martes, 11 de agosto de 2009

Ninotchka




Ver “Ninotchka” supone siempre una auténtica delicia. Una historia sencilla en la que sus protagonistas consiguen mostrarnos el cambio producido en unas personas que, provenientes de la Rusia bolchevique, descubren el glamour y la buena vida en París.
Ella, acostumbrada a una existencia espartana, sin lujos ni placeres, se deja llevar paulatinamente, junto con sus tres compañeros (absolutamente adorables), hacia un desenlace feliz, proceso por el que ya nunca volverán a ser los mismos.
La escena en que Ninotchka se ríe a mandíbula batiente en el restaurante, no por los chistes que su partenaire le cuenta, sino por la accidental caída de éste al inclinar la silla en la que se sentaba, es uno de esos momentos memorables de la historia del cine. La risa, algo nuevo para ella, despierta su sentido del humor y su vena romántica, ocultos por años de privaciones emocionales y materiales.
Cambiará su forma de pensar (“No me extraña que las aves emigren desde la vieja Rusia hasta aquí. Nosotros tenemos los ideales, pero ellos tienen el clima”), aunque sin renunciar a sus convicciones, empezará a vestir a la moda (resulta conmovedora cuando intenta verse bonita en el espejo con un sombrero ridículo que se ha comprado porque es lo que se lleva), y, en fin, probará ciertos placeres mundanos como el champán que harán que se embriague rápidamente por la falta de costumbre y termine incitando a las mujeres a ir a la huelga mientras está en los servicios de un restaurante de lujo.
“Dios tiene que castigarme por ser tan feliz”, dice con lengua pastosa, cuando está por primera vez en su vida bajo los efectos del alcohol.
Él, mujeriego empedernido, se deja sorprender y cautivar por una mujer sensitiva e inteligente que se transforma constantemente ante sus ojos, absorbiendo como una esponja todo lo que ve a su alrededor, pasando las experiencias que está teniendo por el tamiz de su inocencia y sensatez, apenas guiada por él en una nueva travesía vital que resultará crucial para ambos. Pareciera que la llevase a ella de la mano para hacerla descubrir nuevos mundos, pero es ella la que le lleva de la mano a él para que descubra lo que de verdad siente el alma de una mujer cuando está enamorada.
Ninotchka pone al descubierto todas las emociones que le habían enseñado a ocultar por resultar “excesivas” e innecesarias en la sociedad de la que viene: la feminidad, la delicadeza, la ternura, el temor y la angustia, la ilusión y la pasión. Hasta entonces había sido prácticamente inexpresiva.
Ella no es capaz de mentir. “Aún no tengo ese grado de civilización”, dice.
Las escenas sentimentales se suceden con otras que son hilarantes. Al mayordomo de su enamorado lo llama “padrecito”, como a los hombres de su país que son ancianos, cosa que el aludido recibe con extrañeza, incomodad y un cierto espanto.
La rectitud de Ninotchka, siempre presente en sus convicciones personales pese a los muchos cambios que se van produciendo en su persona, es un ejemplo a seguir por todos y, especialmente para su amante, cuya escala de valores hasta ese momento rozaba la inmoralidad y la más absoluta frivolidad.
Él sabe como hacer feliz a una mujer, y aunque al principio ella iba a ser una más de sus conquistas, la sinceridad y la ingenuidad de ella, preservadas por su desconocimiento de las debilidades mundanas y las mezquindades de la vida social, se van haciendo camino hasta su corazón como algo único y valioso, apoderándose por completo de él.
La Garbo está, como siempre, magnífica, bella, elegante, distinguida, con su toque distante, misterioso. Su piel y su pelo, aún siendo en blanco y negro las películas que rodó, tienen una luz fuera de lo común, su risa es deslumbrante. A todo ello contribuye el magistral doblaje que hemos tenido siempre en nuestro país.
Aunque se trata de una clara propaganda de las excelencias del capitalismo, en contraposición con la austeridad y la brutalidad del comunismo, del que se burla y pone en evidencia en incontables ocasiones, y más en la época en que se hizo este film, también se muestran algunas peculiaridades del estilo de vida occidental, a veces ridículas y superfluas.
Ninotchka, cuántas resonancias tiene ese nombre cuando se pronuncia. Una historia de amor llena de emociones, dulce, deliciosa y divertida.

2 comentarios:

ordago13 dijo...

Comentando esta entrada dire que también me parece un peliculón.

Comentando la de abajo la de pedro cavadas, te dire que tuve el placer de poder entrevistarle y estar media hora hablando a solas con el (bueno yo y otros 3) vino a unos cursos de verano de mi universidad y yo estaba currando de prensa allí.

Me pareció una de las personas más interesantes que nunca he conocido¡¡¡

Un tipo que hace una labor excepecional...

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pilarrubio dijo...

Me encanta que te haya gustado este post. Yo también estudié Periodismo, pero nunca he ejercido profesionalmente. Ya voté en la categoría de música, pero me pasaré or tu blog para disfrutar un rato. Muchas gracias.

 
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