Es muy sorprendente la cantidad de enfermedades cerebrales que existen y la forma tan distinta en que pueden llegar a afectar al cuerpo y a la mente.
Cuando ví “Despertares” me llamó mucho la atención la forma como reaccionaban aquellos enfermos de encefalitis letárgica. Cuando los médicos creían que no se enteraban de nada y lo único que podían hacer era vegetar, llegó aquel otro que sí intuyó, mediante sus observaciones y pruebas, que aquellas personas tenían tanta vida como las demás pero lo único que ocurría es que no podían manifestarla.
Seres que solían permanecer sentados en una silla de ruedas con la boca abierta y la mirada perdida, eran capaces de coger objetos lanzados al vuelo con unos reflejos que ya quisiéramos muchos para nosotros mismos.
Este médico se dio cuenta de que obtenía respuestas de ellos ante determinados estímulos: una música que les gustase hacía que pudieran comer solos; oir pronunciar su nombre originaba alteraciones en los encefalogramas, normalmente casi planos; si alguien iniciaba un movimiento, como empezar una partida echando la primera carta sobre la mesa, desencadenaba otros movimientos de ellos siguiendo el juego; secuencias de imágenes que les ayudan a estructurar su visión del mundo (el dibujo homogéneo de las losetas del suelo) o a captar su atención (un aparato de televisión estropeado que ofrece imágenes sin control, en constante movimiento); comprensión lectora y capacidad de escuchar y comprender cuando se les lee un libro, etc.
Aquellos enfermos habían sido desahuciados por los médicos, considerándolos incurables y degenerativos. A veces es peor intentar curarlos o simplemente mejorar su calidad de vida mediate el uso de ciertos medicamentos, porque en ocasiones además de crear adicciones pueden también provocar otras enfermedades mentales. Son frecuentes los casos de pacientes que se vuelven psicóticos tras un largo tratamiento. En el caso de “Despertares” sólo sirvió para que aquellos enfermos disfrutaran de un efímero periodo de sus vidas en el que pudieron llevar una existencia casi normal. Cosas que para nosotros son cotidianas y sin importancia, como andar, comer sin ayuda, vestirse o ir solos al baño, para ellos fue un mundo.
Hay un sinfín de patologías que pueden afectar a la mente humana. El Alzheimer, cada vez más frecuente, produce una degeneración física y cerebral extrema (el enfermo se olvida hasta de tragar). La demencia en cambio lleva a la locura y a la pérdida de memoria.
La catalepsia hace que parezcamos muertos aunque aún estemos vivos, y la catatonia produce rigidez muscular y estupor mental, a veces acompañados de una gran excitación.
La apatía es un estado de indiferencia en el que la persona no responde a aspectos de la vida emocional, social o física, y puede derivar en depresión cuando es moderada, apatía clínica cuando el nivel es elevado, y trastorno de identidad disociativo en los casos más extremos. Suele ser una reacción ante el estrés.
Se puede ver que muchas son las enfermedades que afectan a nuestro cerebro y algunas cursan con síntomas muy parecidos.
Yo recuerdo a una de mis abuelas, que sufrió varios infartos de cerebelo, que le dejaron como secuela la imposibilidad de andar si no era con ayuda, y también de hablar. Sólo podía pronunciar dos ó tres palabras sueltas, casi siempre las mismas, y curiosamente conseguía construir frases más largas si las decía cantando.
No se sabe a ciencia cierta si una persona que está en coma no es capaz de oir ni sentir nada. Ha habido más de un paciente que, tras muchos años postrado en la cama de un hospital en ese estado, despertó al oir una canción.
Una tía de mi madre que pasó sus últimos años en una silla prácticamente vegetal, lloró cuando su familia se puso a hablar mal de su marido delante de ella, creyendo que no se enteraba de nada.
Cuando ví “Despertares” me llamó mucho la atención la forma como reaccionaban aquellos enfermos de encefalitis letárgica. Cuando los médicos creían que no se enteraban de nada y lo único que podían hacer era vegetar, llegó aquel otro que sí intuyó, mediante sus observaciones y pruebas, que aquellas personas tenían tanta vida como las demás pero lo único que ocurría es que no podían manifestarla.
Seres que solían permanecer sentados en una silla de ruedas con la boca abierta y la mirada perdida, eran capaces de coger objetos lanzados al vuelo con unos reflejos que ya quisiéramos muchos para nosotros mismos.
Este médico se dio cuenta de que obtenía respuestas de ellos ante determinados estímulos: una música que les gustase hacía que pudieran comer solos; oir pronunciar su nombre originaba alteraciones en los encefalogramas, normalmente casi planos; si alguien iniciaba un movimiento, como empezar una partida echando la primera carta sobre la mesa, desencadenaba otros movimientos de ellos siguiendo el juego; secuencias de imágenes que les ayudan a estructurar su visión del mundo (el dibujo homogéneo de las losetas del suelo) o a captar su atención (un aparato de televisión estropeado que ofrece imágenes sin control, en constante movimiento); comprensión lectora y capacidad de escuchar y comprender cuando se les lee un libro, etc.
Aquellos enfermos habían sido desahuciados por los médicos, considerándolos incurables y degenerativos. A veces es peor intentar curarlos o simplemente mejorar su calidad de vida mediate el uso de ciertos medicamentos, porque en ocasiones además de crear adicciones pueden también provocar otras enfermedades mentales. Son frecuentes los casos de pacientes que se vuelven psicóticos tras un largo tratamiento. En el caso de “Despertares” sólo sirvió para que aquellos enfermos disfrutaran de un efímero periodo de sus vidas en el que pudieron llevar una existencia casi normal. Cosas que para nosotros son cotidianas y sin importancia, como andar, comer sin ayuda, vestirse o ir solos al baño, para ellos fue un mundo.
Hay un sinfín de patologías que pueden afectar a la mente humana. El Alzheimer, cada vez más frecuente, produce una degeneración física y cerebral extrema (el enfermo se olvida hasta de tragar). La demencia en cambio lleva a la locura y a la pérdida de memoria.
La catalepsia hace que parezcamos muertos aunque aún estemos vivos, y la catatonia produce rigidez muscular y estupor mental, a veces acompañados de una gran excitación.
La apatía es un estado de indiferencia en el que la persona no responde a aspectos de la vida emocional, social o física, y puede derivar en depresión cuando es moderada, apatía clínica cuando el nivel es elevado, y trastorno de identidad disociativo en los casos más extremos. Suele ser una reacción ante el estrés.
Se puede ver que muchas son las enfermedades que afectan a nuestro cerebro y algunas cursan con síntomas muy parecidos.
Yo recuerdo a una de mis abuelas, que sufrió varios infartos de cerebelo, que le dejaron como secuela la imposibilidad de andar si no era con ayuda, y también de hablar. Sólo podía pronunciar dos ó tres palabras sueltas, casi siempre las mismas, y curiosamente conseguía construir frases más largas si las decía cantando.
No se sabe a ciencia cierta si una persona que está en coma no es capaz de oir ni sentir nada. Ha habido más de un paciente que, tras muchos años postrado en la cama de un hospital en ese estado, despertó al oir una canción.
Una tía de mi madre que pasó sus últimos años en una silla prácticamente vegetal, lloró cuando su familia se puso a hablar mal de su marido delante de ella, creyendo que no se enteraba de nada.
A estos enfermos no se les debe descuidar nunca. Aunque parece que no se enteran de quién está a su alrededor, sí se dan cuenta cuando los vienen a ver y se interesan por ellos, aunque sea por un breve momento. Una vez leí el caso de una persona que iba a visitar a su esposa todos los días a una de estas instituciones, y uno de los cuidadores le dijo que no hacía falta que fuera tan a menudo, que ella no le reconocía, no sabía quién era. Él contestó: "Puede que ella no sepa ya quién soy yo, pero yo sí sé quién es ella".
Ojalá ninguna enfermedad pudiera nunca hacer que nos ausentemos de nosotros mismos, o convertir nuestro cuerpo en una tumba. Deberíamos poder mantener nuestra identidad siempre, hasta el final.
Ojalá ninguna enfermedad pudiera nunca hacer que nos ausentemos de nosotros mismos, o convertir nuestro cuerpo en una tumba. Deberíamos poder mantener nuestra identidad siempre, hasta el final.
2 comentarios:
Gran película, "Despertares". Aunque por momentos es realmente desoladora.
Y respecto a lo que dices en el último párrafo ("Ojalá ninguna enfermedad pudiera nunca hacer que nos ausentemos de nosotros mismos")... buff, es un tema delicado. A priori debería ser deseable por todo el mundo, efectivamente, ¿pero qué me dices de alguien en estado de coma?
Imaginemos a aquella chica italiana que fue desconectada hace apenas unos meses tras ¿14? años en coma. Si de verdad era consciente de todo, ¿no te parece que esa chica ha pasado un auténtico infierno en vida? Poder oir lo que se dice a tu alrededor, comprender qué pasa día a día durante 14 años, y no poder expresarte en ningún momento. Tener que soportar durante 14 años que te den por muerto, y eso en el mejor de los casos; si no eres capaz de soportarlo, directamente te vuelves loco.
Si hay alguien ahí arriba, yo desde luego le pido que estos casos no se den nunca. No me imagino qué se tiene que sentir estando postrado en una cama sin poder dar las gracias a esa persona que viene a visitarte y decirle que la quieres.
Buena entrada, sigue así.
Debe ser lo más parecido a estar muerto, pero mejor no pensarlo. Un saludo Nando
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