Cuántas cosas se han escrito sobre Marilyn Monroe. Cuesta creer que una mujer a la que se le había construido una imagen tan aparentemente frívola, el típico sex-symbol norteamericano, la rubia oxigenada explosiva y sensual, pudiera causar tanta sensación mientras vivió, y llegara a convertirse en un icono cultural tras su muerte, en una especie de fetiche, en un símbolo de todo un siglo imitado por tanta gente y tan presente, varias décadas después, en la moda y en otros muchos ámbitos.
No creo que la propia Marilyn hubiera imaginado nunca que su persona llegara a ser conocida en el mundo entero, y que significara tanto para muchos. Ella, que fue una pobre huérfana que pasó por varios hogares adoptivos en los que fue maltratada. Ella, que empezó siendo muy joven su errática relación con los hombres, casándose con un hombre insignificante. Ella, que a pesar de su belleza, su dulzura y sus talentos, fue siempre minusvalorada por una sociedad puritana como era la estadounidense de los años 50-60, la misma que la había fabricado como un producto más del star system, preparado para ser consumido por el gran público, especialmente el masculino.
Marilyn supo sacar partido a un físico de escándalo, y su aspecto resultó notablemente más atractivo después de pasar por las manos de los asesores de imagen de Hollywood. Cambió su peinado, aprendió a maquillarse, y desarrolló un gusto exquisito para la ropa (sus vestidos sugerentes que marcaban sus pronunciadas curvas, sus trajes de noche de ensueño). Hasta modificó su manera de caminar, contoneándose de forma fingidamente casual y marcadamente provocativa para acentuar el atractivo de su cuerpo. Era como una gatita melosa, que desease por encima de todo ser admirada, querida y deseada, que anhelase ser protegida, pues su desvalimiento era evidente, pese a su aparente poderío sexual.
Pocas personas fueron nunca tan frágiles como Marilyn. Víctima de su apariencia, despertó la libido de los hombres, pero no su amor. Fue una muñeca rota, una marioneta utilizada por la industria del cine para enriquecerse explotando su imagen, y por los miembros del sexo opuesto, que se aprovecharon de ella por su vulnerabilidad y su enorme necesidad de afecto.
Marilyn nunca se llegó a sentir totalmente bien en su piel, en el papel que otros habían creado para ella. Sus inseguridades, sus miedos, afectaban a su estado emocional de forma implacable. Llegaba con retraso a los rodajes y no siempre se sabía su papel. Unas veces era capaz de decir de carrerilla 3 ó 4 páginas seguidas del guión, y otras veces tenían que repetir sin descanso las tomas porque se confundía en una sola frase, incapaz de concentrarse. Sus problemas para conciliar el sueño iban en aumento, y el efecto de las muchas pastillas que tomaba para dormir había que contrarrestarlo con estimulantes, algo que no le importaba mezclar con alcohol siempre que la ocasión lo requiriera (como le pasó a Judy Garland, o más recientemente a Heath Ledger).
A pesar de su agitada vida social y sentimental, sólo dos hombres fueron claves en su existencia: un conocido jugador de béisbol, el único que en cierto modo la siguió queriendo incluso tras su divorcio, el que se encargó de organizar su entierro y funeral y que nunca le faltasen flores en su tumba, y un exitoso escritor con el que nadie hubiera pensado nunca que tuviera algo en común (el rasgo intelectual parecía serle negado a Marilyn), y del que se quedó embarazada en dos ocasiones, sin conseguir llegar a término. Su imposibilidad para ser madre supuso una nueva frustración y un nuevo vacío emocional para ella, aunque en su diario escribió que no descartaba adoptar algún niño si llegaba el caso, lo mismo que fue adoptada ella en su momento.
Pero su errática vida, la inestabilidad de sus relaciones y sus crecientes adicciones le impidieron llegar a realizarse en ese y en otros muchos terrenos.
Mucho se ha especulado sobre su vínculo con los Kennedy, políticos importantes pero personas inmorales, a los que se les llegó a acusar de su muerte (quién les iba a decir a ellos que sufrirían el mismo destino).
Marilyn ya no era persona al final de su vida. Sola, desesperanzada, dicen que practicaba sexo con cualquier hombre con el que se encontrase por la calle, cualquiera que se le antojara en un momento dado, y en cualquier lugar. Muchos trastornos mentales cursan con un exacerbado apetito sexual, y suelen ser el sustituto del amor que debería haber llenado ese enorme vacío interior. Sin dignidad ninguna, le ofrecía a los hombres aquello que pensaba por lo que únicamente se interesaban por ella, a cambio de un contacto humano que le proporcionase siquiera por un momento un poco de calor. Había asumido por completo su papel de sex symbol, sin creerse ya capaz de ninguna otra cosa.
Un ejército de médicos, psicólogos y videntes que la seguían a todas partes no hicieron más que parasitarla y terminar de hundirla en la miseria, algo parecido a lo que le sucedió a Michael Jackson. Una dosis lo bastante fuerte de somníferos aquella fatídica, interminable noche de verano, la ayudó por fin a olvidarse de todo, a descansar para siempre, a dormir el sueño eterno de los que quieren cerrar por fin los ojos y no volver a abrirlos ya nunca más. La anestesia definitiva, el olvido absoluto.
Siempre me han impactado las imágenes que le tomaron a su cadáver, apenas cubierto por una sábana. Su rostro, tan bello, tenía hematomas, y parecía desfigurada, como si la hubieran maltratado (como así había sido toda su vida).
Pero ella sigue viva entre nosotros. Sus películas siempre nos mostrarán su forma de interpretar tan personal y sugerente, con una erótica estudiada y al mismo tiempo con un candor natural de mujer que nunca ha dejado de ser una niña. Qué dulce y frágil en Bus stop, qué desesperada en Niágara, cuán divertida en Con faldas y a lo loco, qué trágica en Vidas rebeldes, y qué terriblemente sensual en La tentación vive arriba, con aquella idea tan peculiar de abrir el frigorífico y colocar un ventilador al lado para conseguir frescor en las largas noches de verano, y de paso poner dentro su ropa interior.
Dicen que dormía con sujetador para que no se deformase su hermosa figura (qué pensaría ahora de la silicona que se colocan muchas), y de todos es sabido que se perfumaba con unas gotas de Chanel nº 5 al irse a acostar.
Marilyn fue una artista muy completa que a su particular talento para interpretar unía su voz tan bonita cuando cantaba y su gracia para bailar. Ella burló a la feroz censura de la época apareciendo semidesnuda junto a una piscina de noche, y como Dios la trajo al mundo en aquel famoso calendario al principio de su carrera. Mostraba su cuerpo sin tapujos, con naturalidad. El suyo era un desnudo artístico que estaba al mismo nivel que una pintura o una escultura, y todos no hemos hecho otra cosa más que admirar esa belleza que es la que está en todo lo que es Arte.
Fue su infancia tan penosa la que la llevó al desastre, y también la manipulación de que fue objeto durante su carrera profesional. Aunque creó su propia productora para conseguir buenos papeles, no era fácil para una mujer en aquel entonces salir adelante en cualquier clase de negocio.
Porque eso fue ante todo Marilyn, una mujer, un ser humano muy especial.
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