Ponían en Google hace un par de días, en lugar de su logo habitual, un curioso dibujo de una mujer frente a un muro en el que parecía estar pintando o haciendo alguna otra cosa que no adivinaba a vislumbrar. Pinché en él para ilustrarme, al igual que hice no hace mucho cuando el aniversario del nacimiento de Maria Gaetana Agnesi, matemática y filósofa del s. XVIII, en cuyo honor pusieron un doodle en el que se desplazaba una escuadra de un lado al otro, mientras el dibujo de su rostro seguía con los ojos el movimiento y sonreía.
En esta ocasión se trataba de Mary Anning, una paleontóloga que vivió a finales del s.XVIII y la 1ª mitad del XIX. Y lo fue no porque hubiera ido a la Universidad sino por su labor descubridora de restos arqueológicos en la pequeña ciudad inglesa en la que vivió y murió, y por el estudio de infinidad de tratados sobre la materia.
Su familia era de origen humilde y de religión congregacionista disidente, lo que les hizo sufrir discriminación legal y social. Tuvo 7 hermanos y hermanas, de los que sólo sobrevivieron ella y un hermano. En Wikipedia se cuenta la anécdota de que siendo Mary un bebé y estando en brazos de una vecina y en compañía de otras dos más, viendo un espectáculo al aire libre, cayó un rayo en el árbol junto al que se encontraban y Mary fue la única superviviente. “Un médico local consideró su supervivencia como milagrosa y durante años los miembros de su comunidad atribuirían la curiosidad, inteligencia y viva personalidad de la niña con el incidente”.
El padre era un ebanista que completaba sus ingresos con el hallazgo de restos fósiles que luego vendía a los turistas, en una época en la que había una creciente afición por el tema. Cuando murió, joven, la familia se quedó sin medio de subsistencia, por lo que Mary y su hermano continuaron la labor, hasta que éste se dedicó a otro oficio y ella siguió en solitario.
El padre era un ebanista que completaba sus ingresos con el hallazgo de restos fósiles que luego vendía a los turistas, en una época en la que había una creciente afición por el tema. Cuando murió, joven, la familia se quedó sin medio de subsistencia, por lo que Mary y su hermano continuaron la labor, hasta que éste se dedicó a otro oficio y ella siguió en solitario.
Sus hallazgos se hicieron populares entre los coleccionistas, incluso en el extranjero. Uno de ellos subastó su colección de fósiles para donarlo a la familia Anning, al ver los apuros económicos por los que pasaban. Con el tiempo Mary consiguió ahorrar algún dinero y compró una tienda, que fue visitada por geólogos y aficionados a la paleontología de Europa y América.
Según he podido leer “al ser una mujer de clase trabajadora, Anning siempre sería una intrusa en la comunidad científica. En esa época a las mujeres de Gran Bretaña no se les permitía votar (ni a los hombres de clase obrera que eran demasiado pobres para cumplir con el requisito de tener propiedad), ocupar cargos públicos o asistir a la universidad, y la recientemente formada, pero cada vez más influyente Sociedad Geológica, no permitía siquiera a las mujeres asistir a las reuniones en calidad de invitados, y mucho menos convertirse en miembros. También era esgrimido en su contra el origen trabajador de Anning y la situación de su familia como disidentes religiosos, por lo que casi con toda seguridad puede afirmarse que Anning fue sujeta a discriminación en una ciudad conservadora como la de Lyme Regis. En la mayoría de los casos, las ocupaciones que sólo estaban abiertos a las mujeres de clase baja en ese momento eran los trabajos agrícolas, el servicio doméstico, y (cada vez más) el trabajo en las fábricas de reciente apertura. Aunque Anning sabía más sobre fósiles y geología que la mayoría de hombres paleontólogos a los que vendía, eran sólo estos señores los que publicaron la descripción científica de los especímenes que ella encontró, a menudo negándose a mencionar su nombre”.
Con su perro Tray señalando un descubrimiento |
Mary trabajaba incansablemente en la recolección de restos, hiciera frío o calor, y con peligro de su vida, pues la mayoría estaban en los acantilados, donde se producían con frecuencia corrimientos de tierra tras las tormentas. En una de esas ocasiones murió su perro, que siempre la acompañaba y ayudaba, y ella estuvo a punto de correr la misma suerte. El doodle que la representaba, al que antes aludía, la retrata precisamente haciendo su trabajo en un acantilado.
En un cierto momento Mary sufrió un revés financiero por una mala inversión, pero un amigo profesor universitario de geología consiguió convencer al gobierno, a través de la Asociación Británica para el avance de la Ciencia, para que le asignara una pensión, “conocida como Lista Civil, a cambio de sus muchas contribuciones a la ciencia de la geología”.
Tras dos años de enfermedad Mary murió por un cáncer de mama a los 47 años. El escritor Charles Dickens le dedicó un artículo en su revista literaria en el que recalcaba sus méritos y las dificultades por las que tuvo que pasar. La comunidad científica se sumó a estos elogios y reconoció su labor y descubrimientos.
Mary Anning fue una mujer singular, de labor paciente y callada, piadosa, que nunca se casó, que vivió siempre en el mismo lugar y que, a pesar de su modestia y su humilde origen, llegó a ser conocida internacionalmente. Google la ha recuperado para que todos conozcamos su vida y su aportación al mundo científico. “Su trabajo contribuyó a que se dieran cambios fundamentales a principios del siglo XIX en la manera de entender la vida prehistórica y la historia de la Tierra”.
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