan reducidos a objetos, a cosas, su existencia está supeditada a la nuestra. Quizá no haya un Cielo para ellos, no lo sé, pero no será porque no lo merezcan: hay veces que los animales nos dan lecciones de vida a los humanos, tienen comportamientos verdaderamente ejemplares de los que la mayoría de nosotros seríamos incapaces, y no me refiero a los que están entrenados para salvar vidas. Ahí están los perros que mueren de pena cuando fallecen sus dueños, o el caso de unos delfines que rodearon a unas personas que iban a ser atacadas por tiburones, y así las protegieron. O aquellos que recuerdan a quienes les hicieron un bien alguna vez y procuran corresponder en cuanto se les presenta la ocasión, agradecidos. No es que seamos mejores o superiores unos en relación a otros, sólo tenemos características diferentes.
Todos somos criaturas de Dios.

- A veces no se sabe cuándo, dónde y quién tiene la solución más original para sacarte de un aprieto. En mi caso sucedió hace poco tiempo, cuando mi hija se quedó encerrada en los servicios de El Corte Inglés. No había manera de abrir aquella maldita puerta. Cerca de nosotras dos chicas veinteañeras que se estaban acicalando frente al espejo, se prestaron a ayudarnos. Una de ellas, después de darle vueltas a la cabeza durante unos instantes, sacó un bolígrafo de su bolso, le extrajo la carga de tinta e introdujo ésta en el agujero del pomo de la puerta. No tuvo que hacer muchas maniobras para conseguir abrirla. Hay gente que dispone de muchos recursos para salir con bien de las situaciones más difíciles, y si son habilidades de esta clase puede que se trate de potenciales y virtuosos ladrones. Ya las quisiera yo para mí.

- De niña, cuando iba al campo con mi familia los fines de semana, me gustaba tumbarme en la hierba y contemplar las nubes pasar sobre aquel cielo tan azul. Esas masas algodonosas y cambiantes pueden adoptar formas que a mí a veces se me antojaban de lo más disparatado. En realidad las nubes están hechas del mismo material que nuestros sueños, y se comportan de manera parecida: adquieren el contorno de lo que nuestra imaginación tenga a bien concederles en ese momento, y durante un breve lapso de tiempo.
Es bueno tumbarse sobre la hierba de vez en cuando durante un rato para contemplar las nubes pasar, a ver qué nos quieren mostrar en cada ocasión. O tumbarse en la cama y verlas a través de la ventana, es lo mismo. Siempre tienen algo que enseñar.

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