miércoles, 13 de agosto de 2008

Michael




Quién le iba a decir a aquel niño que triunfaba en el mundo de la música cantando y bailando junto con sus cuatro hermanos lo que sería después su carrera profesional.
Mucho se ha escrito sobre Michael Jackson, su persona se ha visto sometida al juicio implacable del público durante toda su vida, como le ocurre a tantas otras celebridades. Pero el suyo es un caso especialmente sangrante.
Él mismo ha contado en alguna ocasión cómo su padre les hacía trabajar sin descanso para el grupo, entre giras interminables y grabación de discos, y para ello empleaba la violencia física y verbal sin contemplaciones.
Michael no tuvo una verdadera infancia, y decía sentir envidia de los niños que veía jugando cuando pasaba cerca de algún parque. Su progenitor quería explotar al máximo la mina de oro en que parecía haberse convertido su numerosa prole, a costa de lo que fuera.
Michael destacó siempre de entre todos ellos por su belleza, su dulzura y su alegría. Se le notaba que disfrutaba con el baile y la música, y pronto se vió que gozaba de un talento especial para moverse en el escenario y llegar al público.
Según se fue haciendo mayor, y al iniciar su carrera en solitario, la transformación voluntaria de su cuerpo no tardó en llegar: ya con el bombazo a nivel mundial de su álbum “Thriller”, que le llegó siendo aún muy joven, se podía apreciar que la cirugía plástica había empezado a hacer estragos en su cara.
Michael no se quería tal cual era, a pesar de que el gran público lo adoraba. El hombre extremadamente inseguro en que se había convertido, sin duda por las enormes carencias afectivas acumuladas desde su niñez, no quería ser negro, ni hombre, ni mayor. Inició un tratamiento que poco a poco iba decolorando su piel, aunque él siempre dijo que se debía a una rara afección.
Mientras, se hizo practicar todo tipo de cambios en su rostro: su nariz actualmente ha quedado reducida a dos simples orificios, los ojos, los pómulos.... Nada queda del Michael de belleza fresca y vital, sugerente y natural de hace unos años.
A raíz de las acusaciones de que fue objeto como supuesto abusador sexual de menores en el particular parque de atracciones que hizo construir en su casa, se le podía ver acudiendo a las sesiones del juicio visiblemente desmejorado, adquiriendo su mirada tintes de tristeza y hasta de locura.
En un reportaje que ví en televisión hace bastante tiempo, se mostraba a un Michael caprichoso y a veces tiránico, que acudía a las tiendas a comprar todo lo que veía a su paso, en cantidades industriales, cosas que seguramente no le hacían ninguna falta, gastando sumas millonarias. Rodeado por una nube de guardaespaldas y asesores que le manipulaban, se apreciaba que es un hombre que está acompañado por mucha gente que se arrima a él por interés, pero que en realidad tiene una gran soledad.
Las imágenes lamentables de la exhibición de sus hijos cuando apenas tenían unos meses, suspendidos en el vacío fuera de una ventana, para enseñarlos a los fans y a la prensa, dieron la vuelta al mundo y no hicieron sino aumentar los rumores sobre su delicado estado de salud mental.
Y sin embargo, pese a la transformación tan grande que ha sufrido a lo largo de los años, no puedo dejar de recordar las maravillosas canciones y coreografías que nos ha dejado para la posteridad, un derroche de trabajo personal y esfuerzo creativo que le valió en su momento la categoría de genio. Nadie nunca antes había inventado ese estilo de baile, esa manera de cantar tan suave, armoniosa y envolvente, potente en los registros más altos.
Sus pequeños gritos a modo de aullidos, la forma de levantar una pierna, doblándola en el aire para terminar girando todo el cuerpo, la costumbre de restregarse la mano por sus partes según en qué momentos de sus canciones, el paso atrás sucesivo dando golpes secos con las piernas y medio arrastrando los pies, o el paso en el que se queda sobre las puntas de los pies con las piernas medio flexionadas, todo ello supuso una novedad que ha sido mil veces imitada, así como su forma de vestir. En el escenario parece como sacudido por descargas eléctricas, es pura energía.
¿Dónde está ahora aquel Michael Jackson encantador que cautivaba a las masas, un hombre dulce, de maneras sencillas y gran timidez que parecía necesitar protección a cada instante?.
Ese monstruo que es el “star system” se lo tragó, como a tantas otras estrellas, y sólo ha dejado de él los restos de lo que fue un ser humano, la pálida sombra de un hombre que parecía haber nacido para triunfar y ser feliz, y ahora vive un infierno de fobias y desequilibrios que posiblemente le impidan llegar a mayor.
Aunque ya no se puede dar marcha atrás, yo quisiera poder detener la máquina del tiempo en aquel punto en que la situación empezó a torcerse, y rescatar a aquel Michael que nos hacía vibrar, dándole toda la confianza y el afecto que sin duda merecía y nunca llegó a tener. Porque aunque su carrera iniciara ya el declive como sucede con la mayoría por el desgaste de los años, que al menos él tuviera los recursos personales suficientes para hacer frente a una nueva vida, y así poder disfrutar del mundo de la música desde otras facetas y seguir cosechando éxitos.
Pues Michael es eso en realidad, pura música.
Quisiera que pudiera recuperar el brillo y la alegría que sus enormes ojos tuvieron antaño.

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