lunes, 31 de agosto de 2009

Los "enfant terribles"del tenis


El tenis ha sido considerado siempre como un deporte elegante, en el que los buenos modales eran algo casi obligado, no como sucede en otros deportes. Pero en los últimos años parece que la creciente agresividad del mundo que nos rodea ha invadido también las canchas, y ya los jugadores no se comportan como antaño.

Enric Molina, el mejor juez de silla del tenis mundial, sabe mucho de todo ésto. Exquisitamente educado, con habilidad para litigar con los más protestotes, ha visto romper de rabia cientos de raquetas.

Enric ha sufrido dos hernias de disco de tanto girar el cuello a un lado y a otro. Se calcula que en cada encuentro realiza de media mil torsiones a derecha e izquierda para hacer un barrido de 90 grados, y el cuello ya se le ha quedado clavado cuatro veces.

El partido más largo que tuvo que arbitrar duró seis horas y media.

Sabe pedir silencio al público en decenas de idiomas.

Más de una vez ha tenido que salir escoltado de la cancha por la policía.Reconoce que hay sitios donde se hace poco llevadero arbitrar los partidos. En Argentina, por ejemplo, se caldea mucho el ambiente y pueden llegar a tirar monedas, botellas, de todo, en contraste con Wimbledon, famoso por las exigentes normas de comportamiento que todos tienen que seguir, que permiten sin embargo que los espectadores coman fresas con nata en las gradas como una tradición que allí se sigue desde tiempo inmemorial.

Enric Molina recuerda a algunos de los jugadores que se han hecho famosos no sólo por su forma de jugar sino también por la forma de comportarse en la pista, y con algunos, a los que llama picajosos y deslenguados, ha tenido más de un disgusto.

Ivanisevic era de los que no se controlaba en muchas ocasiones, pero en general se limitaba a quedarse con la boca abierta ante una decisión del juez con la que no estuviese de acuerdo, en un gesto entre burlón e incrédulo, como si no entendiera nada. El público reía su sorna.

Djokovic suele parodiar a sus oponentes, imitando sus gestos, y suele dirigirle algunas palabras al público en el idioma de éste soltando algunos chascarrillos, para regocijo general. En el último partido que jugó con Nadal, y a petición de los espectadores, imitó a éste, bajándose un poco los pantalones para que parecieran más largos, subiéndose la media manga de la camiseta para dejar los brazos completamente al aire, y bajándose los calcetines, e hizo como que limpiaba las líneas de pista con los pies, se rascó el trasero y se agachó mucho para recibir la volea. Djokovic, a parte de sus cualidades innatas para la parodia, estudia mucho a sus contrincantes, todos sus gestos y peculiaridades.

Safin es de los que grita muy enojado en la pista, y en las ruedas de prensa sigue desahogándose. “Los árbitros nunca tocaron una raqueta y hablarles es como hablarles a una pared”, ha llegado a decir.

Davidenko suele tener mal perder, y hace comentarios despectivos de los torneos en los que ha quedado descalificado.

A Nalbandián le tuvo que expulsar en un partido hace seis años por las serpientes que vomitó por la boca.

A Koubek lo tuvo que echar porque arrojó con rabia su raqueta contra su bolsa, rebotó en ésta y le dio sin querer a un recogepelotas.

Nastase fue conocido por ser burlón en la cancha y por sus modos poco honestos de conseguir ventajas en el juego. Se empeñaba en convertir los partidos en un show para el público. En una ocasión que había discutido con un juez de red, le impactó con un saque en el que se vió que había sido todo menos fortuito. En un partido se cubrió con un paraguas porque el día estaba lluvioso. Tras perder un encuentro le dio una patada a una pelota que rebotó en el oponente, al que acababa de dar la mano como es habitual cuando acaba el juego, cogió de nuevo la pelota y se la puso al juez de pista entre las piernas.

Pero ha habido otras muchas leyendas del tenis que en su momento dieron que hablar tanto o más que los actuales jugadores.

McEnroe decía a los jueces cosas como “idiota incompetente”, “zoquete”, etc. Llegó a golpear la silla de un juez, un micrófono, y a lanzar bolas contra el público cuando le abucheaba. Se ponía lívido cada vez que le decían que la pelota estaba fuera, y daba berridos tremendos mientras se acercaba amenazador al juez de pista. Muchos opinan que sus constantes berrinches servían como forma de sobrellevar situaciones complejas dentro de la pista. Otros creen que formaba parte de su temperamento irascible, que no toleraba frustraciones. “Todo el mundo está contra mí”, solía decir. Cuando no estaba jugando era básicamente reservado e introvertido, pero en la cancha se transformaba. La prensa hablaba muy mal de él: “El berrinche televisivo del supermocoso”, “centro de las más vergonzosas escenas jamás vistas en el tenis”, “las más injuriosas exhibiciones”… Hoy en día le ha sacado rendimiento a aquella fama que se forjó parodiándose a sí mismo.

Connors tampoco se quedó atrás. Con su impetuoso comportamiento en las pistas y su abierto enfrentamiento al resto de los compañeros, se granjeó fama de rebelde. Una vez que se le pidió que comparara a público de Wimbledon, Roland Garrós y Flusing Meadows, dijo: “En París la gente desea ver un buen tenis. En Nueva York esperan que dejes el court bañado con tu sudor. En Wimbledon, además de regar el césped con tu transpiración, debes secarlo tú mismo”.

Pancho González llegó a limpiar la línea de pista con el trasero en Roland Garrós cuando la decisión de un juez le contrarió.

Retrasos injustificados, obscenidades audibles o visibles, abusos verbales o físicos, cualquier conducta antideportiva es anotada en el acta. Puede llegar a haber multas, pérdidas de puntos y de juego e incluso la expulsión. Por un indicente muy grave se descalifica directamente al jugador.

El reglamento es más estricto ahora de lo que lo fue hace años, y muchos se quejan por ello, pero nada de ésto impide que, en momentos de gran tensión, los jugadores destapen el tarro de las esencias y saquen a relucir sus más profundas abyecciones, lo que posiblemente sólo se atreverían a decir en la consulta de un psiquiatra. Al menos eso dicen los entendidos en salud mental, que no hay que quedarse con nada dentro, hay que expresarse libremente, sin tapujos, y estos "enfant terribles" del tenis lo llevan al extremo.

3 comentarios:

Nando dijo...

Una entrada muy interesante sobre un tema que, casualmente, estuve comentando hace poco con mi madre. Ella argumentaba que, cuando era pequeña, los partidos de tenis eran tumbas: allí nadie decía nada, ni siquiera se aplaudían los puntos, algo hoy en día muy común. La verdad es que yo he visto alguno de esos partidos y tiene su encanto el hecho de no oir nada más que la pelota y los gemidos de los jugadores.

E impresentables... bueno, de eso hay en todos sitios. Aunque también es cierto que resulta algo injusto crucificar a alguien por alguna cagada puntual; todo el mundo pierde los nervios en algún momento de su vida.

pilarrubio dijo...

Hace años ni siquiera gemían los jugadores. Por eso cuando alguno daba la nota, el impacto mediático era aún mayor. En general se tiene mucha paciencia con los jugadores que son así. Un saludo Nando

Nando dijo...

¡Eso es porque a nadie se le ha ocurrido retarles a una partida al Lightning Reaction Revenge!

Me alegro de que te rías con mis entradas, pero no te me mueras, mujer, que tendré que actualizar con una necrológica y cortará el rollo...

¡Un saludete!

 
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