Mucho se ha escrito sobre el origen de la violencia, aludiendo a su aprendizaje por las circunstancias de la vida o a una base de herencia genética que hace que seamos agresivos sin causa aparente.
Ambas explicaciones son válidas: el medio en el que nos toca vivir influye decisivamente en nuestra personalidad, pues la adversidad nos predispone a la violencia. Pero también los genes nos determinan irremediablemente, y su influjo se manifiesta a lo largo de la vida sin que podamos hacer nada para evitarlo. Los casos de asesinos en serie pertenecen por lo general a esta última categoría, pues se trata de personas con un mapa cromosómico alterado.
Los científicos han avanzado enormemente en la investigación del crimen y el origen de la violencia. Se sabe que el tratamiento más eficaz para tratar a este tipo de enfermos no se fundamenta únicamente en el uso de fármacos, pues en cuanto dejan de tomarlos sobreviene de nuevo el problema, sino también la terapia a base de charlas, consultas psiquiátricas en las que el enfermo manifiesta todo lo que siente, sin censuras, y habla libremente de los delitos cometidos. El especialista reconduce sus procesos mentales, siendo un método que se ha manifestado sumamente eficaz, pues rara vez recae en sus comportamientos violentos al terminar su condena y reiniciar su vida normal. Cuando se les hacen pruebas, después de estas prácticas, la fisonomía de su cerebro ha cambiado. Por eso se sabe que nuestra materia gris es físicamente cambiante, no permanece siempre con la misma forma, cualquier cosa puede hacerla que modifique, incluso cosas tan sencillas como aprender una nueva palabra.
Un especialista ha realizado pruebas de scanner a asesinos de muchas cárceles de EEUU. A los reclusos se les hacía una serie de preguntas, algunas escandalosas para la mayoría de la gente, como qué le parecía el aborto o tener sexo con su madre, y se estudiaba la reacción de su cerebro. Casi todos ellos no tenían una respuesta “normal” a este cuestionario. El scanner apenas mostraba alteraciones. En los asesinos, violadores y delincuentes con delitos mayores, la escala de valores no funciona como en el resto de las personas, no tienen una concepción habitual de lo que es moral o inmoral, no distinguen entre el bien y el mal de una forma convencional y carecen de remordimientos. Se puede hablar de una frialdad emocional.
También se han elaborado programas informáticos para perfilar al asesino en serie. Se introducen unos datos -indicios materiales, testimonios de testigos, lugares en los que han tenido lugar los crímenes- y como resultado se obtiene una caracterología del posible homicida y hasta el lugar donde probablemente viva. Todo tiene su importancia: la hora a la que suele cometer los crímenes, que da una idea del tipo de jornada laboral que seguramente tenga; el radio de acción, que si es reducido suele indicar dónde vive y si es amplio que procura cometer los homicidios lejos de su casa; los indicios que deja, que revelan su personalidad, pues hay criminales que son metódicos y ordenados y procuran no dejar huellas, y los hay que son más caóticos y dejan muchos rastros, etc.
David Canter, un experto en la materia, elaboró hace muchos años un método con el que se puede confeccionar un mapa partiendo de los datos que va recopilando de cada caso y basándose en su propia experiencia, siendo capaz de saber sobre el homicida casi todo, desde la clase de trabajo que tiene, si está casado o no, su carácter, sus costumbres, hasta el lugar exacto donde está su domicilio, entre otras cosas, y con poco margen de error. Sobre este mapa se va trazando un área concreta que abarca el perímetro de la zona de actuación del criminal, lo que ha dado en llamarse el círculo de Canter. Cuando se sigue el rastro de un asesino, y teniendo en cuenta todas estas variables, se puede incluso predecir el siguiente lugar en el que va a actuar. Casi todos ellos siguen unas pautas fijas de conducta, y la premeditación suele ser extrema, por eso muchos no los consideran locos (no saben lo que hacen), sino enfermos (saben lo que están haciendo), aunque en ambos casos parece que carecen de control sobre su voluntad, se dejan arrastrar por sus impulsos más primarios.
Existen asesinos natos de ambos sexos, pero es un problema mayoritariamente masculino, ya que en el hombre actúan ciertas sustancias que genera el organismo con mayor virulencia que en la mujer: un exceso de testosterona, un déficit de vasopresina…
No sólo los cromosomas nos condicionan, también la química de nuestro cuerpo.
Mucho se ha avanzado en lo que a la investigación de la violencia se refiere, hasta su grado más extremo, el asesinato. Gracias a logros como el mapa de Canter se podrá poner coto a todos aquellos individuos con comportamientos aberrantes y peligrosos, aunque sin duda su estudio resulte verdaderamente escalofriante.
Ambas explicaciones son válidas: el medio en el que nos toca vivir influye decisivamente en nuestra personalidad, pues la adversidad nos predispone a la violencia. Pero también los genes nos determinan irremediablemente, y su influjo se manifiesta a lo largo de la vida sin que podamos hacer nada para evitarlo. Los casos de asesinos en serie pertenecen por lo general a esta última categoría, pues se trata de personas con un mapa cromosómico alterado.
Los científicos han avanzado enormemente en la investigación del crimen y el origen de la violencia. Se sabe que el tratamiento más eficaz para tratar a este tipo de enfermos no se fundamenta únicamente en el uso de fármacos, pues en cuanto dejan de tomarlos sobreviene de nuevo el problema, sino también la terapia a base de charlas, consultas psiquiátricas en las que el enfermo manifiesta todo lo que siente, sin censuras, y habla libremente de los delitos cometidos. El especialista reconduce sus procesos mentales, siendo un método que se ha manifestado sumamente eficaz, pues rara vez recae en sus comportamientos violentos al terminar su condena y reiniciar su vida normal. Cuando se les hacen pruebas, después de estas prácticas, la fisonomía de su cerebro ha cambiado. Por eso se sabe que nuestra materia gris es físicamente cambiante, no permanece siempre con la misma forma, cualquier cosa puede hacerla que modifique, incluso cosas tan sencillas como aprender una nueva palabra.
Un especialista ha realizado pruebas de scanner a asesinos de muchas cárceles de EEUU. A los reclusos se les hacía una serie de preguntas, algunas escandalosas para la mayoría de la gente, como qué le parecía el aborto o tener sexo con su madre, y se estudiaba la reacción de su cerebro. Casi todos ellos no tenían una respuesta “normal” a este cuestionario. El scanner apenas mostraba alteraciones. En los asesinos, violadores y delincuentes con delitos mayores, la escala de valores no funciona como en el resto de las personas, no tienen una concepción habitual de lo que es moral o inmoral, no distinguen entre el bien y el mal de una forma convencional y carecen de remordimientos. Se puede hablar de una frialdad emocional.
También se han elaborado programas informáticos para perfilar al asesino en serie. Se introducen unos datos -indicios materiales, testimonios de testigos, lugares en los que han tenido lugar los crímenes- y como resultado se obtiene una caracterología del posible homicida y hasta el lugar donde probablemente viva. Todo tiene su importancia: la hora a la que suele cometer los crímenes, que da una idea del tipo de jornada laboral que seguramente tenga; el radio de acción, que si es reducido suele indicar dónde vive y si es amplio que procura cometer los homicidios lejos de su casa; los indicios que deja, que revelan su personalidad, pues hay criminales que son metódicos y ordenados y procuran no dejar huellas, y los hay que son más caóticos y dejan muchos rastros, etc.
David Canter, un experto en la materia, elaboró hace muchos años un método con el que se puede confeccionar un mapa partiendo de los datos que va recopilando de cada caso y basándose en su propia experiencia, siendo capaz de saber sobre el homicida casi todo, desde la clase de trabajo que tiene, si está casado o no, su carácter, sus costumbres, hasta el lugar exacto donde está su domicilio, entre otras cosas, y con poco margen de error. Sobre este mapa se va trazando un área concreta que abarca el perímetro de la zona de actuación del criminal, lo que ha dado en llamarse el círculo de Canter. Cuando se sigue el rastro de un asesino, y teniendo en cuenta todas estas variables, se puede incluso predecir el siguiente lugar en el que va a actuar. Casi todos ellos siguen unas pautas fijas de conducta, y la premeditación suele ser extrema, por eso muchos no los consideran locos (no saben lo que hacen), sino enfermos (saben lo que están haciendo), aunque en ambos casos parece que carecen de control sobre su voluntad, se dejan arrastrar por sus impulsos más primarios.
Existen asesinos natos de ambos sexos, pero es un problema mayoritariamente masculino, ya que en el hombre actúan ciertas sustancias que genera el organismo con mayor virulencia que en la mujer: un exceso de testosterona, un déficit de vasopresina…
No sólo los cromosomas nos condicionan, también la química de nuestro cuerpo.
Mucho se ha avanzado en lo que a la investigación de la violencia se refiere, hasta su grado más extremo, el asesinato. Gracias a logros como el mapa de Canter se podrá poner coto a todos aquellos individuos con comportamientos aberrantes y peligrosos, aunque sin duda su estudio resulte verdaderamente escalofriante.
2 comentarios:
muy bueno, felicitaciones!!
Gracias, me alegro que te gustara... Un saludo! Pilar
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