lunes, 27 de junio de 2011

Afganistán y otras guerras


No salgo de mi asombro con todo lo que está pasando en Afganistán. Cada dos por tres hay una noticia en los medios que habla de soldados españoles muertos o heridos allí. En la más reciente se decía que nuestras tropas estaban en misión de reconocimiento cuando ocurrió el último incidente. Un montón de tanques en fila india internándose por territorio afgano, corriendo toda clase de peligros y no sabemos muy bien por qué.

Porque ¿cuál es la misión real del ejército español en Afganistán?. Se supone que es entrenar a las tropas del país para que libren sus propias batallas. España no participa activamente en ninguna guerra, ni falta que le hace. Entonces ¿qué terreno tiene que estar reconociendo?. ¿Es que se extralimita en sus funciones?. ¿Qué nos están ocultando?. La información sobre nuestra participación en esa contienda es muy confusa, no es clara en absoluto.

Le preguntaba a mi hijo, experto para mi desgracia en armas y guerras, que cómo podían haber muertos dos soldados por una bomba si iban en un vehículo blindado. Él me dijo que esta clase de vehículos sólo resisten las balas y cierto tipo de armamento, pero una bomba no. Parece que no hay blindaje posible contra la violencia, sea cual fuere. No hay entrenamiento suficientemente eficaz para resistir un ataque sangriento, no somos superhéroes, no tenemos poderes, somos frágiles y estamos expuestos a todo.

Una amiga mía que trabaja en un acuartelamiento de carácter internacional, encargada de tramitar las órdenes de viaje del personal militar (una especie de pasaporte se podría decir), está escandalizada con lo que está pasando con Libia. Los altos mandos quieren mandar tropas allí, pero como ésta es una guerra que no estaba prevista (hay que hacer un planning hasta de las guerras, reales y posibles), no existe partida presupuestaria para financiar ese movimiento de contingente humano. Para colmo de absurdos, los oficiales que ya se han ido se lo están pagando de su bolsillo, hasta que alguien se encargue de pedir y le sea concedido ese remanente económico necesario para pagar el desembolso, y como la situación se está prolongando sin que nadie haga nada por solucionarlo, pues es ya insostenible. Ha habido uno que ha dicho que su Visa ya no da más de sí. Increíble.

Mi amiga me ha dicho que seguramente, debido a todos estos inconvenientes, cuando llegue la ansiada partida presupuestaria extraordinaria, no habrá suficiente para pagar a los soldados los sueldos que habitualmente están establecidos para misiones en el extranjero. Les remunerarán con la mitad de lo que sería normal. Qué bien, el precio por jugarte la vida vale la mitad de lo que debiera, porque a la persona que está al frente de la cartera ministerial, en este caso le ha tocado el san benito a Carme Chacón, no se le ha ocurrido que tiene que desembolsar un dinero que seguramente ya ha destinado a cosas mucho menos importantes y urgentes. Ni parece querer saber nada del tema. El gobierno que rige en estos momentos nuestros destinos cree que dejando pasar por alto los problemas, éstos se solucionan solos por desgaste o como si ignorándolos dejaran de existir.

Qué gloria nos hemos perdido para la posteridad, cuando esta señora pretendió aspirar a la futura presidencia del gobierno. Por fin una mujer presidenta, después del logro de ser la primera representante del débil sexo en ostentar una cartera machista por antonomasia como es la de Defensa. Menudo carrerón el suyo, el estrellato parecía asegurado. Y qué cara de lástima ante los medios de comunicación cuando tuvo que decir que ya no podía ser, como una niña pequeña que estuviera a punto de llorar porque le han quitado el caramelo.

Y mientras, en donde trabaja mi amiga reina la más absoluta confusión. Sin la orden de viaje el militar de turno no se puede marchar, pero ya se les ha dado aviso de que vayan haciendo el equipaje. Todo son decisiones contradictorias, tomadas sobre la marcha y de cualquier manera. Y encima nadie garantiza que se les vaya a retribuir sus servicios.

Es un tema tan importante y se ha tomado tan poco en serio que termina resultando rocambolesco. Si antes teníamos sólo la sospecha de que vivimos en una república bananera, ahora se confirma absolutamente.

Cuando oigo a mi hijo que quiere entrar en el ejército se me cae un poco el alma a los pies. Por un lado porque la seguridad, aún sin entrar en combate, no está garantizada, y por otro lado porque no se le está dando la importancia debida al hecho de que una persona decida jugarse la vida por su país, aunque sea en misión humanitaria.

Todo esto es un monumental despropósito, desde la persona que han puesto a la cabeza de la cartera ministerial tomando decisiones hasta el trabajo de oficina mondo y lirondo que se hace en los acuartelamientos. Aquí no se salva nadie. Aquí no tenemos salvación nadie. Estamos en completa indefensión.

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