Asistimos una vez más impotentes a la autodestrucción inexorable, progresiva y pública de un artista. Como siempre, nadie ha hecho nada para evitarlo, aunque hace mucho tiempo que presentíamos que ésto iba a pasar: una persona con la fragilidad física y emocional de Michael Jackson era casi un milagro que aún siguiera vivo y trabajando.
Él sacó siempre fuerzas de flaqueza frente a todos los contratiempos, y su energía desbordante e inagotable salía de un inmenso amor por la vida y del anhelo de querer y ser querido.
He visto en un periódico una viñeta en la que aparecía su tumba, adornada con muchas flores rojas, y la lápida representada por un cajero automático. Gran verdad: los que no fuimos próximos a él más que en el sentimiento le quisimos y admiramos mucho, pero los que sí le eran cercanos hicieron que Michael se fuera deteriorando poco a poco hasta convertirse casi en un espectro. Un amigo suyo dijo que la compañía discográfica no se preocupaba por su bienestar y su salud, mientras siguiera siendo productivo todo lo demás daba igual. Era un simple objeto en manos de unos desalmados. No hay más que ver la agotadora gira que tenía proyectada para este verano: una persona con los problemas que él tenía no creo que estuviera preparado para dar ni un solo concierto, y más con el nivel de exigencia que tenía para sí mismo.
Y es que Michael Jackson soportaba ya medio siglo de existencia a sus espaldas, aunque pareciera el eterno adolescente. Sus múltiples dolencias nunca fueron curadas ni convenientemente tratadas, y el paso de los años se encargó de pasarle factura. No entiendo cómo alguien al que periódicamente le gustaba pasar por el quirófano para hacerse operaciones de estética no fue capaz de ponerle remedio quirúrgico a sus problemas de rodilla o a esa vértebra desviada, entre otros. No creo que fueran cosas sin solución.
Cada cual tiene un umbral del dolor diferente, tanto en lo que se refiere a los padecimientos del cuerpo como a los del alma. Para los primeros alcanzó el techo hace una década, según dicen; para los segundos en su infancia.
No hay fármaco por potente que sea, y aunque se tenga todo el dinero del mundo para pagarlo, que alivie el dolor del corazón. El maltrato del padre, el exceso de trabajo por la explotación infantil, los complejos y las fobias que pueden ponerte en una situación de angustia y desazón permanente, la obligación imperiosa de superarse a sí mismo con cada nuevo disco, y el escándalo que le terminó de dar la puntilla (ya nunca volvió a ser el mismo), fueron un cúmulo de circunstancias personales que se le vinieron encima como si de un cataclismo se tratara.
Él, al que tanto le preocupaba su seguridad y la de sus hijos, se vio expuesto durante toda su vida al frío ojo público que todo lo juzga y lo desmenuza. Demasiado transparente para estar realmente protegido, demasiado preocupado por el qué dirán y por creerse obligado a dar explicaciones. Y es que nunca se creyó su éxito, no usó su poder y sus influencias para marcar distancias y hacerse respetar. Fue siempre el eterno niño perdido en los primeros años de su vida porque no tuvo una infancia normal. Él fue creciendo, pero aquella etapa nunca fue completa, nunca vivida con plenitud, nunca superada, y en eso me siento trágica, terriblemente identificada con él, porque sabemos que ya nada de lo que venga después va a ser tampoco satisfactorio.
Muchos cuestionaron su capacidad para ser padre, a pesar de su innegable facilidad para conectar con los niños, aludiendo a sus supuestos desequilibrios mentales. Muy equilibrado no podía estar, víctima como fue de sus circunstancias, pero el alcance de su locura nunca fue lo bastante importante como para no poder ocuparse de sus hijos y quererlos. Emotivo hasta la exasperación fue en este sentido el testimonio de su hija durante su funeral.
Vulnerable, ese es uno de los adjetivos que mejor define a Michael Jackson. Qué fácil fue atacarle por donde más daño sabía todo el mundo que podía hacérsele: por su relación con los niños. De qué acusación más abominable e infame fue objeto, sin apenas pruebas. Cualquiera puede montar un numerito como ese y destruir una reputación, una vida entera, porque aunque se logre demostrar su inocencia siempre queda una mancha, la sombra de una duda. Y es que era un blanco fácil: que si se trataba de una persona desequilibrada y extravagante, montando parques de atracciones en su casa, viviendo con niños…. Todo lo que es distinto, lo no convencional, lo que se sale de la norma, siempre es puesto en entredicho, se mira con desconfianza, parece que molesta. Cuánta envidia, muchos habrían querido ser como él, hace falta mucha humanidad y mucho talento, mucha de la perdida inocencia que él conservó de su niñez, para tener un nivel en lo personal y en lo artístico como él tuvo.
Su modestia impidió que él reconociera todo ésto públicamente. Ahora se ha sabido que son cien las organizaciones con las que colaboró en su ayuda a los más necesitados, niños sobre todo, lo que avala su inmensa y desinteresada labor al servicio de los demás.
Aprovechando el huracán informativo que su muerte ha producido se publican por ahí artículos que le quieren quitar valor a su vida y su trabajo: que si era un frikie y un hortera, que si cantaba al amor universal que es el colmo de las naderías, que si vaya manía de echarse mano a los bajos al bailar cuando en realidad tenía poco que rascar ahí, que si su estilo de vida le había llevado a la bancarrota (olvidan que una ingente parte de sus ingresos iba destinada a la beneficencia)… En fin, opiniones hay para todos los gustos, y más en momentos como éstos.
Lo que sí es cierto es, como se ha dicho, que hoy en día un éxito de ventas como el que tuvo “Thriller” sería impensable, sobre todo con la creciente piratería musical que existe. Su destino era reventar récords, conectar con millones de personas, pertenecernos a todos.
A mí todas sus canciones me gustaban muchísimo, era imposible no dejarse llevar por su ritmo, pero de todas ellas me cautivó siempre una balada, “Human nature”, una melodía extraordinariamente sugerente me parece a mí, magnética, envolvente, te hace flotar, libera los sentidos.
Para Brooke Shields, según dijo en su funeral, fue su alma gemela. Para Stevie Wonder un amigo al que había dicho muchas veces que quería, y al que Dios necesitó a su lado más que nosotros.
Impresionante el despliegue de talento, de energía vital, de medios, que siempre derrochó a lo largo de su carrera. Usó siempre los avances tecnológicos más innovadores y punteros para sus video clips. Cuánta imaginación a la hora de componer letras y música, de crear pasos y técnicas de baile. En el escenario, sus pies volaban al girar, su cuerpo flotaba cuando bailaba, su mirada sin embargo tan dulce, luminosa y llena de fuerza cuando era un adolescente, se volvió dura e inexpresiva con los años.
No hacían falta operaciones de estética, ni maquillajes, ni ninguna otra cosa que disfrazara o transformara su rostro ni su cuerpo. Por qué pasar por todo eso. Te queríamos sin reservas, sin condiciones, pero parece que o no te llegó nuestro amor o no fue suficiente, como nos pasa a todos los que no nos han dado comprensión y amor desde edad temprana, que nunca tenemos bastante después.
Ahora dicen que la prematura muerte de Michael Jackson se debe a una negligencia médica, que su cuerpo tenía cicatrices por todas partes, fruto de todo tipo de percances y accidentes, y que lo que llevaba sobre su cabeza últimamente eran pelucas porque se había quedado sin pelo. Puedo imaginar su cuerpo desangelado, ayuno de caricias y de amor, lacerado por mil contratiempos.
En Michael se aunaban extremos tan opuestos como la fragilidad y la fuerza. Era un ser etéreo, y al mismo tiempo desarrollaba una energía fuera de lo común cuando pisaba un escenario, se transformaba, disfrutaba enormemente.
Él nos ofreció historias, fantasías, magia, para nuestro entretenimiento y regocijo. Fue como una estrella fugaz cuyo brillo nos ha iluminado durante muchos años, y que ya no se apagará jamás.
Él sacó siempre fuerzas de flaqueza frente a todos los contratiempos, y su energía desbordante e inagotable salía de un inmenso amor por la vida y del anhelo de querer y ser querido.
He visto en un periódico una viñeta en la que aparecía su tumba, adornada con muchas flores rojas, y la lápida representada por un cajero automático. Gran verdad: los que no fuimos próximos a él más que en el sentimiento le quisimos y admiramos mucho, pero los que sí le eran cercanos hicieron que Michael se fuera deteriorando poco a poco hasta convertirse casi en un espectro. Un amigo suyo dijo que la compañía discográfica no se preocupaba por su bienestar y su salud, mientras siguiera siendo productivo todo lo demás daba igual. Era un simple objeto en manos de unos desalmados. No hay más que ver la agotadora gira que tenía proyectada para este verano: una persona con los problemas que él tenía no creo que estuviera preparado para dar ni un solo concierto, y más con el nivel de exigencia que tenía para sí mismo.
Y es que Michael Jackson soportaba ya medio siglo de existencia a sus espaldas, aunque pareciera el eterno adolescente. Sus múltiples dolencias nunca fueron curadas ni convenientemente tratadas, y el paso de los años se encargó de pasarle factura. No entiendo cómo alguien al que periódicamente le gustaba pasar por el quirófano para hacerse operaciones de estética no fue capaz de ponerle remedio quirúrgico a sus problemas de rodilla o a esa vértebra desviada, entre otros. No creo que fueran cosas sin solución.
Cada cual tiene un umbral del dolor diferente, tanto en lo que se refiere a los padecimientos del cuerpo como a los del alma. Para los primeros alcanzó el techo hace una década, según dicen; para los segundos en su infancia.
No hay fármaco por potente que sea, y aunque se tenga todo el dinero del mundo para pagarlo, que alivie el dolor del corazón. El maltrato del padre, el exceso de trabajo por la explotación infantil, los complejos y las fobias que pueden ponerte en una situación de angustia y desazón permanente, la obligación imperiosa de superarse a sí mismo con cada nuevo disco, y el escándalo que le terminó de dar la puntilla (ya nunca volvió a ser el mismo), fueron un cúmulo de circunstancias personales que se le vinieron encima como si de un cataclismo se tratara.
Él, al que tanto le preocupaba su seguridad y la de sus hijos, se vio expuesto durante toda su vida al frío ojo público que todo lo juzga y lo desmenuza. Demasiado transparente para estar realmente protegido, demasiado preocupado por el qué dirán y por creerse obligado a dar explicaciones. Y es que nunca se creyó su éxito, no usó su poder y sus influencias para marcar distancias y hacerse respetar. Fue siempre el eterno niño perdido en los primeros años de su vida porque no tuvo una infancia normal. Él fue creciendo, pero aquella etapa nunca fue completa, nunca vivida con plenitud, nunca superada, y en eso me siento trágica, terriblemente identificada con él, porque sabemos que ya nada de lo que venga después va a ser tampoco satisfactorio.
Muchos cuestionaron su capacidad para ser padre, a pesar de su innegable facilidad para conectar con los niños, aludiendo a sus supuestos desequilibrios mentales. Muy equilibrado no podía estar, víctima como fue de sus circunstancias, pero el alcance de su locura nunca fue lo bastante importante como para no poder ocuparse de sus hijos y quererlos. Emotivo hasta la exasperación fue en este sentido el testimonio de su hija durante su funeral.
Vulnerable, ese es uno de los adjetivos que mejor define a Michael Jackson. Qué fácil fue atacarle por donde más daño sabía todo el mundo que podía hacérsele: por su relación con los niños. De qué acusación más abominable e infame fue objeto, sin apenas pruebas. Cualquiera puede montar un numerito como ese y destruir una reputación, una vida entera, porque aunque se logre demostrar su inocencia siempre queda una mancha, la sombra de una duda. Y es que era un blanco fácil: que si se trataba de una persona desequilibrada y extravagante, montando parques de atracciones en su casa, viviendo con niños…. Todo lo que es distinto, lo no convencional, lo que se sale de la norma, siempre es puesto en entredicho, se mira con desconfianza, parece que molesta. Cuánta envidia, muchos habrían querido ser como él, hace falta mucha humanidad y mucho talento, mucha de la perdida inocencia que él conservó de su niñez, para tener un nivel en lo personal y en lo artístico como él tuvo.
Su modestia impidió que él reconociera todo ésto públicamente. Ahora se ha sabido que son cien las organizaciones con las que colaboró en su ayuda a los más necesitados, niños sobre todo, lo que avala su inmensa y desinteresada labor al servicio de los demás.
Aprovechando el huracán informativo que su muerte ha producido se publican por ahí artículos que le quieren quitar valor a su vida y su trabajo: que si era un frikie y un hortera, que si cantaba al amor universal que es el colmo de las naderías, que si vaya manía de echarse mano a los bajos al bailar cuando en realidad tenía poco que rascar ahí, que si su estilo de vida le había llevado a la bancarrota (olvidan que una ingente parte de sus ingresos iba destinada a la beneficencia)… En fin, opiniones hay para todos los gustos, y más en momentos como éstos.
Lo que sí es cierto es, como se ha dicho, que hoy en día un éxito de ventas como el que tuvo “Thriller” sería impensable, sobre todo con la creciente piratería musical que existe. Su destino era reventar récords, conectar con millones de personas, pertenecernos a todos.
A mí todas sus canciones me gustaban muchísimo, era imposible no dejarse llevar por su ritmo, pero de todas ellas me cautivó siempre una balada, “Human nature”, una melodía extraordinariamente sugerente me parece a mí, magnética, envolvente, te hace flotar, libera los sentidos.
Para Brooke Shields, según dijo en su funeral, fue su alma gemela. Para Stevie Wonder un amigo al que había dicho muchas veces que quería, y al que Dios necesitó a su lado más que nosotros.
Impresionante el despliegue de talento, de energía vital, de medios, que siempre derrochó a lo largo de su carrera. Usó siempre los avances tecnológicos más innovadores y punteros para sus video clips. Cuánta imaginación a la hora de componer letras y música, de crear pasos y técnicas de baile. En el escenario, sus pies volaban al girar, su cuerpo flotaba cuando bailaba, su mirada sin embargo tan dulce, luminosa y llena de fuerza cuando era un adolescente, se volvió dura e inexpresiva con los años.
No hacían falta operaciones de estética, ni maquillajes, ni ninguna otra cosa que disfrazara o transformara su rostro ni su cuerpo. Por qué pasar por todo eso. Te queríamos sin reservas, sin condiciones, pero parece que o no te llegó nuestro amor o no fue suficiente, como nos pasa a todos los que no nos han dado comprensión y amor desde edad temprana, que nunca tenemos bastante después.
Ahora dicen que la prematura muerte de Michael Jackson se debe a una negligencia médica, que su cuerpo tenía cicatrices por todas partes, fruto de todo tipo de percances y accidentes, y que lo que llevaba sobre su cabeza últimamente eran pelucas porque se había quedado sin pelo. Puedo imaginar su cuerpo desangelado, ayuno de caricias y de amor, lacerado por mil contratiempos.
En Michael se aunaban extremos tan opuestos como la fragilidad y la fuerza. Era un ser etéreo, y al mismo tiempo desarrollaba una energía fuera de lo común cuando pisaba un escenario, se transformaba, disfrutaba enormemente.
Él nos ofreció historias, fantasías, magia, para nuestro entretenimiento y regocijo. Fue como una estrella fugaz cuyo brillo nos ha iluminado durante muchos años, y que ya no se apagará jamás.
1 comentario:
Una persona con fragilidad física y emocional que fue utilizada por los medios de comunicación, que en vez de ayudarlo lo condenaron, acentuandole sus propios miedos...
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