Mari Carmen es una de esas amigas a las que, aunque la vea sólo de vez en cuando, siempre la tengo presente. Sus correos electrónicos, siempre tan cálidos, son nuestra forma de mantener el contacto, y los que yo le envío dice que tienen seguidores en su trabajo. Una buena forma de relajarse cuando se tiene un ratito libre.
Conocí a Mari Carmen por mediación de mi hermana, pues eran compañeras de clase en el instituto. Con el tiempo ha cambiado físicamente, pero no lo ha hecho en cuanto a su forma de ser, pues sigue siendo la misma. Cuando hablas con ella es la misma jovencita de entonces. Su ingenuidad permanece inalterable, su manera de ver las cosas, su sensibilidad. Las contrariedades que ha tenido en la vida, que han sido unas cuantas e importantes, parecen no haberle dejado huella, aunque me imagino que las secuelas las llevará en lo más profundo de su alma.
Fue en el viaje de fin de curso del instituto cuando empezamos a conocernos más. Por aquel entonces sus padres se estaban separando y aquel viaje le sirvió para distraerse un poco de sus preocupaciones. A ratos se la veía triste y pensativa. Su vida familiar nunca fue buena. Su padre bebía y se iba con otras mujeres. Ella echó siempre en falta haber tenido un progenitor cercano y amoroso, porque bien es sabido que cualquiera puede ser padre pero no cualquiera sabe serlo .
Mari Carmen y su hermano lo visitaban de vez en cuando, pero para ellos era muy desagradable. Se había ido a un piso que compartía con un amigo tan crápula como él, y cuando iban a verle estaba siempre en penosas condiciones y con alguna mujer por allí en actitud poco recomendable. Aquello era una obligación más que otra cosa, pero como ellos sí eran buenos hijos no quisieron perder el contacto con él a pesar de lo mal que se había portado. Así fue hasta que él murió, hace no muchos años.
Mi amiga pasó por varias depresiones y tuvo que acudir a un psicólogo. Llegó incluso a sentir deseos de quitarse la vida. Ella, que es una mujer sumamente inteligente y una extraordinaria estudiante, no fue capaz de terminar sus estudios universitarios. Se colocó en la Administración Pública pero estuvo sólo unos meses: acabó asqueada del trato, el ambiente y el escaso nivel de los trabajos que le tocó desempeñar. Finalmente consiguió un empleo en la empresa privada, en unas oficinas en las que lleva unos cuantos años y parece estar contenta.
Su madre, una mujer muy trabajadora, estaba empleada en un hotel desde hacía años limpiando habitaciones. Tenía la salud delicada, la tiene todavía, y de su experiencia matrimonial le quedó una cierta neurosis. A sus hijos los agobia con los hechos del pasado, y se preocupa por todo en exceso, es machacona y absorbente. Cuando se jubiló se compraron una perrita de lanas blancas que es la delicia de todos. Ahora en invierno le ponen un jersey de rayas de colores y está graciosísima.
Hasta hace unos pocos años vivían en la zona del rastro. La casa que ocupaban estaba en condiciones lamentables, en un inmueble medio ruinoso, y el barrio no les gustaba por el jaleo del rastro y la clase de gente que solía pulular por allí. Era un sitio inseguro. Luego se compraron una casa grande, bonita y de reciente construcción en un lugar más tranquilo. Recuerdo la ilusión con que me la enseñaron cuando me invitaron a conocerla.
Cuando nacieron mis hijos siempre venía a casa para verlos y traerles algún regalo. A ella le encantan los niños y se volcó por completo con ellos. En su casa tenía fotos de Miguel Ángel y Ana como si casi formaran parte de su familia. Ahora se asombra de lo rápido que ha pasado el tiempo y de lo mayores que se han hecho ya.
Conocí a Mari Carmen por mediación de mi hermana, pues eran compañeras de clase en el instituto. Con el tiempo ha cambiado físicamente, pero no lo ha hecho en cuanto a su forma de ser, pues sigue siendo la misma. Cuando hablas con ella es la misma jovencita de entonces. Su ingenuidad permanece inalterable, su manera de ver las cosas, su sensibilidad. Las contrariedades que ha tenido en la vida, que han sido unas cuantas e importantes, parecen no haberle dejado huella, aunque me imagino que las secuelas las llevará en lo más profundo de su alma.
Fue en el viaje de fin de curso del instituto cuando empezamos a conocernos más. Por aquel entonces sus padres se estaban separando y aquel viaje le sirvió para distraerse un poco de sus preocupaciones. A ratos se la veía triste y pensativa. Su vida familiar nunca fue buena. Su padre bebía y se iba con otras mujeres. Ella echó siempre en falta haber tenido un progenitor cercano y amoroso, porque bien es sabido que cualquiera puede ser padre pero no cualquiera sabe serlo .
Mari Carmen y su hermano lo visitaban de vez en cuando, pero para ellos era muy desagradable. Se había ido a un piso que compartía con un amigo tan crápula como él, y cuando iban a verle estaba siempre en penosas condiciones y con alguna mujer por allí en actitud poco recomendable. Aquello era una obligación más que otra cosa, pero como ellos sí eran buenos hijos no quisieron perder el contacto con él a pesar de lo mal que se había portado. Así fue hasta que él murió, hace no muchos años.
Mi amiga pasó por varias depresiones y tuvo que acudir a un psicólogo. Llegó incluso a sentir deseos de quitarse la vida. Ella, que es una mujer sumamente inteligente y una extraordinaria estudiante, no fue capaz de terminar sus estudios universitarios. Se colocó en la Administración Pública pero estuvo sólo unos meses: acabó asqueada del trato, el ambiente y el escaso nivel de los trabajos que le tocó desempeñar. Finalmente consiguió un empleo en la empresa privada, en unas oficinas en las que lleva unos cuantos años y parece estar contenta.
Su madre, una mujer muy trabajadora, estaba empleada en un hotel desde hacía años limpiando habitaciones. Tenía la salud delicada, la tiene todavía, y de su experiencia matrimonial le quedó una cierta neurosis. A sus hijos los agobia con los hechos del pasado, y se preocupa por todo en exceso, es machacona y absorbente. Cuando se jubiló se compraron una perrita de lanas blancas que es la delicia de todos. Ahora en invierno le ponen un jersey de rayas de colores y está graciosísima.
Hasta hace unos pocos años vivían en la zona del rastro. La casa que ocupaban estaba en condiciones lamentables, en un inmueble medio ruinoso, y el barrio no les gustaba por el jaleo del rastro y la clase de gente que solía pulular por allí. Era un sitio inseguro. Luego se compraron una casa grande, bonita y de reciente construcción en un lugar más tranquilo. Recuerdo la ilusión con que me la enseñaron cuando me invitaron a conocerla.
Cuando nacieron mis hijos siempre venía a casa para verlos y traerles algún regalo. A ella le encantan los niños y se volcó por completo con ellos. En su casa tenía fotos de Miguel Ángel y Ana como si casi formaran parte de su familia. Ahora se asombra de lo rápido que ha pasado el tiempo y de lo mayores que se han hecho ya.
Mari Carmen ha construido su vida poco a poco, quedándose sólo con aquello que la complace. Lo único que ha querido siempre es vivir en paz. Casi no ha tenido relación amorosa con ningún hombre, estuvo saliendo un tiempo con un compañero de instituto que no la trató bien. Empezó muy ilusionada, pero él sólo supo hacerla desgraciada. Nunca volvió a salir con nadie, aunque le gustó algún compañero de trabajo. Su timidez y el miedo a que la vuelvan a hacer daño pueden más que cualquier otra cosa, y eso que es muy romántica y que en una ocasión me dijo que sí le gustaría y le parecía importante poder compartir la vida con alguien que te quiera y a quien querer.
Ella es una de las personas más buenas y sensibles que conozco, y me siento muy afortunada por haberla conocido, estoy orgullosa de ser su amiga.
Ella es una de las personas más buenas y sensibles que conozco, y me siento muy afortunada por haberla conocido, estoy orgullosa de ser su amiga.
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