miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Navidad próxima


Cerca de mi trabajo. Este año no lo han puesto
A veces creo que durante todo el año vivo en un trance en el que sólo unas pocas cosas me interesan, hasta que llega la Navidad y todos mis sentidos vuelven a mí. Es como si me despertara sólo de una Pascua a otra, como si fuera ayer que celebrábamos la última.

Y sí que pasan cosas durante ese tiempo. La última la operación de mi madre y la mía la semana pasada. A ambas era la 1ª vez que nos ponían en un trance parecido, aunque en el caso de ella es más sorprendente por su edad: es una suerte haber podido sortear toda una vida médicos y hospitales. Si el momento tiene que llegar, cuanto más tarde mejor. Ahora estamos las dos hechas una rosa, y damos gracias a Dios porque un año más estamos en este mundo y juntos.

Uno de mis crismas preferidos
La Navidad llegó para mí hace unos días, estando aún en noviembre, cuando al mirar por la ventana del salón de mi casa se detuvo mi mirada en la terraza de un ático lejano que suele adornarse con profusión de elementos luminosos navideños. Una clínica que ocupa los bajos de ese edificio deja también su impronta con un despliegue considerable de bombillas de un potente azul cobalto, que relaja la vista.

El empeño comercial de vendernos la Pascua con demencial antelación, por medio de escaparates decorados recargada y prematuramente con motivos navideños, no es capaz de abrir las puertas de mi mente y mi corazón a ese momento especial que nos han acostumbrado a imaginar desde la infancia con los tópicos de siempre, que constituyen sin embargo el mundo maravilloso en el que nuestros sentidos se adentran, gustosos, ya terminando el año, invariablemente.

En esta bota y en otra igual los Reyes traen chocolates
Ningún dictado del materialismo feroz que nos asola en estas fechas, más que nunca, desdibujando la hermosa composición que de la Navidad nos solemos hacer, puede inducirme a penetrar en ese reino mágico reservado a una época concreta del año, ni antes ni después. Me cuesta imaginar que hay lugares en los que, al no existir el invierno, se comen los polvorones y el turrón bañándose en la playa. Una Pascua sin frío ni nevadas es como un desierto, algo que nos parece anacrónico a los que estamos acostumbrados a que ciertas cosas tengan lugar, inexorablemente, en la estación invernal. Y eso que prefiero el clima cálido.

Me gusta echar un vistazo a las revistas de decoración, en las que siempre aparecen casas enormes que no solemos tener y en las que caben todos esos innumerables objetos navideños que se nos muestran. En ellas siempre hay una acogedora chimenea en el salón, sillones blancos que pocos se atreven a poner por temor a las manchas, escaleras que llevan a pisos superiores, exquisitamente adornadas.

Largas mesas vestidas con un gusto delicado para la ocasión y recreo de la vista, y multitud de velas, casi cirios, encendidas por todas partes, crean un ambiente muy acogedor. Los jardines que circundan las casas también dejan ver que la Navidad ha pasado por allí, lucecitas, algunas figuras típicas, y las fachadas, iluminadas de tal modo que no es difícil imaginar una escandalosa factura de la luz. La puerta principal con su acebo en la aldaba, y por supuesto mucha nieve alrededor.

Aunque no se vea lleva unas gafas doradas
He puesto las fotos que hice la última Navidad en mi casa, y alguna en la de mis padres, y mi hermana y mi cuñado. Aunque son imágenes sencillas, que no captan objetos especialmente glamurosos, al estilo de los que nos tienen acostumbrados las revistas de decoración, tienen para mí en sí mismas un encanto especial, un halo mágico que me hace evocar el calor del hogar. Una bola que cuelga del árbol, unas velas de vasito plateado, unos crismas y unas figuras colocadas aquí y allá. Las guardo como un preciado tesoro, y puede que a ellas se sumen otras que haga este año. Ahí las dejo, cuando ya se atisban los primeros destellos de una Pascua que vuelve a nosotros una y otra vez, incansable, deslumbrante, entrañablemente.

La flor de Pascua, blanca y de fibra óptica








La mesa es muy sencilla. Que no falten los langostinos





La vajilla recogida en la cocina

En casa de mi hermana y mi cuñado


En casa de mis padres. Las luces bajo la t.v.fueron de mi abuela paterna


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