jueves, 12 de diciembre de 2013

Emociones tóxicas (XI): el duelo


Nacemos y crecemos, y en todo este proceso nos transformamos en personas, con un potencial que debe ser liberado para vivir y ser felices.

Lo más sano en cada ciclo o etapa de la vida es ser capaz de manifestar nuestras emociones, y no permanecer atados a hechos o circunstancias determinadas y a personas con las cuales no hemos podido cerrar nuestros vínculos.

Los seres humanos vivimos ligándonos a las cosas y a las personas afectivamente, solemos poner en ellos una gran parte de nosotros mismos.

Existen diferentes tipos de duelos:

a) Patológico. Se subdivide a su vez en otros dos tipos, la negación del duelo y la intensificación del duelo. En el 1º la persona no logra expresar la emoción que le ha causado. El no permitirse sentir lo que verdaderamente le está pasando terminará dañando su cuerpo y su alma. El 2º lleva a la depresión y muchas veces a ciertas alteraciones de tipo emocional. La persona reacciona expresando sus emociones de forma descontrolada. La melancolía es la manifestación del duelo patológico.

b) Ambiguo. Se da cuando no se sabe si la persona ha muerto o no. Este puede ser el caso de una persona desaparecida, secuestrada, de un marido que se fue y no ha vuelto, de un padre que sigue vivo pero cuyo hijo no sabe dónde, y el caso de un chico que sabe que fue adoptado pero ignora dónde están sus padres biológicos.

También se le conoce como “duelo congelado”, es decir, la persona siente alegría, pero a la vez dolor por no poder cerrar o entender una determinada etapa de su vida.
El dolor no es un estado, sino un proceso.

Hábitos erróneos que nos han enseñado respecto al duelo:

1) Puedes reemplazar tus pérdidas. Reemplazamos atiborrándonos de comida, ahogándonos con trabajo, etc. El tema es no pensar, no sufrir las pérdidas. Nos enseñaron a reemplazar las pérdidas, pensando que con ello evitaríamos sufrir el dolor que nos causan las ausencias.

2) Si estás sufriendo, hazlo solo. No queremos llorar delante de nadie para no incomodar al otro.

3) El tiempo curará las heridas. El tiempo no cura nada.

4) En una semana se te pasará. Aparece la ira, a menudo inconsciente, contra la figura perdida y dirigida hacia otra persona, sentimiento que está relacionado con la impotencia de la situación.

5) Tienes que ser fuerte. Como si el llanto fuera un signo de debilidad.

6) Tienes que distraerte. El tema es aturdirnos para no pensar.

Una cosa es la evocación cariñosa y algo nostálgica, o el sereno y tierno recuerdo que nunca puede desaparecer si hemos amado a alguien, y otra cosa es una esclavitud interna, cuando a causa de ese apego dejamos de vivir, dejamos de crecer, nos anulamos y nos enfermamos, la vida pierde sentido. Ha pasado el tiempo y ya no somos capaces de disfrutar y de crear.

No nos castiguemos por aquello de lo que no somos culpables. Soltemos lo que ya ha pasado y démosle la bienvenida a lo nuevo.

Tu vida es un río, un cauce que siempre está en movimiento, en acción, y que nadie excepto tú puede detener.

Después de vivir algo intensamente hay que soltar, hay que pasar a otra cosa.

Las personas afirman que el tiempo cambia las cosas y las circunstancias, pero en realidad el único que puedes originar un cambio eres tú mismo.

Para vivir en libertad no podemos permanecer atados al pasado. Suelta los recuerdos, respira hondo y vuelve a caminar.

El dolor es único. Ni siquiera una persona que ha sufrido un gran dolor puede comprender el tuyo porque tu dolor y tu emoción son exclusivos y nacen de esa relación exclusiva y única que tú tenías con esa persona que ya no está.

La gente puede tratar de comprender pero nadie puede sentir lo mismo que tú. Necesitas sacar el dolor, el dolor no hay que ocultarlo, no hay que justificarlo, no hay que explicarlo. El dolor necesita ser escuchado, hay que agotarlo.

El dolor no es el problema, el problema son las emociones no sanadas. El problema está cuando ha quedado una relación inconclusa, sentimientos no expresados o palabras no dichas.

Perdona y, si es necesario, perdónate y vuelve a soñar y a proyectarte en el futuro. No encierres tus emociones ni tus emociones ni tus palabras, libéralas.
El hecho de movernos nos posibilitará avanzar y superar esa tristeza que parecía no acabar nunca.

Recuperarás tu energía y tu fortaleza. Y no sólo superarás todo el dolor sino que saldrás con un carácter más desarrollado y un potencial que te permitirá alcanzar lugares y personas que nunca habías imaginado.

El temor es parte de nuestra naturaleza. La pregunta no es cuándo moriré sino cómo he de vivir hasta que muera y cómo estoy invirtiendo mi vida hoy.

Ante el dolor no es necesario explicar nada, sólo acompañar y consolar.

Animemos a la persona a sacar su dolor, a que nos cuente, que recuerde, que sienta y se exprese con libertad.

Es importante aprender a pedir ayuda. Debemos pedirle que nos diga qué le hace bien y qué no. Algunas personas desean que las llamen mientras que otras prefieren un tiempo de silencio. Si sabemos acompañarlos, ellos sabrán que no están solos.

El proceso de recuperación de las pérdidas es totalmente personal y no existe un modelo a seguir:

1) Libera el dolor. Aprende a sacar las imágenes negativas, tristes, del álbum de tu mente.

2) Luego, confiesa. Confesión es la acción de disculparse por lo que has hecho o has dejado de hacer. Mientras sigas defendiendo el derecho de tener razón, vas a encontrar un obstáculo en el proceso de curación de tus emociones.

3) Perdona. Es un acto liberador donde el que perdona es el que recibe la libertad.

Perdonar no es justificar al otro, tampoco es olvidar, no es minimizar sino sanar ese dolor. Esto sucede a pesar del daño que te han causado. Perdonar es desligar a esa gente de tu vida. Perdonar es soltar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.

Perdonar es un acto que te hace cerrar el pasado para poder adentrarte libremente en tu futuro. Perdonar es un acto de grandeza. Tenemos que aprender a perdonar, porque en la vida siempre habrá gente que haga daño, y muchas veces nosotros, aunque sea sin darnos cuenta, también ofendemos a los demás.

4) Haz declaraciones emocionales importantes.

La vida cobra sentido cuando la invierto en otros, cuando la vivo con la mayor intensidad posible. Muchas veces permanecemos estancados mucho tiempo en el pasado, o miramos el futuro cargándonos de ansiedades y miedos por lo que ha de suceder en lugar de vivir un presente lleno de posibilidades, disfrutando el aquí y el ahora.

La vida cobra sentido cuando la enriquezco.

(Del libro de Bernardo Stamateas)

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