Veía hace poco una de las versiones que sobre la vida de Hitchcock se han hecho, la protagonizada por Sienna Miller, de la que había oído hablar mucho pero a la que nunca había visto trabajar, y la verdad es que me ha gustado. Está un poco en la línea de Naomí Watts. Son las actrices que más gustan ahora en Hollywood, rubias, delicadas y femeninas, pero al mismo tiempo fuertes y con mucha personalidad, muy educadas y con algo especial que cautiva. Lo cierto es que si es verdad todo lo que en ella se dice, Hitchcock no sale muy bien parado que digamos.
La acumulación de situaciones grotescas y groserías por parte del cineasta terminan estomagando. Ya había oído en más de una ocasión que tenía preferencia por las actrices rubias y frías, y que a Tippi Hedren, con la que se obsesionó más que con ninguna otra, le hizo pasar un calvario en una de las escenas más truculentas de Los pájaros, aquella en la que la protagonista es atacada por los animales, obligándola a repetir muchas veces las mismas tomas, pero no sabía hasta qué punto había llegado su crueldad. 45 tomas repartidas a lo largo de 5 días, en los que pensaba en un principio haber utilizado aves mecánicas y luego usó animales de verdad.
Sienna Miller está magnífica interpretando a aquella actriz, aunque su parecido con ella, físico o por su forma de actuar, es lejano. Podemos ver la tortura a la que fue sometida, el ensañamiento pese a las leves protestas de algunos de los miembros del equipo. A las lesiones producidas por las garras y los picotazos se sumó el desgaste psíquico, la tensión nerviosa por la interminable repetición de la misma situación macabra. Hitchcock era muy perfeccionista, pero en la película lo que se muestra es una perversión.
Cuando termina de rodar esa escena, la actriz salió precipitadamente del estudio en su coche, a pesar de que una de las miembros del equipo intenta detenerla, pues no se encuentra en condiciones de conducir. Llega a su casa, se da una larga y reconfortante ducha y pasa una semana tranquila en compañía de su pequeña hija. Todos creen que ha abandonado, pero al cabo de esa semana se presenta de nuevo en el plató, siendo recibida por todo el equipo con aplausos. Ella se coloca uno de esos pájaros sobre su hombro, vestida y peinada impecablemente, todo un desafío para Hitchcock, que la contempla entre pesaroso y aliviado. Su sonrisa triunfal es una muestra de que ha superado la prueba, de que es una profesional y de que tiene mucha más clase de lo que tendrá nunca el director, por mucha fama y prestigio que llegara a conseguir. Todos creyeron que montaría un escándalo por lo ocurrido, pero no fue así.
El director aparece como un reprimido sexual que se pasa el tiempo haciendo chistes de mal gusto, que la cohorte de lameculos que le sigue a todas partes le ríen sin parar, y que aprovecha su posición preeminente para intentar conseguir sus oscuros propósitos. Se le insinúa procazmente a Tippi en alguna ocasión en que se quedan a solas, y aprovecha muchas de sus escenas para hacerla sentir indefensa. El papel se prestaba a ello.
Lo mismo que cuando rodaron Marnie la ladrona al poco tiempo, dicen que su última obra maestra. Aquí el maltrato fue sobre todo psicológico, la actriz quedaba desamparada frente a sus caprichos, y también el personaje que interpretaba daba pie a ello. Hitchcock, en su obsesión, llegaba a identificar la frigidez del personaje de Tippi con la que él le suponía por haberle rechazado.
Se presenta al cineasta como un déspota que por un lado se creía brillante y genial, y por otro lado se despreciaba a sí mismo por su aspecto, una obesidad galopante y una vejez que avanzaba a pasos agigantados. A su mujer también la maltrataba con su desdén y sus apelativos insultantes, según aparece en el film.
Cuando en mi infancia televisaron un ciclo dedicado a él, descubrimos una forma de provocar pánico que en nada tenía que ver con lo que estábamos acostumbrados. El misterio, lo que no se veía más que lo que sí, las primeras tomas de un cuchillo o una mano crispada, los gritos. La música de fondo como contrapunto perfecto. Es curioso lo mucho que necesita el cine de terror y suspense de la banda sonora. Siempre resultó un cineasta elegante, pese a lo retorcido de sus argumentos, el suyo era un morbo interesante, elegante. Un tema tan difícil y oscuro como el del crimen en sus manos cobraba una dimensión diferente, se lo contemplaba desde otra óptica. Nos poníamos del lado de la víctima y del asesino al mismo tiempo, pues llegábamos a entender sus oscuras razones.
Además tenía su lado travieso, al aparecer en todas sus películas en lugares en los que apenas se le veía, su firma personal. Era un guiño al espectador, buscando su complicidad, como un niño grande, guasón y caprichoso.
Estupenda Sienna Miller en esta película, quizá lo único que merezca realmente la pena en ella.
Sin embargo me ha gustado mucho más la versión protagonizada por Anthony Hopkins, actor interesante y magnético donde los haya. En esta ocasión se trata con sumo respeto la figura de Hitchcok, y sólo se habla de algunas de sus peculiaridades de forma velada, como su gusto por el alcohol y los puros, el hecho de que fuera muy celoso o que estuviera siempre a régimen por su obesidad, su inclinación por las rubias jóvenes. Me han fascinado las tomas de su casa, una mansión preciosa, con una piscina de ensueño y unos jardines maravillosos que su mujer cuidaba personalmente, interpretada por la inefable Helen Mirren.
Este film se centra en el rodaje de la que sería la última película que el director haría en blanco y negro, Psicosis, y se nos desvelan cosas que casi nadie sabíamos, como que está basada en un hecho real, sólo que éste era más truculento, pues el verdadero asesino coleccionaba en su casa trozos de los cuerpos de sus víctimas, 12 ó 13 mujeres en el momento en que fue detenido.
Anthony Perkins, el actor protagonista, tenía algunas similitudes con el personaje que encarnaba, pues vemos en una charla que mantiene con el director antes de empezar el rodaje cómo confiesa que él tenía una gran afinidad con su madre cuando era niño, hasta el punto de desear más de una vez que su padre muriera, lo que efectivamente ocurrió, algo que le hizo sentirse culpable toda su vida. Estaba deseando que le dieran el papel, harto de las comedias románticas que solían ofrecerle.
Scarlett Johansson encarna a una improbable Janet Leigh, pues el parecido en ningún sentido es más que remoto.
Me parece increíble que Hitchcock no consiguiera financiación para esta película y que tuviera que pagarlo de su bolsillo, pues el argumento no gustó a nadie por lo escabroso, y estaba basado en un libro del que mandó retirar todos los ejemplares de las tiendas para que nadie supiera el final. Al director le encantaba intrigar, sorprender a todo el mundo, dejar al público con la boca abierta, y de paso aterrorizarles un poco.
Me hicieron gracia los reparos que el censor le puso con el guión en la mano (el guionista iba diariamente al psicólogo por algunos problemas que tenía, entre ellos una difícil relación con su madre), pues quería estar seguro de que la protagonista no apareciera desnuda en la macabra escena de la ducha (“nunca he rodado escenas de mal gusto”, replicaría el director), ni tampoco el inodoro o tirando de la cadena (“en las películas americanas nunca han aparecido semejantes cosas” decía el censor, amenazando con que no se distribuiría aunque la rodase).
Vemos cómo Hitchcock se lamenta por todos los obstáculos que tiene que superar, a pesar de su prestigio tras una larga carrera, y critica que haya hecho ganar mucho dinero a los estudios y eso no se tenga en cuenta, todo exigencias y ningún reconocimiento. El director estaba empeñado en llevar adelante este film, después de un periodo de escasa inspiración creativa. Quería hacer algo distinto de todo lo anterior, se sentía prisionero del encasillamiento al que le sometían los productores, que querían según él que hiciera siempre la misma película.
Estupendos Hopkins y Helen Mirren.
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