Siempre he creído que se necesitan grandes dosis de entusiasmo y optimismo para desempeñar un trabajo como el de astronauta. Sólo imaginar lo reducido del habitáculo en el que tienen que moverse y los sacrificios que lleva consigo estar en un medio tan poco preparado para la vida humana como es el espacio, me causa pavor.
Sin duda se trata de una vocación, hay que sentir una gran atracción por todo lo que esa vida conlleva, te tiene que gustar mucho para poder solventar todos los inconvenientes que se van presentando. Pero no sé si conocemos realmente cómo es la vida de un astronauta durante una misión.
Después de pasar un duro entrenamiento y ser por fin seleccionado (sueño hecho realidad donde los haya), ya en ruta lo primero a lo que se tienen que enfrentar es a la náusea, que es casi constante, sobre todo cuando la nave se pone en órbita. El “mareo espacial” incluye dolores de cabeza y una sudoración excesiva.
Dentro de la nave no hay arriba ni abajo, no existen los parámetros habituales para medir el lugar que te rodea. Se produce una gran desorientación.
La comida ha mejorado con los años. Al principio, Rusia la envasaba en tubos parecidos a los de la pasta dentífrica, y EE.UU. elaboraba algo parecido a una pastilla de caldo que se ingería después de mojarla en agua. Actualmente se usan una especie de latas que previamente se han metido en cámaras de baja presión para evitar que revienten, y también alimentos deshidratados en bolsas cerradas herméticamente a las que se inyecta agua caliente. Como el sentido del gusto se debilita con la ingravidez, los astronautas suelen preferir las comidas con sabores fuertes. Los líquidos se beben usando pajitas para evitar escapes por la ingravidez. Los alimentos están esterilizados al máximo porque en el espacio no se pueden correr los riesgos que acompañan a la ingesta de productos en mal estado, como diarreas o flatulencias. Suelen ser hipercalóricos, porque en el espacio la más mínima actividad que se realice lleva consigo un gran desgaste energético. No se puede utilizar frigorífico por la gran cantidad de energía que consume, y ésto hace que no puedan utilizarse alimentos frescos. Los platos y cubiertos están magnetizados.
Hace poco que han empezado a instalarse unos retretes que tienen todo tipo de adelantos: los desechos son retirados mediante corrientes de aire, el cual se depura para su reutilización; la orina se expele a unos tubos y se depura también para usarse en la ducha. En los primeros tiempos los tripulantes se tenían que asear con toallitas húmedas, y las necesidades fisiológicas se hacían en pañales, con el consiguiente mal olor. He leído por ahí que las evacuaciones sólidas suelen expulsarse al espacio exterior, donde debido a las bajas temperaturas quedan convertidas automáticamente en restos pétreos que, digo yo, podrían confundirse con meteoritos.
Conciliar el sueño presenta sus dificultades. Los astronautas tienen que meterse en unos sacos adosados a la pared y permanecer atados para no flotar, y colocados cerca de los sistemas de ventilación para que no se acumule el anhídrido carbónico, que produce jaquecas. El ruido de los motores es tan insoportable que suelen necesitar tapones para poder dormir. Como amanece cada 90 minutos, es decir, 16 veces al día, usan antifaces para que la luz no les moleste. Es frecuente el uso de somníferos.
El poco tiempo libre que tienen lo dedican, entre otras cosas, a hacer gimnasia para evitar la atrofia muscular que produce la falta de gravedad. También los hay que en expediciones largas tocan instrumentos musicales, a los que previamente se ha analizado para estudiar si los materiales de que están hechos son tóxicos.
Cuando las misiones duran mucho, surgen necesidades tan corrientes como la de cortarse el pelo, por lo que uno de los miembros tiene que recibir unos cursos de peluquería para que en el proceso no salga flotando nada.
A pesar de las precauciones, son frecuentes los problemas óseos, musculares y circulatorios.
A la hora de formar un grupo, se estudia la personalidad de cada uno de sus miembros para evitar conflictos de convivencia, y se les hace permanecer un tiempo juntos para estudiar su comportamiento y para que se habitúen unos a otros. Se tiene en cuenta incluso el origen: los asiáticos necesitan mucho espacio entre ellos y su interlocutor, por lo que deben acostumbrarse al contacto estrecho.
Los astronautas se quejan sobre todo de la falta de privacidad de sus conversaciones, y del hecho de que el ritmo de actividades que se les encomienda hace que tengan pocas horas para descansar. En la estación Skylab llegaron a ponerse en huelga durante un día entero en protesta por el control al que estaban sometidos.
El aislamiento es la fuente principal de los problemas psicológicos que conlleva esta profesión. El correo electrónico palía un parte ésto, pues se ha revelado como el medio de comunicación que más les gusta y más utilizan.
El sueldo de un astronauta es bajo en relación a otras ocupaciones. El riesgo que corren, la dedicación que requiere y el nivel de preparación no están lo suficientemente pagados. El dinero que cobran no es muy distinto del personal que se queda en tierra. Al principio de la carrera espacial sí había incentivos: coches, casas, etc. Hoy en día el hecho de ser elegido para participar en una misión se considera premio suficiente, como un reconocimiento oficial a los propios méritos que además tendrá amplia repercusión mundial por el seguimiento que hacen los medios de comunicación de cada una de las misiones. Cada astronauta que sale al espacio parece convertirse por un momento en una estrella del mundo del espectáculo, su labor despierta siempre una profunda admiración en la sociedad.
A pesar de lo avanzada que parece la tecnología espacial, en realidad sigue siendo muy rudimentaria: qué es una nave sino un montón de tornillos y planchas aparentemente colocados de forma muy sofisticada, pero que al más mínimo fallo de cualquiera de sus componentes puede dar al traste con toda la misión. Aún falta mucho para conseguir que la vida de un astronauta se parezca lo más posible a la de un ser humano en la tierra, todavía no se ha logrado que sus condiciones de subsistencia se asemejen a las del mundo civilizado. El día que eso suceda se dejará de ver esta profesión como una rareza o como un camino lleno de penalidades que sólo se atreven a emprender unos cuantos masoquistas.
Sin duda se trata de una vocación, hay que sentir una gran atracción por todo lo que esa vida conlleva, te tiene que gustar mucho para poder solventar todos los inconvenientes que se van presentando. Pero no sé si conocemos realmente cómo es la vida de un astronauta durante una misión.
Después de pasar un duro entrenamiento y ser por fin seleccionado (sueño hecho realidad donde los haya), ya en ruta lo primero a lo que se tienen que enfrentar es a la náusea, que es casi constante, sobre todo cuando la nave se pone en órbita. El “mareo espacial” incluye dolores de cabeza y una sudoración excesiva.
Dentro de la nave no hay arriba ni abajo, no existen los parámetros habituales para medir el lugar que te rodea. Se produce una gran desorientación.
La comida ha mejorado con los años. Al principio, Rusia la envasaba en tubos parecidos a los de la pasta dentífrica, y EE.UU. elaboraba algo parecido a una pastilla de caldo que se ingería después de mojarla en agua. Actualmente se usan una especie de latas que previamente se han metido en cámaras de baja presión para evitar que revienten, y también alimentos deshidratados en bolsas cerradas herméticamente a las que se inyecta agua caliente. Como el sentido del gusto se debilita con la ingravidez, los astronautas suelen preferir las comidas con sabores fuertes. Los líquidos se beben usando pajitas para evitar escapes por la ingravidez. Los alimentos están esterilizados al máximo porque en el espacio no se pueden correr los riesgos que acompañan a la ingesta de productos en mal estado, como diarreas o flatulencias. Suelen ser hipercalóricos, porque en el espacio la más mínima actividad que se realice lleva consigo un gran desgaste energético. No se puede utilizar frigorífico por la gran cantidad de energía que consume, y ésto hace que no puedan utilizarse alimentos frescos. Los platos y cubiertos están magnetizados.
Hace poco que han empezado a instalarse unos retretes que tienen todo tipo de adelantos: los desechos son retirados mediante corrientes de aire, el cual se depura para su reutilización; la orina se expele a unos tubos y se depura también para usarse en la ducha. En los primeros tiempos los tripulantes se tenían que asear con toallitas húmedas, y las necesidades fisiológicas se hacían en pañales, con el consiguiente mal olor. He leído por ahí que las evacuaciones sólidas suelen expulsarse al espacio exterior, donde debido a las bajas temperaturas quedan convertidas automáticamente en restos pétreos que, digo yo, podrían confundirse con meteoritos.
Conciliar el sueño presenta sus dificultades. Los astronautas tienen que meterse en unos sacos adosados a la pared y permanecer atados para no flotar, y colocados cerca de los sistemas de ventilación para que no se acumule el anhídrido carbónico, que produce jaquecas. El ruido de los motores es tan insoportable que suelen necesitar tapones para poder dormir. Como amanece cada 90 minutos, es decir, 16 veces al día, usan antifaces para que la luz no les moleste. Es frecuente el uso de somníferos.
El poco tiempo libre que tienen lo dedican, entre otras cosas, a hacer gimnasia para evitar la atrofia muscular que produce la falta de gravedad. También los hay que en expediciones largas tocan instrumentos musicales, a los que previamente se ha analizado para estudiar si los materiales de que están hechos son tóxicos.
Cuando las misiones duran mucho, surgen necesidades tan corrientes como la de cortarse el pelo, por lo que uno de los miembros tiene que recibir unos cursos de peluquería para que en el proceso no salga flotando nada.
A pesar de las precauciones, son frecuentes los problemas óseos, musculares y circulatorios.
A la hora de formar un grupo, se estudia la personalidad de cada uno de sus miembros para evitar conflictos de convivencia, y se les hace permanecer un tiempo juntos para estudiar su comportamiento y para que se habitúen unos a otros. Se tiene en cuenta incluso el origen: los asiáticos necesitan mucho espacio entre ellos y su interlocutor, por lo que deben acostumbrarse al contacto estrecho.
Los astronautas se quejan sobre todo de la falta de privacidad de sus conversaciones, y del hecho de que el ritmo de actividades que se les encomienda hace que tengan pocas horas para descansar. En la estación Skylab llegaron a ponerse en huelga durante un día entero en protesta por el control al que estaban sometidos.
El aislamiento es la fuente principal de los problemas psicológicos que conlleva esta profesión. El correo electrónico palía un parte ésto, pues se ha revelado como el medio de comunicación que más les gusta y más utilizan.
El sueldo de un astronauta es bajo en relación a otras ocupaciones. El riesgo que corren, la dedicación que requiere y el nivel de preparación no están lo suficientemente pagados. El dinero que cobran no es muy distinto del personal que se queda en tierra. Al principio de la carrera espacial sí había incentivos: coches, casas, etc. Hoy en día el hecho de ser elegido para participar en una misión se considera premio suficiente, como un reconocimiento oficial a los propios méritos que además tendrá amplia repercusión mundial por el seguimiento que hacen los medios de comunicación de cada una de las misiones. Cada astronauta que sale al espacio parece convertirse por un momento en una estrella del mundo del espectáculo, su labor despierta siempre una profunda admiración en la sociedad.
A pesar de lo avanzada que parece la tecnología espacial, en realidad sigue siendo muy rudimentaria: qué es una nave sino un montón de tornillos y planchas aparentemente colocados de forma muy sofisticada, pero que al más mínimo fallo de cualquiera de sus componentes puede dar al traste con toda la misión. Aún falta mucho para conseguir que la vida de un astronauta se parezca lo más posible a la de un ser humano en la tierra, todavía no se ha logrado que sus condiciones de subsistencia se asemejen a las del mundo civilizado. El día que eso suceda se dejará de ver esta profesión como una rareza o como un camino lleno de penalidades que sólo se atreven a emprender unos cuantos masoquistas.
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