sábado, 22 de agosto de 2009

Juana: la voz de Dios


Es curiosa la versión que sobre Juana de Arco protagonizó Milla Jovovich en el cine. Se nos retrata aquí a una mujer bellísima cuyo aspecto frágil y angelical encerraba sin embargo una voluntad de hierro.
Guiada por una voz interior que ella cree proveniente de Dios, se lanza contra el enemigo con un arrojo rayano en la locura. Pareciera que está como poseída. Los primeros planos de ella a galope tendido con la cara desencajada y fuera de sí nos dan una idea del alcance de su determinación extrema.
Fue ese ardor descomunal, ese convencimiento sin límites, la llama que prendió en el corazón del ejército cuando presentaba batalla.
Cortándose el precioso pelo rubio con una espada, a tajos, para parecer un hombre y que sus soldados la respetaran, es la viva imagen de la desesperación. Ya no sabe qué hacer para convencer y que la sigan.
Abofeteando a uno de los compañeros, que no para de decir palabrotas, recupera parte de su educación y su feminidad.
Exhausta, frenética, casi incapaz de descansar, bañada con la sangre de los que se la oponen con las armas, mata por una causa que cree justa, sin vacilar, sin pensárselo dos veces. Es como si se viera obligada a ello, como si una fuerza superior a ella la empujara en una determinada dirección sin poderse sustraer a su fuerza.
Ni las heridas sufridas, ni el cansancio, ni la violencia constante merman su valor, su fe, su convicción y su entereza.
Sorprendida, nerviosa, ingenua y triste cuando no está luchando, atrae hacia su persona la admiración, el cariño y el respeto de los que la acompañan, a los que logra conmover y llevar a su causa, la causa de Dios, la causa de todos. Los soldados se dan cuenta que detrás de toda esa energía sin control hay como un desvalimiento, y entonces la preservan, la protegen en todo momento, incluso en contra de su voluntad, pues Juana no ve peligros sino batallas por ganar y una misión que cumplir sin demora.
Casi mueve a compasión, porque su llamado interior se parece más al fanatismo que a otra cosa, y la arrastra hacia un mundo de pesadillas y alucinaciones en las que vive atormentada, sobrecogida, sola.
Alzarse en portavoz de Dios podría resultar muy arrogante, pero hay en ella un entusiasmo irracional y una confianza plena en que el final de aquella guerra será la victoria que la convierten en un símbolo casi sagrado y en un ejemplo a seguir. Quizá sea también por su juventud y su pureza de cuerpo y de alma.
A los momentos de exaltación bélica le siguen otros pequeños momentos llenos de una extraña felicidad, cuando va cumpliendo sus metas y cree ver un poco de luz al final del camino.
Su fuerza física y mental y su fama que se extienden de un lado a otro como un reguero de pólvora, provocan un pánico paralizador en sus oponentes. Tanta seguridad personal parece arredrar a los débiles.
Arrastrada por su propio ejército que va conquistando fortalezas mientras celebra sus triunfos, parece confusa, perdida. Ella no lo festeja como los hombres, acostumbrados a esa vida.
Tiene momentos de duda, de no saber si está haciendo lo correcto, de arrepentimiento, con los ojos llenos de lágrimas, cuando ve el campo de batalla cubierto de cadáveres. “No es esto lo que quería”, se repite una y otra vez enfebrecida, sin entender cómo era posible que se hubiera llegado a ese extremo, como si en el fondo se hubiera podido evitar tanta carnicería. Juana cree que tiene las manos manchadas de sangre. Vive en una perpetua contradicción.
Pidió la rendición del enemigo montando en un caballo blanco, sola, y la obtuvo.
Ni siquiera el fuego consiguió hacerla abjurar de sus creencias, traicionada y abandonada por el rey de Francia, al que ayudó a entronizar.
El demonio la atormenta en la prisión, poniendo en duda el sentido de todo lo que ha hecho, su fidelidad y su sacrificio.
Ella cumplió con su destino, porque era la voz de Dios.

2 comentarios:

Nando dijo...

¡Bonita forma de expresarte, me entretienen mucho tus entradas! He entrado a tu blog gracias a aquel comentario que me dejaste en la Blogoteca. Sigue así, me pasaré más a menudo.

Un saludete.

Anónimo dijo...

Gracias Nando por tu interés. yo también voy a visitar tu blog. Pilar

 
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