martes, 19 de noviembre de 2013

El mayordomo. La segregación racial americana


El reciente estreno de la película El mayordomo ha vuelto a sacar una vez más a la palestra el tema del segregacionismo en EE.UU., que siempre me ha interesado mucho. La historia real de un miembro de raza negra en la servidumbre de la Casa Blanca a lo largo de varias décadas es cuando menos conmovedora. Aunque a la película le falta garra, el relato de la vida de Cecil Gaines, desde 1926, cuando siendo un niño es testigo de la violación de su madre y el asesinato de su padre a manos del hombre blanco dueño de la plantación de algodón en la que son explotados, hasta 2008 cuando es elegido por 1ª vez un hombre negro como presidente de la nación, es poderoso. Cuántas vicisitudes en la existencia de alguien que en realidad es tan sencillo.

“Tienes que estar en la habitación como si estuviera vacía”, le repitieron una y otra vez en su infancia cuando comenzó a servir en la casa del asesino de su padre. “Mira a los ojos del que sirves para saber lo que quiere. Sonríe para que el cliente se sienta bien atendido. Anticípate”, le dijeron cuando empezó a trabajar en un lujoso hotel. “No mires, no escuches ni reacciones ante ninguna conversación”, le advirtieron cuando comenzó a prestar sus servicios en la Casa Blanca.

Desde la particular óptica de un hombre negro, humilde, trabajador y honesto, se describe la vida allí, su relación con todos los presidentes a los que vio pasar, siendo John Kennedy y Reagan sus preferidos. El 1º porque fue el primer dirigente blanco que inició la oposición al segregacionismo racial e hizo todo lo que pudo para erradicarla, con no pocas dificultades. Además se interesó por el mayor de los 2 hijos de Cecil, Louis, del que se había distanciado por su lucha a favor de los derechos civiles para los de su raza. Cuando el presidente es asesinado, se ve a su mujer Caroline llorando desesperadamente, con su traje rosa manchado de sangre, que no se quiso quitar en muchas horas para que todos vieran lo que le habían hecho a su marido. Le regaló a Cecil una de las corbatas del difunto, que guardaría siempre como un tesoro.

También Ronald Reagan es objeto de su devoción, pues le confiaba sobres con dinero dirigidos a personas que le escribían y que tenían dificultades económicas, a espaldas de sus asesores y de su esposa, para no tener que dar explicaciones ni sufrir censuras. Además su mujer, Nancy, les invitó a él y a su esposa, que estaba deseando desde hace décadas conocer la Casa Blanca, a una cena de gala. Se le hizo muy extraño ser servido en lugar de servir, y se dio cuenta de la doble cara que tienen que ofrecer los que sirven, una cuando están trabajando y otra en su vida normal. Mientras servía a este presidente decidió jubilarse, para pesar de éste, pues le dijo que todos le querían allí y que lo consideraban uno más en la familia.

Cecil había decidido unirse a la causa de su hijo Louis. Éste, en sus tiempos de universitario, se había integrado en un grupo que era adiestrado para soportar los golpes y los insultos de los blancos allá donde fueran a oponerse a la segregación. A ese momento pertenece esta foto, que dio la vuelta al mundo. Luego derivó a posturas más radicales al apoyar a las Panteras Negras, que fue cuando el desencuentro entre padre e hijo llegó a su punto más álgido, hasta que Louis se dio cuenta que era un grupo muy violento, y decidió salir. También conoció a Luther King, al que consideraba demasiado manso, y que se dejó matar como un cordero.

Cecil acude junto a su hijo, convertido en un político de cierto nombre, que está dando un mitin a favor de la liberación de Mandela. “Pero papá, te van a encarcelar, y te despedirán del trabajo”. Pasar unas horas en prisión es una anécdota más en su vida. Durante la guerra de Vietnam había perdido al menor de sus vástagos, un chico que nunca le había dado problemas, con buen carácter y que estaba siempre de buen humor. Cecil siempre había pensado que el mayor luchaba en contra de su país y el pequeño a su favor. En realidad eran dos formas distintas de enfrentar la existencia en esa Norteamérica convulsa que durante tantos años negó tantos derechos a tanta gente.

En una nación donde a una mujer se la impedía participar en una maratón, fuese blanca o negra, caso de Katherine Switzer en la maratón de Boston de 1967, todavía era más difícil que reconociera a los negros los derechos que todo el mundo tenía. Los de “color”, como los llamaban, se tenían que sentar en un lugar aparte en los restaurantes, beber en sitios diferenciados de los blancos con carteles, y hasta sentarse en el autobús en la parte de atrás, hasta que llegó Rosa Parks y dijo que ella se sentaba donde le apetecía, sin distinciones.

Elizabeth Eckford fue la 1ª estudiante negra que acudió a un instituto de blancos. Tuvo que soportar todo tipo de insultos y amenazas. Su entereza entonces sigue siendo un ejemplo para todos. Lo mismo le sucedió a la niña Ruby Bridges, que ingresó en un colegio sólo para blancos. Al principio la recluían en dirección, pues ningún profesor quería darle clases. Muchos dejaron de llevar a sus hijos a la escuela mientras estuviera ella. Una docente de Boston llegó para impartirle sus lecciones, en un aula vacía. Para Ruby fue como un ángel caído del cielo. La niña tenía que entrar y salir escoltada del centro para que no le sucediera nada, momento que fue inmortalizado en un hermoso cuadro. A pesar del miedo que tenía, dijo años después que lo que hizo fue rezar todo el tiempo, y así lograba encontrar la fuerza que necesitaba para resistir.

Carolina del Sur, 1956
El matrimonio Loving logró tras años de litigios que se admitieran los enlaces interraciales. Se conocían desde la adolescencia. Tuvieron tres hijos y se vieron obligados a vivir fuera de su estado durante mucho tiempo para evitar la cárcel, antes lograr su propósito.

Rosa Parks
El protagonista de nuestra historia, finalmente, es invitado a conocer al presidente Obama. El anuncio de su elección en televisión hace que se le salten las lágrimas. Nunca hubiera pensado que sería posible, después de todo lo que le había tocado vivir, que un hombre negro pudiera ser elegido el máximo representante de la nación. Para la ocasión se pone la corbata del difunto John Kennedy, tras haberla planchado cuidadosamente, y un pisacorbatas con el que le había obsequiado Ronald Reagan. Él era sólo un sirviente, pero sabía apreciar cuando era respetado y bien tratado, y no lo olvidaba jamás.
Ruby Bridges








El matrimonio Loving

Loving con una de sus hijas
Elizabeth Eckford, Little Rock, Arkansas, 1954

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