lunes, 6 de mayo de 2013

El día de la Madre


Apareció mi hija ayer, día de la Madre, con unos regalos que me había comprado para celebrar el acontecimiento, si es que se le puede llamar así: un monedero muy bonito, una funda de gafas rosa pálido con brillantina muy fashion, y unas sandalias del estilo de las que sabe que me gustan, con brillos dorados sobre cobre. Ella siempre ha sido muy detallista.

Mi hijo ya había empezado a obsequiarme con sus felicitaciones la noche anterior, y al día siguiente, algún besito que otro me dió, él que no suele ser muy besucón.

Unos días atrás les planteé una cuestión por separado, para ver cómo reaccionaban los dos. Es un tema al que llevo dando vueltas desde hace mucho tiempo, y al que ya sabía lo que me iban a contestar, pero me gusta preguntar por si me sorprenden.

Empecé con Ana. “¿Qué te parecería si adoptara un niño o niña?”. Ella estaba en su habitación y no le vi la cara, pero me la imaginé por el tono nervioso e irritado de su voz. “¡Mamá! ¡Qué cosas tienes! ¿Pero cómo lo vas a mantener, si ya andamos justos nosotros?”. Supuse que saldría por ahí, con el tema económico. Para ella es muy importante. “Pero Ana, si la ropa ya la tenemos, que es la vuestra de cuando érais pequeños, los colegios son públicos y la comida, por un plato más, no se va a desbaratar el presupuesto…”

Ella renegaba, no estaba nada convencida. En realidad es muy celosa de sus cosas, no le gusta compartir, ni sus posesiones ni sus afectos.

Cuando se lo planteé a Miguel Ángel no rezongó tanto, pero su respuesta fue también negativa, y con muchas más inesperadas vertientes. “¿A estas alturas de la película, con lo mayores que somos ya?”, o “En mi cuarto sólo duermo yo”, o “Nuestra economía no nos lo permite”, para terminar algo compungido: “¿Es que no tienes bastante con nosotros?”.

Les dije que no me darían un bebé con la edad que tengo, si no alguien mayor, de entre 8 y 12 años probablemente. Eso les convenció aún menos. Un recién nacido, al fin y al cabo, siempre despierta ternura y afán de protección. Sin embargo, a mí me gusta lo de que ya sea mayor, porque te saltas esa etapa un tanto angustiosa en la que una criatura necesita de ti las 24 horas, y eso para mí sería ya muy agotador.

También al ser mayor el niño o niña es más que probable que ya tenga un bagaje vital muy penoso, y da un poco de aprensión pensar hasta qué punto estará afectado. Pero en realidad ahí está lo interesante del asunto, la verdadera razón por la que alguien debería adoptar: ayudar a superar traumas y contribuir a que se haga una persona completa y pueda disfrutar de la vida.

Es bastante usual que esos niños tengan problemas de salud. En los orfanatos, da igual que sean de Rusia o de la India, los cuidan muy mal y contraen todo tipo de enfermedades. Sería maravilloso verles sanar.
La gente quiere bebés, y a ser posible sanos y de su misma raza. Es como si se tratara de ir a una tienda a elegir el modelo de zapatos que sea más de tu gusto, o una mascota, por lo mona que pueda parecer. ¡Qué horror, se trata de seres humanos!

Mi deseo de tener más hijos proviene de la necesidad de disfrutar plenamente de su crianza, pues cuando tuve a los míos no me fue posible como yo hubiera querido por mis circunstancias personales. Ahora, con los años, me siento más capaz de gozar el momento, más relajada, más libre, la experiencia adquirida me permite sentirme más segura. Esa es la eterna zozobra de una madre o un padre, el saber si se está actuando de la forma más correcta. De todas formas, si lo estamos intentando hacer lo mejor que podemos, no debemos juzgarnos duramente, tenemos que aceptar nuestras limitaciones. Intentar ser perfectos es una entelequia, además de una ridiculez.

De lo que no cabe duda es que esto de la adopción es un negocio en el que hay invertir mucho tiempo y dinero. Es un auténtico mercadeo humano, una trata de niños, una vergüenza que no sé cómo nadie denuncia, igual que se denuncian otras cosas.

A veces pienso que las parejas actuales no deberían tener más hijos propios y en su lugar adoptar a los ya nacidos, que son muchos, y no tienen una familia que los quiera, niños con necesidades y con derechos nunca disfrutados. La mía es una familia “monoparental”, pero en ella tendría cabida cualquier niño o niña que lo necesitase, si mis hijos quisieran. A ellos les vendría bien, aunque ahora no lo vean así.

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