lunes, 17 de agosto de 2009

Microblog







- La culpa de que la historia se repita la tiene el efecto Coriolis: vivir en un planeta que no para de dar vueltas nos condiciona. Todo parece estar sometido a una especie de efecto cíclico. Ahora entiendo por qué a los niños les fascina siempre tanto ver funcionando una lavadora.

- El cielo suele devolvernos aquello que nos ha cogido antes. Por eso no sólo llueve agua sino también ranas, barro y suciedad. En una ocasión hasta cayó maná. Por eso miramos con frecuencia a lo alto, no sólo pensando en nuestras cosechas, en la posibilidad de volar o en navegar, sino porque siempre estamos esperando que nos devuelva algo de lo que nos quitó.

- Los dinosaurios aún perviven entre nosotros: mueven los motores de nuestros coches, constituyen parte de la materia de la que están hechos muchos de los objetos que nos rodean, y están en el aire contaminado por la polución que respiramos a diario. Nunca hubieran imaginado aquellos seres que, millones de años después, pudiera parecer que siguen estando vivos.

- A veces conocemos personas que son como el título de una película que ví hace muchos años, “un cactus en la nieve”. Ese cactus tiene la desgracia o la originalidad de nacer y desarrollarse, contradiciendo las leyes de la Naturaleza, en un medio que no le corresponde. Nunca estará rodeado de otras plantas como ella y tendrá que luchar en un medio que le es ajeno y hostil. Es una cosa más de las muchas cosas anodinas que tienen lugar a veces. Ahora me explico por qué tengo siempre calor aunque alrededor haga sólo frío.

- La gente no sabe que el corazón no te lo pueden partir más de cuatro veces, que son las partes en las que está dividido. Sé de uno que sobrevivió a un infarto porque tres de ellas dejaron de funcionarle pero una siguió haciéndolo. No sé lo que pasará cuando le partan a uno el corazón por cuarta vez. Igual nos convertimos en unas de las muchas personas que van por ahí que no tienen corazón.

- Los vagones de metro contínuos hacen que la vista se pierda como a través de un túnel interminable. Pareciera un enorme gusano en cuyo interior pululamos las personas, a las que nos traga y expele constantemente.

- Dios cuenta las lágrimas de las mujeres (cábala judía).

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