martes, 17 de febrero de 2009

Amor de madre




Es muy chocante la forma como ciertos directores de cine han podido llegar a tratar el tema de la maternidad. Cuando pienso en películas como “Los otros” o “El orfanato”, tengo la impresión de que aunque parezcan distintas, en realidad tienen muchos nexos en común.
Yo no soy aficionada al cine de terror, y pensé que pasaría mucho miedo cuando me decidí a verlas. Pero la clase de pavor que me invadió después del último fotograma fue diferente a todo lo conocido, fue una sensación de desasosiego como de que algo muy siniestro y al mismo tiempo tristísimo había pasado ante mis ojos. No se trató del habitual pánico que se experimenta ante un peligro inminente, aunque al principio sí fue así porque no conocía los argumentos.
En “Los otros”, la protagonista está siempre huyendo de algo que la asusta. En “El orfanato”, la protagonista está siempre buscando algo a pesar de que le asusta. En ambas, el sentido último de la historia está en el instinto que tenemos las madres de proteger a nuestros hijos, y en ambos casos hasta límites insospechados.
En “Los otros”, Nicole Kidman es el espíritu de alguien que ya murió, sin ser consciente de ello hasta el final, para su propio terror y desesperación. Este argumento enlaza con el de “El sexto sentido”, donde el protagonista no sabe que es un alma en pena hasta el último momento: el niño que habla con él es el único vínculo que aún le une al mundo de los vivos.
En “El orfanato” es ella la que elige pasar a esa otra dimensión sólo para poder estar para siempre con su hijo. Esa escena en la que ella se quita la vida y luego se la ve por fin con su hijo y rodeada de todos los niños del orfanato que habían ido muriendo y que seguían pululando por el edificio convertidos en espíritus solitarios y tristes, es absolutamente devastadora. Esa última escena en la que aparece como madre y protectora de todos finalmente, contándoles cuentos para distraerlos, abrazándolos, y los pequeños espíritus tan contentos de verla allí para cuidarlos, es algo singular y tremendamente conmovedor.
Belén Rueda está increíble en ese último fotograma, todo el dolor del mundo contrayendo los músculos de su rostro, y al mismo tiempo todo el alivio posible después de haber encontrado a su hijo, aunque fuera en esas circunstancias. De repente pareció envejecer, como si le hubieran caído encima un montón de años. Supongo que para esta actriz interpretar este papel supuso una catarsis, pues sufrió mucho hace algunos años cuando perdió a una hija siendo muy pequeña. Yo creo que después de hacer esta película, y más con la cantidad de premios y alabanzas que recibió por ella, es como si se hubiese liberado de un peso que le oprimía el alma, o por lo menos en parte, ya que algo así supongo que no se olvida nunca.
Nicole Kidman está perfecta en su papel también, y más teniendo en cuenta que por entonces aún no era madre en la vida real. No es difícil imaginar qué se puede sentir cuando se tienen hijos aunque todavía no se tengan, porque el instinto de una mujer está siempre presente.
La visión de la maternidad que se da en estas películas es tan extraña y sobrecogedora, tan inédita, que me produce un sentimiento ambivalente de admiración y rechazo. Abominé sobre todo de “Los otros”, la encontré de mal gusto, cruel, hirió mi sensibilidad profundamente, y sin embargo reconozco que me resultó muy desconcertante. Fue un final tan inesperado, es como si el director del film nos golpeara con una truculencia y nos soltara de pronto de su mano, de la que hasta entonces nos había llevado guiándonos a través del relato, abandonándonos para que corramos la misma suerte que la desdichada protagonista y sus hijos. Qué mente tan perversa, qué manipulador.
Parece que los actuales directores de cine buscan explorar nuevas sensaciones, quieren mostrarnos puntos de vista hasta entonces nunca planteados. Cuando pensábamos que ya estaba todo inventado en lo que a sentimientos y estados de ánimo se refiere, aparecen estas otras “sugerencias” para provocar el desmoronamiento general de nuestros planteamientos morales. Ahora hay que hacerle un hueco en nuestra mente a estas nuevas posibilidades que desconocíamos, pero hubiera preferido que fueran más positivas, cosas que aportaran algo de luz, bondad y belleza a la vida, no de oscuridad, crueldad y fealdad. A lo mejor piensan estos directores que la lucha denonada de estas madres tiene un algo de heroico, bello y, desde luego, sobrenatural.
Que sea la última vez que hacen ésto, por favor. Que no alimenten nuestros desasosiegos, que no nos hagan beber de ese manantial del que sólo brota agua sucia. Suficientes cosas horribles hay en el mundo como para que encima se inventen otras que no existían. Ya sé que hay que hablar sobre todos los temas, sin temor, pero ésto es demasiado. Quizá por eso escribo sobre ello, aunque me parezca escabroso y desazonador, porque me inquieta profundamente y de esta forma me libero un poco de esta sensación tan descorazonadora.
Amor de madre, que es la frase que antiguamente se tatuaban los hombres duros en el brazo cuando aún no se había generalizado ni estaba de moda tatuarse. Amor de madre, el primer amor anterior a todos los que vienen después. Amor de madre es el que ha inspirado estas películas, aunque sea de una forma tan particular.

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