martes, 15 de diciembre de 2009

Wolfgang Amadeus Mozart




Wolfgang Amadeus Mozart fue el último de los seis hijos que tuvo Leopold Mozart, compositor y profesor de música, de los que sólo sobrevivieron él y una hermana. Su nacimiento no estuvo exento de dificultad, ya que al nacer a su madre tuvieron que extirparle el útero.
En su infancia tuvo una salud delicada: eritema nudoso, reumatismo, fiebre tifoidea, viruela...
Tenía motivos para quejarse de su aspecto físico: nariz prominente, anomalía congénita de la oreja izquierda que disimulaba con el peinado, entre otras peculiaridades.
No soportaba la leche y tuvieron que alimentarle durante mucho tiempo con agua azucarada, lo cual tal vez influyó en su afición a todo lo que fuera dulce.
Pese a esa salud precaria, su carácter era alegre y se divertía con cualquier cosa. Su padre solía decir de él que era bromista, picarón, muy comilón, espontáneo y sensible a todas las impresiones.
Tuvo especial predilección por la aritmética. Tal vez las matemáticas fueron la clave de la futura perfección y exactitud de sus composiciones.
Con 4 años su padre le inició en el arte de la música, violín y clavecín, y con 5 años ya era capaz de componer pequeñas piezas. Con 6 años dominaba completamente el solfeo.
En su infancia y juventud hizo varios viajes por Europa con su padre y su hermana para dar conciertos y darse a conocer. El padre tocaba el violín, la hermana cantaba y él tocaba el clavecín. A los 10 años dejó atónitos a los holandeses al tocar inesperadamente el órgano más grande y complicado del mundo en Amsterdam. Él siempre trabajaba más duramente de lo que se le exigía, por iniciativa propia, por afán de superación.
Durante aquel tiempo conoció a muchos músicos, aunque tuvo especial amistad con Bach.
Los viajes eran duros por las escasas condiciones que existían en aquella época. Enfermaron los 3 durante algunos de aquellos recorridos.
Con 14 años ingresó en la Academia Filarmónica de Bolonia, lugar al que sólo se podía acceder si se tenían como mínimo 20 años.
Amadeus era capaz de reescribir una composición que hubiera escuchado por larga que fuera. Tenía una memoria prodigiosa y una inagotable capacidad de improvisación. Con esta edad empezó a escribir ópera por encargo.
En su ciudad natal, Salzsburgo, no se encontraba a gusto porque el arzobispo Colloredo, bajo cuya potestad trabajaba, le pagaba muy poco y le trataba despóticamente. Las mansiones burguesas contrataban a los músicos como si fueran sirvientes. Durante una etapa dolorosamente larga fue esclavo de estas situaciones. El arzobispo incluso le mandaba que comiera en la cocina y, en la última discusión, su chambelán le despidió con un puntapié en el trasero.
Harto de todo, acabó renunciando, aún en contra del parecer de su padre, al que le unía una estrecha relación, y se instaló en Viena.
Durante aquel tiempo trabajó extraordinariamente. En cierta ocasión uno de sus protectores de la nobleza le obligó a componer una sonata en una sola noche, porque al día siguiente tenía ilustres invitados y quería obsequiarlos con alguna novedad a la hora de cenar.
La mayoría de los aristócratas acostumbraban a pagarle con cajas de rapé, hebillas para los zapatos y otras naderías.
Se casó con Constanze, hija de una familia amiga, sin el beneplácito de su padre y hermana. Ella era soprano. De esta unión nacieron seis hijos, de los que sólo sobrevivieron dos.
Tuvo una gran influencia de músicos como Haydn, Händel y Bach. Con el 1º mantuvo una gran amistad, intepretando juntos en ocasiones cuartetos de cuerda improvisados.
A una época de bonanza económica en la que vivió rodeado de lujos, siguió otra de estrechez, que fue general en todo el país. Su música empezó a dejar de estar de moda y alguna de sus óperas fueron acogidas con frialdad por el público.
Consiguió poco a poco rehacerse, pero su salud parecía cada vez más quebrantada. Llegó a confesar a su esposa que creía que lo estaban envenenando.
Murió a los 35 años y tuvo un entierro pobre al que casi no acudió nadie, dicen que por las extremas inclemencias del tiempo que se dieron en aquel momento. Se cuenta que hasta su esposa desertó. Por eso nadie supo nunca el lugar exacto donde fue enterrado, porque los sepultureros no se acordaban del sitio, y aún hoy sigue siendo un misterio.
Pero, como suele suceder a veces, la noticia de su muerte incrementó su popularidad, siendo descrita por algunos de sus allegados como "una ola de entusiasmo sin precedentes" en lo que a sus obras se refiere. Varios escritores redactaron biografías sobre él, y los editores compitieron por publicar las ediciones completas de sus composiciones. Músicos como Beethoven, Chopin y Chaikovski crearon variaciones sobre sus temas en su honor.
Amadeus tenía un curioso sentido del humor un tanto escatológico, algo que tampoco era inusual en la época. Quizá por eso no es extraño que escribiera el canon "Bésame el culo".
Se ha hablado mucho de su rivalidad con Salieri, músico y director, al que acusaba de plagio, de boicotear algunos de sus estrenos y de ser el causante de su muerte por envenenamiento. En la vejez los remordimientos le atormentarían hasta el punto de intentar suicidarse.
En la película que Milos Forman hizo sobre él, "Amadeus", aparece reflejada esa relación de amor-odio entre Salieri y él, basada en la admiración y la envidia más profunda. Salieri se lamentaba y se desesperaba al pensar que su rival era capaz de componer las más bellas melodías sin apenas esfuerzo, mientras a él le costaba un trabajo enorme y el resultado final nunca se podía comparar con el talento de Amadeus, el cual es representado en el film como un ser banal, promiscuo, infantil e irresponsable, poseído a cada momento de ataques de euforia que mostraba en forma de extraños alaridos semejantes a risas. También se muestra a Amadeus como un ser con ciertas debilidades del carácter, aunque sí apasionado, muy vulnerable y extremadamente sensible, extrovertido, amante de lo carnal igual que su esposa, con la que no dudaba en retozar a cada momento, aunque fueran sorprendidos bajo una mesa en actitud indecorosa por otras personas.
Aparece, en fin, como la víctima inocente e indefensa de los desmanes de un rival al que las comparaciones le resultaron algo más que odiosas. La interpretación de Salieri, se corresponda o no con la realidad histórica, es magnífica, cómo se deleitaba escuchando a Amadeus y, al mismo tiempo, cómo le corroía la envidia por no ser capaz de hacer lo que hacía él. Nunca se vió a un ser sufrir tanto ante un deseo tan vehemente de perfección inalcanzable.
Nos queda su inefable música, llena de transparencia, delicadeza, fuerza, pasión y voluptuosidad, incluso en las obras más dramáticas. Dicen que la tristeza nunca se dejó notar en sus composiciones ni en los momentos más duros de su vida.
Yo pude conocer hace años el pueblo en el que nació, Sant Wolfgang, y es una preciosidad. Situado en la ladera de una montana y al pie de un inmeso y magnífico lago, la primorosidad de sus casas y calles en medio de un entorno natural incomparable, en la zona del Tirol, lo hace parecer un lugar casi de cuento de hadas, el paisaje típico de una postal.
El suyo fue un final prematuro para un genio, un hombre amante de la vida que apuró la existencia a grandes sorbos hasta el último momento.

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