lunes, 24 de agosto de 2009

Mary Carrillo


Con motivo del fallecimiento de la actriz Mary Carrillo pusieron una larga entrevista que le hicieron para televisión hace cuatro años. Debía tener ya por entonces 85 años, pero sin duda no lo parecía.
Cómo me han gustado siempre las mujeres que, pese al paso del tiempo, no descuidan, en la medida de sus posibilidades, su apariencia física. A ella se la veía magnífica, el pelo brillante precioso, la cara maquillada sin excesos, las manos cuidadas, vestida impecablemente. Cuando movía las manos al hablar lo hacía casi como si siguiera interpretando, porque la profesión de actriz o actor no es algo que ocupe un determinado tiempo de la vida sino que forma parte de la cotidianeidad, como algo que es intrínseco a ellos, algo natural. Esas manos, flotando en el espacio aquí y allá, incidían y matizaban, componiendo figuras en el aire, todas y cada una de las palabras que salían de su boca, palabras llenas de sabiduría, de amor por la vida y por los seres que le rodearon, tanto de su propia familia como amigos.
La primera vez que empezó a trabajar marcó para ella el inicio de su independencia, la separación de sus padres. Ella lo necesitaba, quería tener su libertad, su identidad, ser ella misma, decidir plenamente sobre todas las cosas de su vida.
A lo largo de muchos años tuvo la suerte de conocer a grandes dramaturgos autores de obras maestras de la literatura, llevadas al teatro. También conoció a ilustres intérpretes de la escena española, como ella, aunque no de todos habló bien.
Mary Carrillo parece tener un sentido estricto de lo que es la justicia, da a cada cual lo que le corresponde. Bajo su aguda percepción ningún detalle se escapa, tanto si es de bondad como de maldad.
En un medio como el suyo no es difícil imaginar a la envidia, el defecto nacional por antonomasia, extendiéndose sin control entre ciertos sectores. Ella se quejó de las muchas barreras que tuvo que superar cuando comenzaba su trayectoria profesional, tanto de críticos como de compañeros, porque en este país no se perdonaba que alguien pudiera tener tanto éxito siendo mujer y además tan joven. Pero contra todos esos prejuicios luchó, animosa, confiada en sus posibilidades, apoyada por los suyos, con mucho esfuerzo, y consiguió atesorar una gran cantidad de premios y reconocimientos a lo largo de toda su vida.
Recordaba todas y cada una de las obras teatrales que había llevado al escenario, y la época que le tocó vivir en cada uno de esos momentos. Las había hecho suyas al interpretarlas, lo mismo que los papeles que llevó al cine. Su rostro se iluminaba con cada recuerdo, porque Mary Carrillo ha sido una gran trabajadora y no ha hecho casi otra cosa en su vida que eso, trabajar.
Cuando le preguntaron cómo había sido el primer beso que recibió de un hombre, contó que se lo había dado alguien con el que trabajó en sus comienzos, no recuerdo si dijo un director u otro actor, pero por la cara de estupefacción y de pena que puso mientras lo describía, se vio que no le había gustado nada. Algún sinvergüenza que quiso aprovecharse de su inocencia. Pero el segundo hombre que la besó, el que luego sería su marido, ahí le cambió el gesto. “Fue un beso tan bonito”, dijo, “su cara junto a la mía, delicadamente… Nada más que nuestros rostros y nuestros labios rozándose con suavidad, ninguna otra cosa de por medio. Me gustó mucho, muchísimo”. No en vano su matrimonio duró 70 años, hasta el fallecimiento de él hace ahora casi un año.
Le preguntaron por sus hijas, que siempre fueron peculiares y destacaron por su simpatía y sentido del humor, aunque yo creo que nunca tuvieron la chispa de su madre. Se ensombreció su rostro cuando le preguntaron por una de ellas, la menos conocida, que murió hace algunos años de cáncer. “Tenía sólo 54 años, era aún muy joven. Vivía feliz con su pareja, tenía un nieto con el que jugaba. Era tan inteligente. Por qué se fue tan pronto, cuando le quedaba tanto por delante todavía…. Yo estuve con ella cuando ya estaba enferma. Me abrazó y me dijo “Mamá, te necesito tanto”. Yo tenía que irme a trabajar y no me quedé con ella. Tenía que haber estado a su lado, debía haber presentido que no se encontraba bien”.
Este pensamiento le atormentaba, y oscureció su ánimo casi hasta el final de la entrevista, a pesar de que la periodista hizo esfuerzos por animarla, diciendo que nadie tiene la culpa de esas cosas y que no se atormentara.
Mary Carrillo nos emociona incluso aunque no esté en el escenario, simplemente por la forma que tiene de contar las cosas de su vida.
Vital hasta el extremo, inteligente, dulce y segura de sí misma al mismo tiempo, todo bondad y amor para los que la rodeaban. Con ella se ha ido una mujer excepcional, una de las grandes damas de la escena española.

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