lunes, 12 de mayo de 2014

Sabrina


En Hollywood son muy dados a hacer remakes de éxitos pasados, no sé si a falta de nuevas ideas o por actualizar los clásicos de toda la vida. El dicho aquel de nunca segundas partes fueron buenas, aplicable no sólo a lo que es continuación de algo ya hecho sino también a lo que es copia actualizada de un original, no siempre es cierto.

Pensaba en todo esto el otro día viendo Sabrina, la 1ª versión que se hizo. Siendo una película que siempre me gustó, destapa con el tiempo defectos que antes me pasaban desapercibidos. Cierto que nunca me gustó Bogart de protagonista, y que en cambio me encantaba la elección de Audrey Hepburn, maravillosa como siempre, pero William Holden tenía algunos años más de lo que habría sido deseable para su papel, y al conjunto le falta chispa, ritmo, además de haber sido rodada en blanco y negro, idea poco acertada.

En la versión más reciente, hecha 41 años después, se eliminó el personaje del padre, que en la 1ª era muy divertido, y se sustituyó por el de la madre, con un toque cómico también. Se escogieron a actores masculinos más acordes con las exigencias del guión: Harrison Ford estaba convincente, y Greg Kinnear estupendo. Julia Ormond, sin embargo, no resiste la comparación con Audrey Hepburn, es demasiado gesticulante. Son un acierto la puesta en escena, espectacular, y la inclusión de citas literarias, como el poema de Milton “Escucha, Sabrina hermosa. Desde donde tú reposas el rumor de las frías y transparentes olas…”

Pero después de ver esta historia muchas veces lo que me parecía ingenuo y bonito, la chica que descubre el mundo, llena de encanto y de amor, y sus desigualdades sociales, ahora en cambio me resulta emppalagoso y ñoño. Ella parece no ser dueña de su vida, cambiando de parecer a cada momento como si no supiera lo que quiere en realidad. Inmadura, inexperta, se cree una mujer de mundo sólo porque ha viajado al extranjero una vez. Me fastidia ese papel de muñeca rota, de víctima inocente manejada por hombres sin escrúpulos, caprichosos y vacíos. Se castiga su atrevimiento al creer que no existen las diferencias de clase, que todos nos podemos tratar con igual confianza. Se burla al no ser reconocida cuando regresa de París, pero la burlada es ella al final. Esos hombres que se aprovechan de su candor terminan teniendo problemas de conciencia, pero parece que es más por lástima que por una cuestión moral. El mundo es así, ellos no han ideado las reglas, o te adaptas o pereces.

Moralinas aparte, ella parece darles una lección haciéndoles ver lo indigno de su comportamiento, pero aceptando sus favores como si fuera una compensación por la indignidad cometida con ella, lo cual es una lección poco creíble: si eres víctima de los turbios manejos de otros oponte con todas tus fuerzas, no aceptes ninguna contraprestación con la que pretendan limpiar su crédito, eso es una limosna, hazte valer con todas las consecuencias. La dignidad personal y la honestidad exigen una intolerancia absoluta hacia los que pretenden socavarlas con sus desmanes.

Al final la candidez de ella, su sensibilidad y belleza cautivan al protagonista, eterno solitario con corazón de piedra, que decide tras muchas dudas dar un nuevo rumbo a su vida, aunque lo encuentro poco convincente: sólo en las películas los malos dan giros radicales en un instante. O quizá sí, el amor ha despertado en él sensaciones nunca antes experimentadas. Da la impresión de que enamorarse es como ir a una batalla, una empresa difícil y arriesgada de la que se teme no salir bien parado.

Ella parece sentirse sola y desamparada, cuando en realidad hay mucha gente que la quiere. Son conmovedores su padre y los compañeros de trabajo de éste, que la cuidan y protegen como si aún fuera una niña, pero sin minar su libertad. Es como si el único amor que debiera importar fuera el de pareja y los demás se dan por descontado, cuando no es así.

Sabrina hermosa, hay un lugar en el corazón para todos aquellos a los que quieres. No te consideres incomprendida y desdichada, el amor va y viene, pero el de los que han estado siempre contigo permanece. “Escucha, Sabrina hermosa. Desde donde tú reposas el rumor de las frías y transparentes olas…”


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