Cuántos sentimientos encontrados debieron bullir en el interior de Barack Obama mientras hacía el juramento de su cargo. Él es muy consciente de ser el primer hombre negro que es elegido presidente de los EE.UU.
“Ha llegado la hora (…) de llevar adelante ese precioso don, esa noble idea, transmitida de generación en generación: la promesa hecha por Dios de que todos somos iguales, todos somos libres, y todos merecemos una oportunidad de buscar la felicidad que nos sea posible”.
Juró su cargo sobre la Biblia que ya usara en su momento Abraham Lincoln, el primer presidente que tomó en cuenta los derechos de los negros.
“Hoy estamos reunidos aquí porque hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia”.
Obama, en el discurso de su toma de posesión, bello, lleno de fuerza, inteligente e idealista, echó la vista atrás para recordar no sólo la marginación de los negros sino también el valor de los fundadores de su nación.
“Por nosotros empaquetaron sus escasas posesiones terrenales y cruzaron océanos en busca de una nueva vida. Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas(…); soportaron el látigo y labraron la dura tierra.(…) Una y otra vez, esos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron (…) para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor. Vieron que EE.UU. era más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales; más grande que todas la diferencias de origen, de riqueza, de partido”.
Obama está con los tiempos que corren y apuesta por el uso de energías alternativas.
“Volveremos a situar la ciencia en el lugar que le corresponde y utilizaremos las maravillas de la tecnología para elevar la calidad de la atención sanitaria (…) Aprovecharemos el sol, los vientos y la tierra”.
También quiere que su Administración sea transparente, que las cuentas estén claras, y que haya un reparto racional de la riqueza.
“Los que manejamos el dinero público tendremos que responder de ello (…) porque sólo entonces podremos restablecer la crucial confianza entre el pueblo y su gobierno. (…) Esta crisis nos ha recordado que (…) un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos”.
Y por supuesto quiere acabar con Guantánamo y cualquier forma de represión a países extranjeros, ni siquiera como castigo, como sucedió a raíz de los atentados del World Trade Center.
“En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, elaboraron una carta que garantizase el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha perfeccionado con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo, y no vamos a renunciar a ellos. (…) Nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención”.
Barack Obama, con su talante abierto, dialogante, contemporizador, alejado de radicalismos, mirando al pasado y al futuro pero con los pies muy afianzados en el presente, lanza su discurso a la multitud con una voz grave, clara y firme que no deja lugar a dudas sobre la seguridad de sus propósitos, con ribetes poéticos que son bellos retazos de pensamiento, metáforas que llegan a los oídos y al alma de todo el que quiera escucharle.
Más que la belleza de la música del pequeño quinteto que tocó al aire libre poco antes del juramento, desafiando la fría mañana, más que la enorme expectación general del público allí congregado, más que el paseo triunfal a pie junto a su esposa, sin temor a las amenazas que se ciernen sobre su seguridad, hay un hombre que ha luchado duro por hacerse un camino en la vida, y que posiblemente nunca soñó que llegaría hasta donde está ahora. Obama ha alcanzado la cumbre en representación de todos los que hasta ahora han estado oprimidos y marginados.
Caroline Kennedy ha dicho de él: “Nadie ha conectado con la gente desde la muerte de mi padre como lo ha hecho Obama. Nadie nos ha ilusionado tanto (…) A veces cuesta bastante reconocer a esos seres especiales que tienen la rara habilidad de hacer que creamos en nosotros mismos y que son capaces de convencernos de que podemos hacer grandes cosas”.
Y cuando entró en la Casa Blanca, debió representársele en su mente aquellos esclavos negros que ayudaron a construirla y que también trabajaron allí como mayordomos y cocineros, y que vivían en los sótanos. Tendría que pasar mucho tiempo para que empezaran a trabajar también como funcionarios del gobierno, y todo empezó cuando Abraham Lincoln recibió a los primeros abolicionistas.
Ahora tenemos la impresión de que todo el mundo parece que espera de él más que de ninguno de sus antecesores, como si fuera un ser realmente especial del que pudiera caber hasta un milagro. Ayudémosle en su misión, que es la nuestra, colaboremos todos, no nos sentemos a esperar a ver qué pasa ni a criticar en cuanto algo salga mal. Tomemos su ejemplo. Creo que va a ser de los pocos presidentes norteamericanos que se tendrá ganado su sueldo.
“(…) no existe nada tan satisfactorio para el espíritu (…) como la entrega total a una tarea difícil. (…) Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que se interrumpiera este viaje”.
Juró su cargo sobre la Biblia que ya usara en su momento Abraham Lincoln, el primer presidente que tomó en cuenta los derechos de los negros.
“Hoy estamos reunidos aquí porque hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia”.
Obama, en el discurso de su toma de posesión, bello, lleno de fuerza, inteligente e idealista, echó la vista atrás para recordar no sólo la marginación de los negros sino también el valor de los fundadores de su nación.
“Por nosotros empaquetaron sus escasas posesiones terrenales y cruzaron océanos en busca de una nueva vida. Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas(…); soportaron el látigo y labraron la dura tierra.(…) Una y otra vez, esos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron (…) para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor. Vieron que EE.UU. era más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales; más grande que todas la diferencias de origen, de riqueza, de partido”.
Obama está con los tiempos que corren y apuesta por el uso de energías alternativas.
“Volveremos a situar la ciencia en el lugar que le corresponde y utilizaremos las maravillas de la tecnología para elevar la calidad de la atención sanitaria (…) Aprovecharemos el sol, los vientos y la tierra”.
También quiere que su Administración sea transparente, que las cuentas estén claras, y que haya un reparto racional de la riqueza.
“Los que manejamos el dinero público tendremos que responder de ello (…) porque sólo entonces podremos restablecer la crucial confianza entre el pueblo y su gobierno. (…) Esta crisis nos ha recordado que (…) un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos”.
Y por supuesto quiere acabar con Guantánamo y cualquier forma de represión a países extranjeros, ni siquiera como castigo, como sucedió a raíz de los atentados del World Trade Center.
“En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, elaboraron una carta que garantizase el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha perfeccionado con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo, y no vamos a renunciar a ellos. (…) Nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención”.
Barack Obama, con su talante abierto, dialogante, contemporizador, alejado de radicalismos, mirando al pasado y al futuro pero con los pies muy afianzados en el presente, lanza su discurso a la multitud con una voz grave, clara y firme que no deja lugar a dudas sobre la seguridad de sus propósitos, con ribetes poéticos que son bellos retazos de pensamiento, metáforas que llegan a los oídos y al alma de todo el que quiera escucharle.
Más que la belleza de la música del pequeño quinteto que tocó al aire libre poco antes del juramento, desafiando la fría mañana, más que la enorme expectación general del público allí congregado, más que el paseo triunfal a pie junto a su esposa, sin temor a las amenazas que se ciernen sobre su seguridad, hay un hombre que ha luchado duro por hacerse un camino en la vida, y que posiblemente nunca soñó que llegaría hasta donde está ahora. Obama ha alcanzado la cumbre en representación de todos los que hasta ahora han estado oprimidos y marginados.
Caroline Kennedy ha dicho de él: “Nadie ha conectado con la gente desde la muerte de mi padre como lo ha hecho Obama. Nadie nos ha ilusionado tanto (…) A veces cuesta bastante reconocer a esos seres especiales que tienen la rara habilidad de hacer que creamos en nosotros mismos y que son capaces de convencernos de que podemos hacer grandes cosas”.
Y cuando entró en la Casa Blanca, debió representársele en su mente aquellos esclavos negros que ayudaron a construirla y que también trabajaron allí como mayordomos y cocineros, y que vivían en los sótanos. Tendría que pasar mucho tiempo para que empezaran a trabajar también como funcionarios del gobierno, y todo empezó cuando Abraham Lincoln recibió a los primeros abolicionistas.
Ahora tenemos la impresión de que todo el mundo parece que espera de él más que de ninguno de sus antecesores, como si fuera un ser realmente especial del que pudiera caber hasta un milagro. Ayudémosle en su misión, que es la nuestra, colaboremos todos, no nos sentemos a esperar a ver qué pasa ni a criticar en cuanto algo salga mal. Tomemos su ejemplo. Creo que va a ser de los pocos presidentes norteamericanos que se tendrá ganado su sueldo.
“(…) no existe nada tan satisfactorio para el espíritu (…) como la entrega total a una tarea difícil. (…) Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que se interrumpiera este viaje”.
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