lunes, 19 de mayo de 2014

Yo no soy del Atleti


Qué días nos están dando los atletistas en mi barrio. Con esto de que no hacen más que ganar, una buena racha que se ha hecho esperar años, no dejan de celebrarlo montando follones. Puse en Facebook un video grabado por mi padre con una pequeña muestra de las que son capaces de organizar. En él se veía un nutrido grupo de hinchas iluminados por la luz rojiza de las bengalas que habían encendido, coreando canciones que loaban a su equipo y dando mucho porrazo al tambor. Los vecinos no tenemos derecho a descansar, un éxito como el del Atleti lo tiene que festejar todo el mundo, quiera o no.

Y en esta línea de descerebramiento se puede entender lo que me pasó ayer en la calle. Estaba yo por la tarde sentada en una marquesina esperando que llegara el autobús, leyendo un libro, cuando de repente surgió un nutrido grupo de aficionados, todos disfrazados con los colores del equipo y alguno con la bandera por encima de los hombros a modo de capa, con el calor que hacía, y coparon el lugar donde yo estaba. Eran familias, matrimonios con hijos, en las que lo que más destacaba era la camiseta del Atleti marcando los michelines de las mujeres. Una de ellas me interpeló: ”Le ha caído una buena “chapa”, me dijo en plan vamos a hablar con desconocidos e interrumpir su relax de lectura. “¿Por qué?”, le contesté intuyendo lo que me diría. “Porque la hemos venido a invadir”, me respondió. Me fijé en el mucho maquillaje que llevaba, los labios pintados de un rojo fosforito y el pelo decolorado. “Es igual, si yo llevo viviendo aquí toda mi vida”, le dije conciliadora. “Entonces será del Atleti”, me interpeló enseguida con esa lógica aplastante del hincha de a pie. “Pues la verdad que no”, le espeté escéptica y un poco confusa, a la espera de un posible linchamiento. Todos rieron, no sé si porque no se lo esperaban o porque les hizo gracia la rareza. En esos momentos el bicho raro era yo. “Pues la vamos a hacer sentir incómoda”, exclamó otra, preocupada por mi estado de ánimo. “No, si a mí me da igual”, atiné a responder. La que 1º había hablado comentó lo bien que estaba situado el edificio junto al cual nos encontrábamos, al lado del estadio. “Un buen lugar para vivir”, comentó emocionada la atletista, imaginando días gloriosos junto al santuario, asistiendo a los encuentros de su glorioso equipo sin tener nada más que cruzar la calle. Y así me dejaron por fin tranquila.

No sé si a todos los que pasan o viven junto al Bernabéu se les supone madridistas casi obligadamente, pero en mi barrio si no eres del Atético es que eres un extraterrestre. El fútbol ha resurgido como la afición mayoritariamente consumida por las masas ovejiles, y parece que todos debemos participar de ese furor. Esta pobre mujer que me preguntaba no sabía con quién hablaba, yo que siempre he dicho lo que Juan Ramón Jiménez, “a las minorías siempre”, que es también, como él dijo, “a la inmensa minoría”.

Si algo bueno puedo decir a su favor es que ya no se ponen las plumas de indio en la cabeza como solían, esa parte del disfraz la han desechado, y las pinturas de guerra sioux en la cara también. Pero el indio lo siguen haciendo igual. Lo que sí me parece intolerable es la manía de subirse a las estatuas, profanadas por hinchas, émulos de todos los rebeldes que en el mundo han sido, dedicados a tomar posiciones fortificadas, La Bastilla o lo que haga falta. En este caso Neptuno, que qué culpa tiene de semejante estupidez. Una foto esta mañana de portada en un periódico hería mi retina: uno de esos vándalos se había subido al dios del mar y, como si fuera un colega, le había colgado la bandera del Atleti en su tridente y rodeado con un pañuelo del mismo color su corona. Imagen repetida neciamente de una victoria en otra. Y la organizaron, como cuando están en mi barrio: quema de contenedores, disturbios, etc. Y lo hacen todos, no sólo los del Atleti.

Nos aburren siempre con lo mismo, no hay imaginación, ni buen gusto, ni respeto. Para mí el fútbol se está convirtiendo en una lacra social, en el opio adormecedor de cerebros. Yo no soy del Atleti, ni de ningún fútbol club.

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