miércoles, 8 de mayo de 2013

El horario del funcionario ideal


Ya están tocando un poco las narices con el tema del horario para los funcionarios. Se amenaza con descontar días del salario a los que no cumplan el horario, que en realidad es el mismo que ha habido siempre desde tiempo inmemorial, sólo que pocos lo hacían. Y descuentos por faltas como ausencia sin baja médica o por cuidado de un familiar enfermo, que no se pueden justificar, y eso sí, previa audiencia al interesado, como si estuviéramos en un juzgado. Se habla de poner torniquetes para registrar todas la entradas y salidas, de colocar relojes de fichar que funcionen con la huella del dedo para evitar que unos se fichen a otros... En fin, que llegaremos al fichaje por reconocimiento del iris o de la voz, como en las películas de espías, donde aparecen lugares que tienen fuertes medidas de seguridad.

Yo hace 28 años y pico, cuando empecé a trabajar en la Administración, hacía el dichoso horario de 7,30 a 15 h., y durante muchos años. En algunos sitios en que he trabajado se fichaba incluso el desayuno, como se está diciendo ahora que hagamos si dura más de media hora y es fuera del centro de trabajo. Incluso en uno de los trabajos se gastaron un dinero en poner un reloj que permitía que el usuario tecleara él mismo su incidencia, el motivo por el que se ausentaba, entraba más tarde o salía antes.

Nada me pilla por sorpresa, lo único de lo que me lamento es de que vayamos hacia atrás, a las estrictas normas del pasado, en lugar de progresar  procurando que nuestro trabajo se haga más eficazmente. Que lo importante es el trabajo efectivo, no cuánto tiempo pasamos sentados en nuestro puesto, en donde lo que menos se mira es si estamos navegando en Internet, jugando a los solitarios o currando realmente.

He oído que en algunos sitios hasta se están confeccionando listados con la gente que aún no está cumpliendo el horario oficial. Me produce un gran malestar ver este acoso, es como si estuviéramos viviendo en tiempos de Stalin, y más con esa extraña “figura” del delator, alguien que “vigila” que el funcionario cumpla las normas, que les ha dado por decir ahora.

En un trabajo en el que estuve hace años teníamos a uno de esos en el despacho, el típico lameculos, infeliz, con una vida personal precaria, ludópata, que nunca se declaró como tal y que nunca supimos lo que sacaba con todo eso, porque si no eran prebendas debía ser ese reconocimiento que en su casa no tenía, por una labor que nadie que esté en su sano juicio querría hacer. Ahora pretenden hacer del chivato una categoría más. Me pregunto qué nombre técnico tendrá, qué nivel, en qué grupo se le encuadrará. Seguramente son sólo rumores, pero si efectivamente llegara a ser cierto sería el colmo de la astracanada.

Unas tías de mi madre, funcionarias de Hacienda en los años 40 y 50, entraban a trabajar a las 9 y pico de la mañana y se iban sobre las 2 de la tarde. Durante la jornada laboral, un camarero de una cafetería cercana les traía el café a su mesa, tal y como se hace en la empresa privada con los desayunos de trabajo. Además en aquella época estaban muy consideradas, no como ahora, que el sector público está defenestrado hasta lo inimaginable.

Comprendo que estas restricciones a las que antes aludía se deben a los que han abusado durante tantos años, que han sido y son muchos, y ahora estamos pagando justos por pecadores, pero estoy convencida de que los truhanes van a seguir haciendo sus triquiñuelas de siempre, y los curritos seguiremos cumpliendo con nuestras obligaciones sólo que más puteados. Porque que quieran hacer cumplir el horario oficial lo puedo entender, o restringir las ausencias al trabajo sólo a lo imprescindible, pero que además nos quiten pagas y nos congelen sueldos es como un castigo que no sé muy bien por qué se nos infringe ni quién tiene interés en que esto sea así.

Y que no nos cuenten que son medidas de tipo económico por culpa de la crisis. Es absurdo que sea la clase media la que sostenga a la sociedad, y que los pobres sigan siendo pobres, cuyas filas pasaremos a engrosar los funcionarios, y los ricos tan ricos como siempre o más.

Las reformas que necesita la Administración van por otros derroteros: la burocracia debe simplificarse al máximo, los puestos de alto nivel reducirse a la mínima expresión, que es por donde se va el dinero. Y mucha inspección a los que tradicionalmente abusan de su posición: los miembros de los sindicatos y los gerifaltes. Si quieren reducir gastos que reduzcan los trámites interminables y engorrosos, que no se gaste tanto papel cuando ya la informática debería estar extendida en todas partes como única herramienta de trabajo. Que se eliminen las campañas en las que anuncian tal o cual servicio que tu comunidad o tu ayuntamiento te va a dar. Para qué tantas vallas publicitarias, tantos folletos por correo postal al domicilio de la gente. Si de verdad quieren demostrar que el dinero de nuestros impuestos está siendo bien empleado, que lo hagan con hechos.

En fin, que el horario del funcionario a este paso va a ser como el del sector industrial. Recuerdo en Viena, durante mi luna de miel, que nos levantaban muy pronto, a las 7 de la mañana, porque era un viaje organizado, y cuando nos asomábamos por la ventana veíamos ya las oficinas con la luz encendida, funcionando. Me producía asombro, algo de desagrado porque lo consideraba esclavizante, y en el fondo un poco de complejo por la comparación con nosotros. Qué trabajadores son, pensaba, pero me pareció que no me gustaría vivir en un país con normas tan severas.

En esos sitios de Europa están acostumbrados, porque amanece antes que aquí, y también anochece antes. Cuando se madruga tanto no sales de noche de casa como nos pasa a nosotros. Son lugares que adaptan sus horarios y costumbres a la luz solar.

Aquí no, aquí se implantan unas normas que hay que cumplir contra toda lógica. Y así con el tiempo se creará un prototipo, el del funcionario ideal, cuyo horario más que intensivo complacerá a la opinión pública, aunque la efectividad de su trabajo siga estando en entredicho. 

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