jueves, 19 de diciembre de 2013

La conexión planetaria


Veíamos hace poco las imágenes en televisión del terremoto de Filipinas, y poco tiempo después teníamos noticia también de un pequeño seísmo en Madrid. Es inquietante, una ciudad como la nuestra que se supone que no está en zona sísmica. A la hora de la sobremesa, y en las poblaciones del sur, a las afueras, dos movimientos con 10 minutos de diferencia.

¿Qué pasaría si ocurriera en zonas céntricas de la capital, aquellas en las que se erigen edificios oficiales?. El poder conmovido en sus cimientos. Aquí no estamos preparados como en Japón o San Francisco, en los que las estructuras se diseñan pensando en estas eventualidades. Aunque según las previsiones de los entendidos, son zonas que terminarán colapsando con el pasado del tiempo, la ciudad norteamericana casi seguro. Cómo es posible vivir en un sitio tan amenazado, es como tener una bomba de relojería bajo los pies.

He leído que en España se produce un gran terremoto cada 70 años. En el siglo XIX hubo un par de ellos bastante destructivos, pero la estadística no se ha cumplido después. Cuando los científicos hacen sus previsiones parece que estuvieran esperando un gran cataclismo, una catástrofe que acabe con todo. El ser humano tiene una vena suicida que se complace regodeándose en el propio exterminio, imaginando calamidades sin fin, como prueba el éxito que tiene el cine y la literatura de desastre mundial.

¿Es posible predecir el comportamiento del ecosistema con antelación? ¿Es cierto que los fenómenos naturales de grandes proporciones tienen un comportamiento cíclico? Otros, a menor escala, como las lluvias y los vientos, sí se repiten de manera inexorable con cada estación, los cambios en la temperatura según sea invierno o verano propician siempre los mismos fenómenos.

En nuestro planeta todos estamos conectados. Lo que sucede en una parte del mundo afecta a otra por muy distante que esté. El huracán que siembra la destrucción a gran escala, antes de extinguirse ha propiciado vientos que llegan muy lejos. El maremoto que ha tenido su epicentro a miles de kilómetros de la costa origina olas gigantes que arrasan ciudades distantes. La nube de ceniza de un volcán de Islandia llega a sitios remotos colapsando el tráfico aéreo y las telecomunicaciones. El terremoto de Filipinas al que hacía mención al principio tuvo esas dos pequeñas réplicas en el sur de Madrid antes señaladas.

Hay una conexión planetaria, a todos los niveles, por el aire, por debajo de la tierra… Y eso sólo en lo que a fenómenos naturales se refiere, pues los que tienen su origen en la acción del ser humano se dan por descontado. Hace unos días leía que se está recuperando el hielo del polo Ártico desde el año pasado, noticia tan esperanzadora como la de que se ha reducido un 33% el número de enfermos de SIDA en los últimos 12 años, porcentaje que en el caso de los niños llega a un 52%.

El planeta nos pertenece a todos, y todos somos responsables de su subsistencia.
Cuidemos nuestra casa, tiene que ser nuestro hogar por mucho tiempo.


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