martes, 29 de abril de 2014

Canonización


Emocionante la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. La noche anterior las calles de Roma eran una fiesta, la gente bailando y cantando, sin apenas ganas de dormir. Pusieron una imagen curiosa en televisión, una vista a cámara rápida de los fieles ocupando las sillas que se habían dispuesto en la plaza de S. Pedro. Parecían laboriosas hormigas que se van concentrando en torno a algo apetitoso que han encontrado.

A Juan XXIII no le conocí, pero he podido leer algunas cosas sobre él, ahora que este proceso ha sacado a relucir figuras del pasado. Era un hombre comunicativo y jovial, en la línea del actual Papa Francisco, y la bondad se le supone lo mismo que al resto de los Sumos Pontífices que ha habido y habrá. En su caso desde luego fue evidente, y más con ese milagro que se le atribuye. Me preguntaba una amiga por qué habían tardado tanto en canonizarlo y en cambio a Juan Pablo II tan poco. Me imagino que los trámites son muy largos, pero como la Iglesia cuenta con medios tecnológicos de los que antes no se disponían, todo se ha acelerado. Así han aprovechado para hacer una ceremonia conjunta, algo insólito hasta ahora.

Como insólito es el hecho de que hubiera dos Papas vivos en la ceremonia, el emérito y el que está en funciones. Benedicto XVI se sentaba muy cerca del Papa Francisco. Hace poco leía una entrevista al secretario que comparten, un arzobispo que se ha hecho famoso por su atractivo físico, como si sólo la gente con un físico corriente fuera la única que decide ingresar en la Iglesia. Le preguntaban por la opinión de Benedicto respecto a su sucesor, y contestó que al principio estaba preocupado ante la incertidumbre de cómo lo haría el que viniera tras él, y sorprendido por la elección. Pero luego al ver cómo se comportaba con la gente y todo lo que hemos visto se sintió muy contento. Ambos se escriben cartas y hablan con frecuencia por teléfono, y el Papa Francisco le consulta muchas cosas, por deferencia sobre todo, que Benedicto le agradece, además de que éste posee una gran inteligencia, y experiencia aunque su pontificado haya sido corto.

De uno de los dos milagros de Juan Pablo II sí había leído en su momento cuando tuvo lugar, hace muchos años, la de la mujer que sanó de su cáncer. Me impresionó enormemente en su momento, pues es como si los milagros fueran cosa de tiempos remotos. Mi amiga creía que la canonización se hace cuando los fallecidos se aparecen a la gente. No sabe que los milagros hay que hacerlos estando vivos, aunque ellos nunca hablaron de ello ni le dieron más importancia.

La Iglesia es muy reacia a aceptar milagros por aparición. No en vano jamás ha aceptado lo de las apariciones de la Virgen en El Escorial por no estar suficientemente demostradas, a pesar de los muchos adeptos que tiene. Parece más el culto a la persona que organizaba esas reuniones, a la que se le dio un entierro espectacular cuando murió no hace mucho, que una verdadera devoción a María.

Concilio Vaticano II
Yo antes de saber lo de los milagros creía que se canonizaba a un Papa por su extrema bondad en sus actos y palabras. Por eso me parecía injusto que se hubiesen saltado a Pablo VI, del que casi nadie habla, un pontífice más bien serio pero también muy emprendedor. Él fue el artífice del Concilio Vaticano II, obra reformadora donde las haya que levantó muchas ampollas en su momento y que fue iniciada por su antecesor, que no pudo continuar por su fallecimiento. Como no hizo milagros se han contentado con iniciar un proceso de beatificación.

Somos muy afortunados por los Papas que hemos tenido en las últimas décadas, hombres de vasta cultura e inteligencia, entregados a la causa, a la soledad del cargo de la que muchos han hablado, soportando presiones de todo tipo y siendo el espejo en el que se miran millones de personas. Queda aún mucho por hacer, pero aquellos que han sido elegidos para ello están haciéndolo posible.


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