Ponía en su muro de Facebook hace poco una prima mía unas fotos de su familia celebrando el reciente cumpleaños de su padre, hermano del mío. Son un clan muy numeroso, ellos lo han hecho siempre todo a lo grande. Mi tío tuvo 6 hijos y éstos a su vez han tenido otros muchos más. En total, decía mi prima, incluyendo a sus cónyuges suman un total de 36 miembros.
En una de las fotos, muy bonita, posaban todos sobre el césped de una zona cercana al mar, en Málaga. El día lucía espléndido, con mucho sol y un cielo muy azul. El numeroso grupo se situó en torno al hijo de uno de mis primos, que va en silla de ruedas por un problema de nacimiento. Sus abuelos, detrás de él, sonreían.
Y contemplándolos así, tal como están ahora, no puedo evitar pensar en cómo éramos de niños, que fue la época en que más trato tuvimos. Hemos cambiado todos mucho, al menos en el aspecto exterior, aunque quizá por dentro no seamos tan diferentes de cómo fuimos entonces. Durante muchos años sólo nos hemos visto en las bodas y algún entierro, y últimamente ni eso. Pienso en lo bueno que habría sido que creciéramos todos juntos y siguiéramos unidos de mayores, habría sido divertido y nos habría hecho muy felices.
La causa de que seamos una familia grande pero desunida la tienen las desavenencias de nuestros padres. El mío no tanto, pero 2 de sus hermanos, el de la foto y el más pequeño, se aborrecen. No lo parecía así hace años. Ahora no se pueden ni ver por culpa de su soberbia y su envidia. Son muy competitivos, están siempre pendientes de lo que consigue el otro, y cada uno quiere ser y tener más, sin darse cuenta que así se es y se tiene menos. Menos amor, menos comprensión, menos dulzura en la vida. Vivir sin los lazos de la familia, no sólo los tus allegados más cercanos sino también los de primos y tíos, produce un desarraigo desolador. Lo mismo le pasó a mi madre con los muchos primos que tiene por parte de su madre. Los desencuentros de mi abuela con sus hermanos, que eran también muy envidiosos y se portaron tan mal con ella, impidieron que disfrutaran de una relación familiar sana y normal.
Viendo a mis primos en la foto parece no importarles mucho todo esto. Posan, despreocupados, para el recuerdo. Aunque sé que en el fondo echan de menos otra cosa, la unión que tienen otras familias, no creo que sean de piedra. O sí, porque cuando hemos coincidido en algunas celebraciones, hacían mucho daño con sus comentarios hirientes sobre el resto. Sin duda se han ganado a pulso el calificativo de “revientabodas”. Sus desprecios nos alcanzaban también a mi hermana y a mí, que hemos sido siempre neutrales en esta absurda contienda. El caso era machacar, arrasar allí por donde pasan, sienten esa necesidad de rebajar a los demás para quedar por encima siempre. Un espectáculo bochornoso la verdad, aunque debo decir en su descargo que actúan de este modo porque es la forma como los han educado. En ellos se percibe el estilo inconfundible, o la falta de él más bien, de mi tío, el del cumpleaños de la foto, una persona a la que nadie ha puesto nunca trabas morales y se cree con derecho a todo, un prepotente.
A mi prima es a la que más he tratado por tener ambas la misma edad, y por ser la más sociable. Fuimos juntas al instituto y a la facultad, aunque ella estudió otra rama. Nunca fue especialmente cariñosa, aunque sabía serlo con quien le parecía, y mucho, gastaba una falsedad enorme que a mí me ha incomodado siempre. Qué necesidad hay de aparentar lo que no se es y lo que no se siente, queda muy feo. Nada más pedirme amistad en Facebook ya me estaba preguntando por mi nº de móvil, y eso que ya se lo dí una vez que nos encontramos por casualidad en la Plaza Mayor mirando puestos de Navidad, aunque nunca llegó a llamarme. No se lo facilité en esta ocasión porque me apetecería verla por las cosas buenas que tiene, pero no por las malas, que son unas cuantas, la indiscreción entre ellas. Mi prima y el marido de una de sus hermanas son los que se dedican a ir con chismes de la familia de aquí para allá. Si quiere verme es para enterarse de cosas mías y luego poder cotillear, no porque me quiera.
Yo soy la 2ª por la izquierda, de pie, la tímida |
Sin embargo le he mandado por el chat de Facebook una foto en blanco y negro que conservo de otra reunión familiar, hace muchos años, cuando éramos pequeños. Nosotras tendríamos unos 3 años. Nuestra abuela paterna, sentada en un banco del Parque de Atracciones un día de primavera, posaba ufana rodeada de sus nietos (no estaban todos, algunos incluso no habían nacido aún). Ella fue nuestro nexo de unión hasta que se puso mala. Su casa era lugar de reunión para nosotros, y su afecto nos colmaba.
Estoy segura de que se sentiría muy orgullosa si pudiera ver esas fotos de mi prima y comprobara lo grande que se ha hecho su familia. Estaría orgullosa de todos nosotros, ella que nos quería tal como éramos, con nuestras virtudes y defectos, lo estará allá desde donde nos contemple.
No hay comentarios:
Publicar un comentario