Mi hijo últimamente le da por cortarse el pelo como me parece que he visto en el cine que lo debían llevar los arapahoes, casi al cero por los lados y con una zona central en la parte de arriba de la cabeza con pelo. Creo que los últimos fichajes futbolísticos lo están poniendo de moda, aunque en ellos el resultado es aún más salvaje, entre piercings y tatuajes.
Estoy echando un vistazo de vez en cuando a la televisión ahora mismo, que están poniendo Apocalypto, la magnífica película que dirigió Mel Gibson sobre el mundo de los mayas hace siglos, y que ya había visto, y compruebo que la apariencia de estas tribus que vivían en estado salvaje en la selva no es muy distinto del que tiene una gran parte de la gente joven hoy en día.
No sé si terminaremos poniéndonos los platos que en el Amazonas se colocan los indígenas en el labio inferior, o las argollas que alargan el cuello de las mujeres jirafa en África, pero sí que muchos de los abalorios habituales en esos ambientes han sido adoptados por ciertos sectores de nuestra sociedad "civilizada". Las anillas en los lóbulos de las orejas, o una clavada en la ternilla de la nariz como se hace con el ganado para poderles pasar una soga con la que llevarlos de aquí para allá; los pequeños objetos metálicos o de madera atravesando cejas, aletas de la nariz, pezones, ombligos, lenguas y hasta vaginas; la multitud de pulseras de escaso valor y mucho colorido que casi cubren medio brazo; los tatuajes en prácticamente todo el cuerpo...
En mi juventud, y sobre todo porque estudié en una facultad como la de Periodismo que era el crisol de todas las tendencias, tuve oportunidad de ver de cerca todo tipo de tribus urbanas. Hace un rato lo recordaba con mi hermana, que también estudió allí. Los que más atención llamaban eran los punkies, con sus enormes crestas de colores y el resto de la cabeza rapada, sus ropas de cuero, sus botas militares, sus muñequeras tachueladas, hebillas por todas partes, pendientes y ojos pintados con kohl. Me viene a la memoria la imagen de uno en particular que era muy alto y delgado, con la cresta amarilla, con el que coincidí una vez en el ascensor de la facultad. Se sacó un peine, estiró los brazos hacia arriba y se puso a atusarse la cresta con toda naturalidad. En su actitud había algo de desafío, de burla, de provocación. Se fijaba en si se le quedaban mirando. Les encanta llamar la atención.
También había lo que ahora llamarían góticos, con sus guardapolvos negros, sus rostros maquillados con polvos blancos, los ojos sombreados como si vinieran de ultratumba. Resultaban bastante siniestros. Después algunos mods, vestidos como en los años 60, con tonos verde oscuro. Y también algunos rockers, que se retrotaían más aún en el tiempo, a los años 50, con sus tupés, sus vaqueros o sus pantalones de cuero super ajustados, las faldas cortas almidonadas ellas.
Hoy en día la gente sigue agrupándose, pero las motivaciones han cambiado. Se forman bandas en las que sus integrantes defienden extrañas ideologías o pretenden utilizar su origen como una seña de identidad defendida a sangre y fuego. Los skins heads, con su pensamiento neonazi, o los latin kings, con su violenta prepotencia que hace pensar en un complejo de inferioridad mal digerido respecto al resto de las sociedades de otros países, en las que no terminan nunca de integrarse, son sólo una pequeña muestra del desarrollo de estas nuevas tribus urbanas que nos invaden.
Siempre me ha parecido curiosa la necesidad de cierta gente de pertenecer a un determinado grupo, de formar parte de una entidad más o menos reconocible, con un aspecto muy determinado y unas costumbres concretas. Suelen tener normas muy rígidas, y no se perdona al que pretenda ignorarlas. Todo eso a mí me horroriza. Detesto las etiquetas, las clasificaciones, el tener que identificarme con un sector, una escala social ni nada parecido, y mucho menos tener que seguir estrictas directrices impuestas por otros. Las imposiciones en general me repatean. En una sociedad como la India me sería muy difícil vivir, con sus castas inamovibles. Nunca he seguido las modas en el vestir, ni siquiera cuando era joven, sólo aquello que me gustara. Tengo una ideología política, que se corresponde sólo en parte con un partido en particular. Poseo creencias religiosas que no siguen al pie de la letra los dictados cristianos, y que desde luego en nada coinciden con ciertas sectas como el Opus Dei, tan considerada socialmente.
No hay nada que desconcierte más que una persona que no cuadra con ningún parámetro conocido, que no puede ser clasificada como si de una especie animal o vegetal se tratara. Eso no está bien visto en sociedad, se tiende a rechazar al que se distingue, a no ser que tenga carisma suficiente como para erigirse en líder de la manada, o algún talento especial que le reporte reconocimiento y admiración.
¿Terminaremos como en Apocalypto luchando unas tribus contra otras para conseguir la hegemonía de la selva?. ¿Se seguirá comienzo el pez grande al chico, como ha sucedido siempre en la historia de la Humanidad?. Y a los que no pertenecemos a tribu ninguna, aunque por nuestra raza, nivel económico o el trabajo que tengamos ya se nos clasifique directamente con pobres etiquetas propias de mentes prejuiciales, ¿nos dejarán en paz, o todos estaremos involucrados en la misma guerra aunque no queramos?. Con la creciente violencia social que padecemos, parece que nadie va a poder vivir tranquilo. Ya deberíamos saber todos que no hay mayor signo de debilidad que el uso de la fuerza, se pertenezca a la tribu que se pertenezca.
6 comentarios:
El deseo de pertenecer a una tribu creo que es propio de quien no se ve capaz de salir solo ni a comprar el pan. Por tanto son seres acomodaticios, reaccionarios, incapaces de pensar por sí mismos, son rebaño, sin más.
Dicen que los seres humanos somos animales gregarios, como la mayor parte de la fauna del planeta. A lo mejor los que no nos gusta eso somos los bichos raros.
Pilar, somos bichos raros, por supuesto, el rebaño es mucho más numeroso; pero quienes siempre han movido al mundo han sido los pastores, no las ovejas.
No me imagino yo pastoreando a nadie. Yo soy de las que nos les gusta mandar ni que me manden. Pero tampoco me imagino siendo oveja...
el pertenecer a una tribu urbana, es mas marcada en una cierta etapa de la vida, pero el ser humano a todo momento esta creando su identidad desde que se es pequeño, hasta que muere, a veces es fácil hablar, pero si se adentraran mas en las tribus, en sus ideologías y entenderlas, creo que podrían hacer criticas constructivas, estoy de acuerdo que hay personas que pertenecen a equis tribu y son personas mediocres e inmaduras, pero no significa que asi sean todos, y algo que si corrijo, los skinheads son una cosa y los boneheads son otra
Tribus urbanas hay una larga lista, pero no voy a hacer referencia a cada una de ellas porque sino el post sería interminable. He hablado de mediocridad en referencia a la necesidad de cierta gente de clasificar a todo el mundo en un determinado grupo, de etiquetar a los demás. Estoy absolutamente de acuerdo contigo en que el ser humano en todo momento está creando su identidad desde que es pequeño. Ésta habría sido una buena idea para incluir en mi post, que por cierto no me ha gustado, como todas las cosas mías que releo al cabo del tiempo. No te he encontrado en Blogger y me gustaría leer lo que escribes. Un saludo.
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