viernes, 8 de marzo de 2013

Olas peligrosas


El mar es un ámbito natural en el que el ser humano no tiene dominio alguno, a merced de fuerzas que le sobrepasan. Cuando cree estar a salvo, navegando en la más tranquila de las aguas, de repente puede aparecer una gran ola solitaria que le haga zozobrar. A estas olas se les llama también gigantes, vagabundas u olas monstruo. Se producen por acumulación de olas pequeñas, sin mediar fenómenos meteorológicos. Si además se encuentra con una corriente marina que viene en sentido contrario, aumenta su tamaño. Tienen entre 20 y 30 metros, el equivalente a un edificio de 17 pisos.

Hay un 2º tipo de olas, generadas por los vientos desencadenados por las tempestades. A las olas que se encuentran lejos del área donde fueron generadas por el viento, se las conoce como mar de leva o swell (en inglés). Esto permite saber con antelación si se acerca una tormenta. Provoca marejadas y mareas anormalmente altas.

El tercer tipo son los tsunamis, tristemente conocidos en los últimos años, olas provocadas por maremotos. La longitud de onda alcanza cientos de kilómetros, y la altura aumenta conforme se acercan a la costa, al disminuir la profundidad del fondo sobre el que se desplazan. La energía total descargada sobre una zona costera también dependerá de la cantidad de picos que lleve el tren de ondas. En el maremoto del océano Índico de 2.004 hubo 7 picos enormes, gigantes y muy anchos, un tren de 7 u 8 olas separadas entre 15 y 30 minutos unas de otras, siendo normalmente la segunda o la tercera la más potente. En alta mar llega a alcanzar una velocidad de más de 900 km/h, y al llegar a la costa disminuye considerablemente. Se adentran varios km. en la costa y tienen también un efecto de retroceso, igualmente destructor.

El 4º tipo son los mega-tsunamis, consecuencia de la combinación de varios fenómenos, como un terremoto submarino combinado con desplazamientos de laderas que se hunden en el mar.

El 5º tipo son las olas generadas por inmersión, cuando laderas enteras de volcanes se han desmoronado bruscamente en el mar provocando oleajes enormemente destructivos, como en la isla de Oahu cerca de Hawai, en donde un volumen de unas 10 veces la montaña Everest se deslizó brutalmente en el mar. O como sucedió con el volcán de la isla de Krakatoa, en 1883, que tras varios meses de actividad terminó colapsando, provocando una explosión con una energía de 200 megatones, el equivalente a 10 mil bombas como la de Hiroshima. Las olas alcanzaron 40 metros de altura y se desplazaron a miles de km. de distancia, sembrando el pánico y la destrucción allá por donde pasaban. Estas olas, al contrario que los tsunamis originados por maremotos, son más altas cuanto más cerca estén del lugar donde se originan. El agua alrededor de la isla hervía, se generaron vientos muy fuertes, los materiales fueron expulsados hacia el cielo muchos km., y la detonación que se produjo se considera la más alta registrada en toda la Historia. La isla desapareció del mapa, pero en 1927 nuevas erupciones formaron una nueva isla.

Y por último, el 6º tipo son las olas de impacto, provocadas por el choque de un asteroide contra la Tierra, como ocurrió hace 65 millones de años, y que acabaron con el 70% de las especies del planeta. Fue cerca de la península del Yucatán, en lo que hoy es el Caribe mexicano. Son las más descomunales y terribles, y pueden ser tan altas como profundo sea el mar. El impacto produce una explosión de 60.000 megatones, que vaporiza el cuerpo del asteroide y produce una cavidad en las aguas del océano de una extensión horizontal de casi 18 kilómetros y hasta el fondo del océano en sentido vertical, unos 4,8 km de profundidad. Luego el agua retorna para llenar el hueco, produciendo olas tsunami de todas las frecuencias y longitudes, con una longitud pico de más o menos el diámetro de la cavidad. La casi totalidad de la corteza terrestre se vió anegado.

Las olas son un fenómeno que a mí siempre me ha producido fascinación, un mar tempestuoso en un día de tormenta es un espectáculo digno de ver, pero como simple espectadora, y a buen recaudo.


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